terça-feira, 9 de abril de 2013



En los ratos que me dejaba libres el duro trabajo de Mapiá, hice un primer mazo de cartas para todo el Pueblo de Juramidán y lo entregué al guerrero que había sido mi introductor y mi primer amigo en Mapiá, desde antes, incluso, de haber llegado a la Comunidad. Era un chileno capaz de hacer funcionar un motor con cuerdas y astillas, continuamente dividido entre su fascinación por todo el ambiente del Daime y su ansia de salir de allí de una vez y vivir de nuevo su libertad individual sin tanto fiscalillo ni tanta vaina reglamentaria. Me confesó estar convencido de que yo estaba loco y puede que no le faltara razón... aunque también puede que estuviese mirándose en mi defensa acérrima de mi egoica dignidad individual como en un espejo en el cual contemplaba su propio conflicto interno. También yo me proyectaba en él y descubría cuan fuertemente rebelde a soportar bridas de cualquier tipo era nuestra alma hispana de potros bravíos.
Ya desde el primer momento percibí que ni el nombre de las cartas, ni su numeración, se correspondían con las del Tarot Clásico, pero no quise modificar nada, porque lo que me había llegado eran insights intensamente sentidos y fluidamente recibidos.
Puesto que era diferente, denominé TAROMIDÁN a mis 24 Arcanos Mayores en honor a Midán, el Logos Hijo, el Maestro Interno en lenguaje local. El segundo mazo mejorado de cartas lo hice especial para el Padrino Sebastián, utilizando sus propias palabras e imágenes habituales, y se lo llevé.
Al Padrino le encantó el Taromidán y estuvo ese día muy alegre y confidencial conmigo; entonces, yo me atreví a pedirle que se considerase mi trabajo de dibujante como contribución útil a la extensión del Mensaje Esencial de la Comunidad y no, como juzgaban algunos, un juego de ciudad ocioso e improductivo.
Así, le rogué que me diera un litro de Daime -además yo tenía derecho a él, añadí, ya que había participado en el feitío- y un poco de tiempo libre, para confeccionar un Taromidán que llevar por el mundo, en el que trataría de sintetizar la esencia de lo aprendido en Mapiá, más las enseñanzas del que seguía considerando mi mayor Maestro, Carlos Pacini, cuyo abrazo accediera a recibir el Padrino por mi intermedio... por entonces yo todavía no percibía que, cuando se llega al nivel de Maestro, todos ellos son El Mismo Ser... y me quedaba comparando las cáscaras que los envolvían.
El Padrino ordenó entonces gentilmente que me diesen la botella y me eximiesen de algunos trabajos; lo que despertó más envidias y competencias entre el círculo de los espirítus adormecidos con los que, por causa de mis propias limitaciones, afines a las suyas, me había tocado convivir.
También fué mecenas de esta obra Don Manuel, el anciano carpintero, compañero del Padrino desde la juventud de ambos, en cuya casa estaba yo alojado; bendito sea su espíritu donde hoy esté. El me dió toda su colaboración, aprecio y amistad para que yo hiciera lo más comodamente posible mi trabajo, y fué así que pude volver a mi amado oficio, mi camino-corazón, dibujando concentradamente de día y de noche, a la luz de una humeante lámpara de petróleo, sin dejar de dedicar muchas horas a los trabajos comunitarios, participar en los himnarios o arrimar el hombro el día entero, cuando había feitío o recolección de habichuelas.




Siempre que podía, tomaba ritualmente mi vaso de Daime de amanecida, y cerca de una hora más tarde, cuando comenzaba a sentir la subida de aquella poderosa Fuerza desde el plexo solar a la cabeza, agarraba mi machete en una mano y una bolsa con mis cartas de tela, imprimadas con pintura latex blanca, en la otra, y me iba por el sendero que se adentraba en la floresta.
Al llegar a los límites de los espacios talados con el bosque virgen, pedía respetuosamente permiso a la Reina de la Floresta para entrar en sus dominios a hacer mi trabajo, y después continuaba con confianza. La energía iba subiendo hasta que el guardián del umbral, mi personalidad externa, cedía el comando de mi cuerpo y de mi mente a la incorporación de mis propios arquetipos originarios subconscientes.
La primera vez que yo había tenido una entrevista con un Guía del Astral, el caboclo Pirinám do Pará, incorporado en la medium Dona Teresa de Icoarací, allá en Belem en el 86, él me dijera:
- Veo a tu alrededor poderosos guías que te protegen, especialmente una entidad femenina resplandeciente. Por la vibración se parecen a Yemanjá y a Oxossi, pero no son ellos... son entidades de otro país, no los conozco.-
En aquel momento yo no daba el menor crédito al espiritismo, aunque me fascinaba. Me parecía una exótica comedia de hechiceros que tenían la virtud de mantener feliz y contento al buen pueblo brasileiro a base de pura sugestión. Me infiltré poco a poco entre ellos con la secreta intención de desvelar la impostura, encendiendo, mientras tanto, como servicial ayudante o sacristán, muchas velas en las ceremonias sagradas...
Pero lo que finalmente descubrí, maravillado, es que la Magia, por detrás de su ropaje folklórico, era la forma más eficaz de psicología profunda y la terapéutica más liberadora que nos había legado la sabiduria del pasado a través de las personas simples y puras del pueblo humilde y esclavo, a quienes les tocara el papel de transmisores. Una herramienta única de ordenación del laberinto de la mente, a base de símbolos reconocibles y usables, para que el hombre pudiera entrar en contacto rápido, irracional, útil y práctico con sus potencias divinales.
Ahora, gracias al Daime, mi razón discriminadora, el cancerbero inflexible de la mente occidental, acorazado de materialismo pseudo-científico, se retiraba a descansar de su borrachera de Ayahuasca, y en el umbral desguarnecido que hace de frontera entre el consciente y el subconsciente comenzaban a aflorar, entre las nieblas del ensueño, mis Guías Ancestrales, tal vez los dioses arcaicos o inventados de mi Galicia nativa: la luminosa Gal, envolviendo de plata las barbadas carballeiras en noches de plenilunio; el iniciador Lug, guardián del Camino de las Estrellas que mas tarde se llamaría de Santiago. Banda, la fuerza, el valor y la fe de los guerreros libres... el solar Aurens, incendiando el océano de reflejos dorados, frente al Cabo del Fin del Mundo, bajo cuyos acantilados despedían el día con sus cánticos las rubias sirenas de La Costa de La Muerte, las hijas de Navia de cabellera ondulada, señora del océano emocional... y también iban asomando desde el fondo muchas otras entidades de nombres confundidos u olvidados, pero que personificaban, cada una de ellas, un pedazo de mi eterna memoria esencial, un resumen energético de cada experiencia de manifestación.
... Hasta entonces sólo había caminado por el seguro sendero hecho por el hombre, atento a no perderme en el inmenso laberinto de la jungla y con mucha prevención contra las fieras; pero de pronto sentía que una entidad primitiva, ruda, un salvaje que ni casi hablar sabía, se incorporaba en mí. Aquel Marte subconsciente, tal vez un recuerdo genético del hombre prehistórico que en una remotísima encarnación fuera vehículo de mi espíritu eterno -o quizás la personificación del arquetipo elemental que aún hoy rige mi tálamo, el dragón, mi cerebro reptil automático-, tomaba cuenta de mí con un rugido y entonces sentía yo un caudal de extraordinaria fuerza penetrarme y mi puño se cerraba apretando el mango del machete, que se volvía inmediatamente un rayo cortante, desafiador de la furia de la fiera más osada. Ahí yo sabía, sin la menor duda, que ninguna serpiente ni jaguar tendrían ánimo para enfrentárseme y entonces abandonaba la seguridad del sendero, sustituyéndola por la confianza total en el instinto de la entidad acoplada a mi aura que comandaba mi voluntad, y me dejaba perder entre la maraña de la selva.




Durante diez minutos o media hora, me deslizaba silencioso y ágil como un animal entre lianas y matas exhuberantes, sin precisar siquiera abrirme camino a machetazos. Me introducía en la catedral vegetal donde los troncos proyectaban hasta el cielo sus nervaduras en colosales bóvedas de crucería que apenas dejaban filtrar rayos de luz en la penumbra... hasta que por fin encontraba, con absoluta evidencia, mi lugar, el lugar de poder, que cada vez era distinto. Y yo sabía internamente que ese y no otro, era mi lugar. Y que era tan seguro como si una muralla invisible y circular me protegiera.
En aquel momento dejaba el machete a un lado y me sentaba en el suelo, piernas y brazos cruzados, vegetalmente relajado, fundido y enraizado en el seno cálido y húmedo de la Tierra, prendido al tiempo del Cielo, mucho mas allá del azul imaginable, por un hilo de poder que antenaba mi frente... y ya por fin acomodado, la penumbra parecía iluminarse por fluídos de luz que me llegaran de los árboles, como si me hubiesen estado esperando hasta entonces.
En ese instante, mi salvaje regresaba al Astral y otro de mis guías internos me incorporaba: el monje adolescente. Con el mayor fervor, calma y devoción, absolutamente centrado en el tercer ojo y sintiéndome tan leve y vacío como si mi materia se estuviese desintegrando en una pura danza remolineante de electrones, puesto todo yo en mi Verbo, sintiendo el fuego que se generaba en cada palabra, ofrecía una viva oración a la Virgen Madre Tierra cuyos brazos vestidos de hojarasca sedosa me envolvían, rogando a la Reina de la Floresta que se dignara enviarme material para mi trabajo. Y me lo enviaba.
Venían entonces sobre mí miraciones tan intensas y luminosas que me sentía casi levitar en el aire, sentado como estaba, leve y hueco y traspasado por El Poder, sin dejar de musitar las entrañables oraciones que aprendiera de niño, como una letanía interminable que me conectaba intensamente con el Origen de todas las energías. Mis oraciones se habían vuelto mi respirar, y mi centro respiratorio ya no estaba en los pulmones, sino en la base de la nariz. Todo mi ser individual se fusionaba ahora con mi Ser Cósmico en una inspiración-expiración que, cuanto más profunda, lenta, sentida y disfrutada mi oración, más clara y sensible la miración se hacía.
Sentíame rodeado de luz, envuelto en luz, penetrado de luz y todo yo era una hoguera cálida de luz; deleitándome por una parte en el placer de ser tomado hasta mi último átomo por el amor de La Vida, y soportando, por otra, una elevación tan intensa y acelerada de mi energía, que me parecía que podría estallar en cualquier momento. Luminosas geometrías coloridas danzaban dentro de mi mente al ritmo de mis oraciones, girando y girando, ascendiendo o descendiendo la Escala de las infinitas perspectivas y convirtiéndose de manera orgánica en formas reconocibles, hasta conformar una carta completa del Taromidán que quedaba grabada en mi cerebro. A veces otra más y hasta tres cartas... que luego permanecían repitiéndose ante mi visión astral, mientras yo agradecía una y otra vez, con las manos abiertas y los ojos cerrados, sintiendo a todos los elementales de la selva danzar alegremente compenetrados con todos mis elementales internos alrededor del hilo luminoso y ondulado de mi agradecimiento incesante que me conectaba al Cielo, al tiempo que La Tierra latía bajo mi cuerpo como la piel tibia, turgente y sudorosa de una amante; respiraba en cortos y profundos intervalos por la nariz el fuego rosavioláceo del aire, pero sabiendo que era el aire quien me respiraba a mí.
Me veía desde dentro y desde fuera, penetrado por todo y penetrándolo todo, mi cabeza abierta como un cáliz, gozando hasta el no-límite del amor con El Misterio, que me inundaba de muchísimo más Conocimiento que el que podía asimilar, desbordándome orgasmicamente, atravesándome. En la miración, la bella Musa Amada, hecha pura llamarada luminosa prendida en mis entrañas, abrazaba mi cerebro desnudo contra su pecho y también el corazón y el cerebro y el corazón de cada una de mis células, consumiendo su materia y transmutándola... y toda la Creación me hablaba íntimamente al cerebro y al corazón y todo lo que me hablaba era yo mismo.
Al cabo, tomaba consciencia de que el mensaje ya estaba perfectamente grabado en su totalidad y que no haría más que repetirse; y entonces lanzaba fluidamente mi primer esbozo sobre las telas como quien pare, dejando para más tarde el acabamiento.
Me levantaba luego y me despedía agradecido de los espíritus sabios de los árboles y de la tierra que me habían acogido y envuelto en su amorosa red de influencias energéticas... una de las veces me dí cuenta que mi guía subconsciente me llevara a escoger un lugar de poder justo al pié de una gruesa liana de Jagube, escasísimas ya en los alrededores de Mapiá, hasta el máximo rastreados... y yo había estado, sin saberlo, sentado todo el tiempo y apoyado de espaldas en su ancho y retorcido tallo, de musgos y líquenes barbado, como un anciano duende del bosque. Cuando lo descubrí al levantarme, todavía en trance, vibraba transmitiendo toda la sabiduría de la selva por medio de luminosas ondas espirales de colores, que ascendían y descendían desde sus raíces en tierra hasta las altas copas al cielo libre asomadas y viciversa, impregnando de dorada claridad todo el ambiente en torno con su aura, como si fuera la antena de un emisor telefónico telúrico-cósmico.
Una vez levantado, volvía a incorporar en mí el salvaje, que me hacía deslizarme sin ruido ni vacilación por los intrincados vericuetos del laberinto vegetal hasta reencontrar el sendero humano, guiándome con absoluta seguridad.
Regresando alegremente a la aldea, percibí en varias ocasiones que me desdoblaba, no ya en un ectipo, sino en dos o tres: una vez sentí al salvaje guerrero a mi derecha, sujetando el machete con firmeza, mientras a mi izquierda, caminando etérea como si flotara, iba la Venus de las Cascadas, bella y delicada como un ángel, portando al brazo mi bolsa cargada de telas, instrumentos de dibujo e ideas acuarianas. Amazona Aquaria, la estrella-guía de mis caminos de peregrino. En el medio, yo me sentía al mismo tiempo dividido en ellos y como incorporando un tercer personaje: un adolescente mensajero llevando sus cartas de amor a la Vida para quien las quisiera recibir, escoltado por un ángel de hierro y otro de luz.
Por fin llegaba al límite del bosque y allí me despedía de la Reina de la Floresta lleno de agradecimiento, retornando a mi personalidad externa.
Vuelto de mis trabajos en la selva a Mapiá y a la casa del caballeroso Don Manuel, me sentaba a la mesa y pasaba una hora rematando los dibujos recibidos, mientras el efecto del Daime iba bajando. Nunca como entonces bendije el alto don que suponía haber nacido con vocación de pintor, de desvelador del Misterio invisible en la forma, y de haber desarrollado aquella habilidad mágica, a pesar de encontrarme en un lugar donde no era tal vez especialmente apreciada... Don Manuel me decía que podría serlo, si aprendía a tallar objetos y muebles de culto en las maderas preciosas de la selva, ya que el arte de utilidad litúrgica es el único lujo bien mirado en una sociedad que todavía se encuentra en su fase épica.
Había en el Templo y en la Casa de la Estrella dos fastuosos cruceiros de dos brazos, tallados en las maderas más nobles por un artista genial de cuyo nombre no logro acordarme. Cuando los miraba durante los trabajos, bellamente ornados con círculos y estrellas, me recordaban las arcaicas cruces ceremoniales que los celtas esculpieron en piedra irlandesa y bretona para resumir en ese símbolo el equilibrio cósmico entre lo de arriba y lo de abajo.
Ante eso, yo reflexionaba sobre como la sofisticada y decadente sociedad de la que yo venía había ido transformando aquel primer concepto de Arte, que surge en una comunidad austera y natural como una cara ofrenda a la Divinidad dentro y fuera del hombre, y como una herramienta ritual, simbólica y útil de identificación con lo Inasible, de elevación emocional y ordenación mental del colectivo a través de la sugerencia de la forma... en algo que algunos críticos definen como "Aquello que no sirve absolutamente para nada"... salvo para epatar, o sea provocar descaradamente un instante de leve escándalo a la soberbia encastillada en la rutinaria ignorancia conocida; para especular en la bolsa de la irrealidad con precios infladísimos por estrategias de marketing; y para expresar la vaciedad de las almas abortadas de la mayoría, entre ellas las de esos mismos críticos.
...El resto de la mañana lo pasaba haciendo "cosas serias": es decir, lavando cacharros y ropa en el río, o cocinando para Don Manuel y para mí lo único que se comía en la Amazonia: "farofa", un rehogado de harina de mandioca, más "feijón" (habichuelas), acompañado de espetos de pescado a la brasa, si hubo suerte en la pesca, o arroz, macarrón y un poco de tomate, cebolla o delicias exóticas semejantes, si algún visitante las había traído del Mundo Exterior, ya que cualquier hortaliza tierna que se intentaba plantar era picada rápidamente y transportada en pedacitos al hormiguero de las hormigas arrieras. Transformar tu pedazo de selva en un jardín, como decían los himnos, refiriéndose a la transmutación de nuestras energías brutas en sutiles, no era tarea fácil, se necesitaba enorme paciencia y constancia.
Había, eso sí, fruta suficiente, variada y con sabor de paraíso; sólo buscarla y recogerla; y algunas vacas Brahma, tipo cebú, que daban leche para los niños... las gallinas no duraban mucho en Mapiá: de repente se precipitaba sobre alguna de ellas un águila arpía desde el alto bosque y se la llevaba a la vista de todos. Los animales domésticos, en aquel medio, tenían que redespertar sus instintos salvajes para sobrevivir. Que yo sepa, salvo en los primeros tiempos del asentamiento de los daimistas en Mapiá, en los cuales no había otra cosa que comer, no se cazaban seres de carne en la selva, por prohibición expresa del Padrino.
La humildad de nuestra alimentación se compensaba ampliamente con la generosidad con que todo cuanto se conseguía se repartía entre los hermanos: Uno podía ir a comer a cualquier casa, seguro de que cuando entrase, todos harían un nuevo plato, restando partes a la ración que les tocaba, lo cual no era una nobleza exclusiva de los Hijos de Juramidán, sino típica de todo el buen Pueblo Brasileiro.
Por la tarde preguntaba qué había para hacer y colaboraba en los trabajos de la Comunidad, que se hacían con perfección, pero sin ansia ni apuro, para que fuese un placer trabajar, y siempre cantando con pura alegría.
Al dorado atardecer ¡que atardeceres y amaneceres los de la selva! ¡que belleza la del baño en el río al fin del día!... entregaba mansamente mis energías diurnas al agua, memoria del planeta, mientras se bañaba también el cielo en colorido sobre el bosque infinito, al mismo tiempo en que todas las aves e insectos interrumpían sus actividades y se ponían a dar gracias a La Vida cantando en la enramada... Luego del baño, aseado, subía a la aldea y entraba en cualquier casa de familia donde se oyera una guitarra o una maraca, o palmas batiendo, sumándome al grupo que, alrededor de la mesa, presidida por una vela encendida en su centro, entonaba los bellos himnos de Oración con fervor. Aquel pueblo no tenía televisión, más tenía canal, y sintonizándolo, se pasaba el tiempo mirando a Dios en su primera cara, tanto la de sí mismos -la vida interior, familiar, comunitaria- como la de la pura naturaleza envolvente: la Creación. Aquellas gentes estaban aisladas del resto del planeta por el océano de la jungla, pero se pasaban el tiempo viajando por todos los mundos posibles a su infinita creatividad sobre la alfombra mágica de la miración.
Me fascinaban los niños que poblaban aquellas sencillas casitas de madera y tejado de uralita, que, cuando llovía, resonaba como mil tambores: niños rubios, morenos, negros, indios, orientales, niños resultado del cruce de todas las razas en el fondo de la olla del Gran Alquimista, en el Corazón del Mundo, la generación de la Unidad Planetaria, los auténticos nativos del Pueblo de Juramidán. Niños sanísimos de ojos puros y vivaces, ojos de noche Luna Llena, desbordantes de alegría y de inteligencia natural, que nadaban como peces desde bebés, que aprendían solos a tocar cuanto instrumento musical podían agarrar, comenzando por las maracas, niños que evolucionaban en la Rueda de Energía del Templo en perfecta formación, orgullosos de sus fardas... pequeños guerreros y amazonas; niños fuertes y responsables que trabajaban eficazmente desde muy pequeños colaborando con su familia y con toda la Comunidad, y que siempre, siempre, siempre, estaban riendo.
Niños amados como sólo en Brasil son amados y mimados los niños por sus familias; niños expresivos, cariñosos, profundamente observadores, valientes y discretos, acostumbrados a mirar directamente y con simpatía a los ojos de cualquiera; niños que se habían bañado en Ayahuasca desde el momento de su concepción, que habían recibido la Bebida de Poder a través de su madre durante la gestación y la lactancia, y que eran bautizados con Santo Daime al nacer, poniéndoles sus padres una gota en la boca con el dedo.
Al anochecer, bajo la gran luna mora tropical y el infinito concierto de los grillos y las ranas, iba por la Casa de la Estrella, a asistir a limpiezas etéricas o curaciones, que se hacían más dramáticas a causa del fuerte contraste de luz y sombra que producía la luz de las velas en los rostros; o bien al Templo, a cantar y danzar en el himnario hasta el alba... Un joven del Sur me dijo un día: - Yo estoy aquí porque ésta es una religión de alegría; no veo mejor manera de sentir a Dios y al Amor que cantando y bailando toda la noche junto a mis hermanos, frente a mis hermanas, con luz en la frente y con el corazón abierto.
Cuando había feitío, jamás dejaba de acudir, a menudo junto a mi anfitrión; y hacía cuestión de honor el no dejar de batir Jagube hasta que se disipaban las últimas sombras de la noche. Ya no me acuerdo a que horas dormía y sin embargo, jamás estuve tan fuerte ni realicé ejercicios físicos tan intensos.

Cuanto más escribo, más dudo que alguien que no haya estado allí lo pueda entender. En estos escritos he usado muchas veces la palabra magia, sin embargo casi nunca la usábamos en Mapiá, como tantos otros términos de mi propia formación que apunto para dar una explicación subjetiva de los fenómenos que experimenté. En Mapiá no teníamos consciencia de estar haciendo magia ni hablábamos de ella. Simplemente vivíamos en la magia y nos parecía increíble que alguna vez en nuestras vidas hubiéramos perdido tanto tiempo y energías devotándonos a la adquisición de las vanidades del Mundo de Ilusión, en lugar de emplearlas, antes de nada, en reconstruir, afirmar o fortalecer nuestra religazón interna.

ESTELAS DEL LABERINTO

En los dos años siguientes, ya casi saliendo del Brasil, elaboré 86 cartas más, los Arcanos Menores, que juntadas a los 24 Arcanos Mayores, el Taromidán recibido en Mapiá, conformaron las 110 Cartas o Estelas del Laberinto, o del Peregrino.
Los 86 Arcanos Menores son algo ya completamente diferente de los 24 Mayores: un juego de Arte y Psicología. Constituyen mi reflexión posterior sobre lo que aprendí de mi experiencia por los caminos de Peregrinación de Santiago y de Aquaria, bajo la luz arrojada en mi espíritu por mi experiencia con Carlos Pacini, con el Daime y con el Taromidán. Se pueden ver en mi webwww.castelin.com, acompañadas de los textos de “El Gran Juego de la Vida”.




Caminando por Mapiá, me dolían en el alma los muñones de árboles talados que se veían aquí y allá. El pueblo de Juramidán se decía defensor de la floresta, pero jamás les ví replantar un árbol de los muchísimos que cortaban continuamente para construir cultivos o casas o alimentar el fuego en el feitío. Confío en que la joven generación de jefes descendientes del Padrino haya podido cambiar las costumbres de su gente, de lo contrario, la bella Nueva Jerusalén podría parecer hoy un poblachón vulgar como tantos, ya que en el corto tiempo que viví en la comunidad, ví desaparecer los altos árboles que aún ornaban el centro de la aldea, en torno al templo, a un ritmo mucho más acelerado de destrucción que el que degradaba y envilecía las contaminadas ciudades del Sureste del Brasil.
En ese mismo año, al final de los ochenta del veinte, la suma de las áreas que fueron quemadas en toda la Amazonia conformó una extensión calcinada que, sumada, daba el tamaño de Francia. Los satélites artificiales lo registraron y hubo alerta mundial y un coro internacional de hipócritas protestas de los habitantes de los países industrializados, que habían sido los primeros en promocionar e imponer un modelo de civilización en el que el lucro inmediato y desconsiderado primaba sobre todos los demás valores, y también los primeros que habían comenzado a asesinar su propio ecosistema y que continuaban asesinándolo, mientras criticaban a los brasileiros más pobres y valientes, que trataban de salir de la miseria haciéndose propietarios de un pedazo de selva ...sólo que en el marco de una política estatal de colonización nefasta, que les asignaba los títulos de propiedad, no cuando habían conseguido transformar el mato salvaje en un jardín habitable y abastecedor de alimentos y bienes, sino, simplemente, cuando lo habían quemado todo para crear un precario pasto en el que se buscaran la vida unas pocas vacas famélicas.
Tiempo más tarde vino la Conferencia Mundial para el Medio Ambiente en Rio y se vió en ella que la hipocresía era, con todo, menor que la irresponsabilidad cínica de los que tenían intereses tan grandes en que las cosas sigan como hasta ahora, que ni les importaba, no ya el futuro de todos, sino ni siquiera su propio futuro. En 1997 hubo nueva conferencia en Kioto, y su protagonista principal volvió a ser el egoismo ciego y suicida de los gobiernos de los países más industrializados.

Un hombre, o una mujer, es la conjuntada síntesis de millones de vidas minerales, vegetales, animales, astrales, espirituales, micro y macroscópicas, multidimensionales, es decir, de Seres Divinos, emanados del Uno Unico a Su imagen y semejanza, iguales en esencia y potencialidades, creadores de su propio destino y libres (cuando expandidos a su nivel más amplio de frecuencias), mas cada uno situado en su propio grado de consciencia y nivel vibratorio, y todos evolucionando en su proceso; los cuales forman una comunidad biológica de células vivas y especializadas, suficientemente compleja como para poder servir de canal autoconsciente de manifestación a la Consciencia Cósmica.
Salvando las diferencias, el equivalente al hombre en el mundo vegetal son los árboles, esos acúmulos ingentes de vida natural, eternos meditadores y transmutadores de energía telúrica en cósmica. Me lo dijo en Anhangás a su manera un viejo siringueiro, que había pasado casi todas las mañanas de su vida recorriendo el largo y sinuoso sendero selvático que enlazaba los treinta o cuarenta árboles de caucho a los que extraía su preciada savia y a los que conocía tan bien como un lechero a sus vacas, ya que eran su medio de vida y, como suele ser el medio de vida de cada hombre, su escuela principal de Conocimiento de la Vida.
El anciano me hizo el honor de llevarme a recorrer con él su laberinto, describiéndome las cosas asombrosas que los profanos ni vislumbran por falta de raíces en la jungla, nombrándome cada árbol, cada insecto, las propiedades asombrosas de cada hoja de la selva, mientras me contaba aventuras de la época de su juventud, de las veces en que tuvo que luchar contra fieras o indios bravos que lo acechaban para convertirlo en su cena, o de aquellas otras en las que se le aparecieron, a él o a sus vecinos, los espíritus encantados y duendes del Pueblo Invisible -el terrible Curupira, una especie de ogro o cíclope peludo; las Señoras de las Aguas, que raptan niños para convertirlos en payés curadores; el Boto, o delfín rosado de los ríos amazónicos, que se disfraza de hombre para bailar forró en las fiestas de los poblados y huir, después de dejar preñada a alguna moza entre los matorrales de la orilla; o el Sací Pereré, un enanito desnudo que sólo tiene un pié y que anda hacia atrás y en círculos, para desorientar a los cazadores abusones y hacer que se pierdan en el mato-... y, en medio de aquellas historias tan sabrosas como alucinadas, el viejo iba brindándome de paso unas gotas de su sabiduría.
Me dijo, con su simplísimo lenguaje de caboclo, que cuantos menos árboles haya en el planeta, más embrutecido, desconectado e infeliz será el hombre; que la misión del hombre sobre la Tierra no es convertir la naturaleza bruta en insensible artificio, sino en un jardín vivo, ordenado y agradable para todos los seres. Que algun día las naciones se disputarán la energía sutil del agua y de la poca belleza natural que quedará en el planeta como hoy se disputan los yacimientos de petróleo y de minerales preciosos... que andar por y entre los árboles, fué la escuela de habilidad y equilibrio que los antropoides tuvieron justo antes de convertirse en humanos; que fué ahí donde desarrollaron las manos multiútiles que nos permitieron luego crear civilizaciones, y también el sentido tridimensional, de donde luego salió nuestra razón medidora.
Entre las copas de la selva, el mayor enemigo de nuestro abuelo era la serpiente y es por eso que, todavía hoy, sólo pensar en ella nos escalofría.
- Si en la Biblia se dice que el paraíso primigenio, el Edén, era un bosque y que la serpiente mostró a nuestros antepasados el fruto del Arbol del Bien y del Mal, lo que significa ese símbolo -me confidenciaba el viejo druida amazónico con su rústico portugués arcaico, hecho de intraducibles conceptos en que los se fundían el sueño mítico y el de la vida cotidiana-, es que los antropoides más evolucionados de la selva se volvieron hombres el día en que se atrevieron a probar por primera vez la Ayahuasca, siendo que la liana de donde procede tiene la forma de una larga serpiente y se enrosca en un árbol.
El poder y la sabiduría de la Serpiente Vegetal elevó de forma gigantesca la vibración de sus chakras, abriendo sus mentes instintivas de animales a la autoconsciencia y con ella al libre arbitrio y a la responsabilidad por sí mismos, que llevaba aparejada el sentido intuitivo de lo correcto y lo incorrecto y, con él, la pérdida de la inocencia y de la impecabilidad, junto con la de la segura, pero automática, guía del instinto.-
Quedé impresionado por esta nueva versión acerca del mito del Árbol del Bien y del Mal del Edén, que, desde luego, coincidía con todas mis experiencias del re-despertar de la consciencia ética y estética natural y profunda como primera reacción del subconsciente para purificarse, una vez desbloqueado por la Bebida Sagrada.
Le pregunté después por otras plantas de poder, como los hongos; y me respondió:
- Si, conozco muchos, pero el poder y la sabiduría de las consciencias encantadas que contienen, que son elementales de tierra y agua, y responden tan sólo a nuestros estímulos astrales, no tiene ni comparación con los que viven en el Jagube, que son altos silfos del aire, que resuenan muy bien con los del fuego eléctrico de la atmósfera, y que están acostumbrados a transmitir directamente a nuestra mente, y no sólo a nuestra emocionalidad, a poco que nos abramos a la contemplación de la belleza de la Naturaleza, los más elevados pensamientos del Ser Planetario, del cual los árboles son sus antenas.
- ...Por eso, en la Biblia, Dios siempre llama al desierto a Sus mediums, sean poetas, artistas o profetas, o niños puros o gente enamorada, para hablarles a través de los Silfos del bosque o las Salamandras de las altas montañas, los cuales resuenan en las consciencias elementales que conforman nuestro propio cuerpo. Si la consciencia del canal ya está bien despierta, lo hace, de manera más directa y con muchísima más potencia, a través de Sus Ángeles o Virtudes Divinas, que resuenan con las propias virtudes que los Hombres o Mujeres con mayúscula desarrollaron en su autocultivo interno.
- Todo en el Universo está Vivo y es Consciencia; cualquier forma, una planta, una piedra, no es sino el cascarón denso que las energías dinámicas de Dios, Arcángeles, Ángeles, Espíritus Humanos y Devas, moldean sobre Sus propias energías estáticas, sobre lo que llamamos los Elementales de la Tierra, el Agua, el Fuego, el Aire y el Éter, para construir distintos vehículos materiales o personajes, más o menos sensibles, como estos mismos cuerpos nuestros o el de éste árbol, con los cuales manifestarse y poder jugar Consigo Mismo su Juego de Amor y Evolución, y Conocimiento de Sí Mismo y combinación y despliegue de sus infinitas posibilidades sobre el Plano Denso y sobre todos Sus Planos.
- Sin embargo -, me advirtió el anciano en un tono de voz más bajo, volviéndose a mí de repente, y acercando su rostro a mi oído como para contarme un secreto- hay que saber tratar con los elementales. Igual que hay que saber tratar con los espíritus sufridores del Astral: siempre la disciplina del ritual por delante, siempre el protocolo sagrado para tratar con ellos con todo amor, pero con una cierta formalidad, autoridad, orden y distancia... de lo contrario, les das un dedo y pueden querer quedarse con el brazo todo... ellos no tienen tan claro como nosotros el sentido de lo que es correcto y de lo que no lo es, son como niños traviesos, y, a veces, hasta como verdaderos animales... o diablillos; y, si pueden, se aprovechan. Por eso nunca se debe tomar, simplemente Ayahuasca; yo tomo, unicamente, Santo Daime, lo que significa Ayahuasca consagrada por un ritual... lo que quiere decir que, pase lo que pase, Dios y todos los Altos Seres Divinos estarán controlando la sesión.
Cuando, a la vuelta de nuestra excursión, después de cruzar el río Purús, acabábamos de amarrar la canoa y nos disponíamos a subir la ribera hacia su casa, el anciano aún añadió:- Escucha la selva de noche, cuando estés en trance de Daime, y oirás, a través de ella, los discursos de amor que se intercambian el Cielo y la Tierra y todos los proyectos de Dios en los que trabajan.-
Seguí su sugerencia: y puedo asegurar que no hay canto gregoriano más sagrado que el que en la noche se eleva desde la jungla al cielo estrellado, procedente de todos los seres de todos los reinos naturales, transmitiendo el amoroso agradecimiento y las alabanzas de La Tierra a la Vida Cósmica de una manera no demasiado diferente, sin embargo, a como hacían los templarios del Daime en los himnarios. En mi miración, las voces de todas las criaturas de la selva se conjuntaban en una extraordinaria sinfonía de ondas vibrantes que ascendían hacia el espacio conformando geometrías luminosas en construcciones indescriptibles, cruzándolo en todas direcciones, entrelazándose con las influencias energéticas provenientes de las estrellas y combinándose y modificándose con ellas, hasta crear en la maleable substancia etérica neutra del mental cósmico un tapiz de mutantes formas que se encajaban unas en otras, configurando organicamente un nuevo paradigma planetario con los deseos de todos los seres.
Los elementales del aire y del fuego se estructuraban por semejanzas vibratorias en redes energéticas que formaban verdaderos campos de fuerza sobre la imagen mental conjunta, y el nuevo proyecto del mundo iba edificándose y superponiéndose al antiguo, como un gigantesco holograma luminoso tridimensional en el plano subconsciente colectivo, o astral, del Ser Planetario que somos, mientras los elementales del agua y de la tierra se preparaban para acabar de materializarlo en el plano físico.
Como cada una de las ondas, procedentes de insectos, pájaros, animales, hombres, árboles, el cuerpo mineral y acuático del planeta y las vibraciones procedentes de cada estrella, tenían su propio movimiento colorido en brillantes destellos puntillistas y danzarines, así como su sonido específico ante mi ojo astral, concluí intuitivamente en que aquel concierto mántrico colosal hecho de tan diversos como bien compenetrados instrumentistas, debía ser lo que los sabios llamaban La Música de Las Esferas.
Poniéndome más en ella, lo que significa atenderla participando, y no sólo como observador, me dí cuenta de que su base melódica era un compas dual, en el que cada ser individual emitía una llamada, una petición o un requerimiento; conformando la suma sinérgica de las infinitas preguntas entrelazadas y repotenciadas, en si misma, la respuesta del Ser Total, que todo lo llenaba en contrapunto.
El conjunto constituía una escala caleidoscópica de graves y agudos infinitos, entrecruzados en un mandala sideral que abarcaba toda la bóveda nocturna, expandiéndose y contrayéndose en luminosas ondas espiraladas compuestas por billones de puntos luminosos, cuyo movimiento centrífugo o centrípeto se alternaba al ritmo de mi respiración (o mi respiración al suyo), lo que me hizo pensar que no respiramos, sinó que somos respirados por el propio movimiento rítmico de la vida, y que nuestra armonía individual consiste, simplemente, en no ofrecer resistencia al flujo y reflujo natural de todo y en acompasarnos lo más consciente y afinadamente posible con él; con lo cual mi energía se elevaba a la paz y al éxtasis y a las más luminosas visiones, a través de las que la Sabiduría inherente a la Armonía se manifestaba en el marco natural de mi mente armonizada.
A partir de aquella noche en Anhangás quedo claro para mí el poder inmenso del pensamiento holístico y de la oración grupal y la responsabilidad que conlleva cada movimiento energético nuestro, hasta el del más vano pensamiento. El mundo y nuestra vida son como son porque así lo construyen nuestros deseos. Si supiéramos ponernos de acuerdo para pensar juntos un modelo ideal de mundo, habríamos construido el Cielo que anhelamos sobre la Tierra hace muchos siglos. El mito de la Torre de Babel expresa muy bien como la ignorancia fanática y la ambición sectaria egoísta, separatista y competitiva desconcierta, destruye y dispersa la empresa elevadora conjunta y nos hace desplomarnos en la confusión general y en el caótico "¡Sálvese quien pueda!" individual.




Luego de salir de Mapiá, pasé una temporada entre Boca de Acre y Anhangás en medio de gente simple de corazón hospitalario, ricos en esa nobleza que todo lo da, y más si hubiese, que es natural a los habitantes de la selva y el desierto... Anhangás fué como un segundo curso de la Universidad del Daime, que pude aprovechar muy bien porque ya estaba más preparado para lidar con aquel poder y aquel conocimiento. Tuve allí hermosas amistades con la gente del lugar, que regentaba un Centro Daimista, pero también experiencias de confronto con un grupo de guerreros originarios de las urbes del Sur, que habían venido desde Mapiá a organizar un feitío al cual me uní.
Para entonces, se había hecho ya casi insoportable para mí el conflicto entre el concepto de un Dios distante, juez y castigador, que nos tenía en este mundo-infierno para pagar nuestras culpas, humillarnos y hacernos arrepentir, que era la visión general predominante entre las gentes que estaban en la base, bien Antiguo Testamento y bien convencional, de la pirámide de la consciencia del Daime (y en el propio programa que me había sido impuesto desde niño y que alimentaba mi parte más sombría)... y el otro concepto, más caro a mi personalidad, de un Dios interno, cercano, animando con su espíritu su propia materia, que conducía evolutivamente al mundo hacia la iluminación y la feliz autorealización.
Me parecía que sólo había dos verdaderas religiones en el mundo: La del Dios del Temor y la del Dios del Amor, y que las sociedades y las personas se conformaban como reaccionarias y fascistas, pesimistas, apocalípticas, inquisitoriales y reprimidas o bien como progresistas, liberales, optimistas, tolerantes... según el concepto básico de su visión de Dios y de la vida... ambos conceptos acabaron por conformar ante mí la cara y la cruz, el aspecto luminoso y la sombra de mi propia experiencia; y acabé polarizándome en uno de los extremos y proyectando en otros aquello que no podía soportar ni dentro ni fuera de mí mismo.
El conflicto, que había comenzado a formarse dentro de mí en Mapiá pero que no había llegado a desbordarse allí, siguió aumentando de presión y estaba ya a punto de hacer explotar mi ánimo. Contra los que se creían en posesión de la verdad, opuse mi protesta, en el fondo igual de convencida de estar en posesión de la verdad. Así, me dejé cegar por la dualidad y estaba excesivamente crítico y con ganas de desahogarme.
Uno siempre acaba convirtiéndose en aquello que no ama, sobre todo si compromete su energía y sus emociones en la acción de juzgarlo y criticarlo, que es una autoidentificación negativa, ya que sólo criticamos a los demás porque nos sentimos unificados con sus aparentes defectos, y negamos, odiamos y combatimos a nuestra propia sombra en ellos; de lo contrario, nos resultaría mucho más indiferente la vida de los otros y el rumbo que le quieran dar.
En un momento de indiscreción y de necia generalización, mi temperamental impulsividad española, ya hirviente, soltó al vuelo un par de cornadas, comentando ante mis compañeros de feitío que había visto entre la mayoría de los guerreros de Mapiá más rigor que amor, más culto al poder que a la misericordia y más orgulloso fanatismo que comprensión equilibrada de la Doctrina. Estos juicios categóricos y prepotentes, viniendo de un gringo -en Brasil se llama gringo a todo extranjero-, que además no paraba de afirmar su libertad de pensamiento y de sostener conceptos unicistas más teóricos que asumidos (que a los guerreros más católicos, dogmáticos y que menos habían comprendido el YO SOY del Padrino, podían parecer blasfemos o heréticos), me valió la animadversión del capitán del equipo del feítio, tocada la dignidad de su ego por aquella ofensa a su autoimagen de firmísimo Iniciado perteneciente a un "Pueblo Elegido".
Éste era precisamente el compañero que yo más apreciaba por su dedicación atenta y firmeza impecable en el trabajo, todo un joven aspirante a comandante; y además le apoyaron varios de sus camaradas, los cuales comenzaron a cruzar sardónicas apuestas sobre cuanto tardaría el Señor Juramidán en ajustarme las cuentas por mi soberbia y mi rebeldía, mandándome una buena "pea" durante el trance del Daime.
Se desató así una vibración de batalla psíquica -de la que todo el mundo estaba pendiente, formándose un coro de azuzadores alrededor de ambos bandos, como siempre que estalla una pelea- en el lugar menos adecuado para ello: la elaboración de la Poción Mágica, lo que provocó que, más tarde, aquella mala vibración diese lugar a tormentosos viajes durante los himnarios, en los que corrieron energías muy pesadas entre nosotros (me parecía estar captando, con claridad telepática, como mis oponentes proyectaban sobre mí con su deseo de castigarme, una forma-pensamiento astral que era su propia imagen del Dios Castigador, para que viniera a quebrar mi estabilidad emocional durante la aceleración de la energía; aunque también es posible que, en parte, no estuviese percibiendo sino mi propia paranoia subconsciente por la hostilidad que imprudentemente habia desatado -seguramente mayor que mi arrepentimiento por haber sido tan bocazas-, y mis esfuerzos mentales para crear protecciones psíquicas a mi alrededor y afirmar mi equilibrio interno no me dejaban atender a la mejor parte de la sesión, con lo que la defensa de mi estabilidad se convertía en la propia inestabilidad).
Nuestra desarmonía llegó a afectar incluso al astral de los otros participantes que no tenían nada que ver, hasta que el anciano siringueiro, jefe del templo, nos llamó firmemente al orden y a la reconciliación, que fué muy reticente por la otra parte... Como resultado de aquella lucha, vine a comprender que nunca se puede salir completamente indemne de una confrontación energética, ya que estamos inmersos en una atmósfera emocional común; y que la victoria mayor de un guerrero es, simplemente, ser capaz de andar por cualquier parte sin tener que sacar jamás su espada de la vaina ni para defenderse. Esto es, por haberse hecho absolutamente humilde e inofensivo a pesar de seguir siendo poderoso (eso era el "humillarse", el “hacerse suelo” del Padrino Sebastián); e inofendible, al haber aprendido tanto a no provocar a nadie, como a no aceptar provocaciones o retos, situando nuestra autoidentificación más arriba del ego, que es el único que puede calentarse por un insulto a su falsa autoimportancia.- "El que se enoja, pierde"-, decía bastantes años después Teuctlí, mi instructor chichimeca de Temascal, que había sido boxeador de barrio.
Asumí así un poco más mi propia sombra, es decir, mi propia intolerancia contra la intolerancia, lo que acabó por hacerme evidente que la personalidad (la máscara que fabricamos con las virtudes que seleccionamos como propias) y la sombra (el aspecto negativo de esas mismas energías seleccionadas, que, al negarnos a ver como nuestras, acabamos proyectando sobre los demás) eran inseparables... Esto me ayudó a conceptualizar un ego algo más sano, a fuer de humilde ante el reconocimiento de que todo lo que me molestaba en los demás era sólo el reflejo de lo que más me molestaba de mí mismo.
A raíz de aquella aceptación, conciencié y valoricé enormemente el poder del perdón, incluído el perdonar también mis propios errores, y el verlos como duras lecciones, escalones del aprendizaje; y seguidamente pasé un tiempo pintando un gran cuadro en el que se veía a Jesucristo derramando toda su amorosa energía de misericordia en una cascada de ondas sesgadas de luz purificadora sobre María Magdalena, representada como una sensual mulata provocativamente vestida, que al perdonarse a sí misma, luego de aceptar las contradiciones extremistas de su incendiario temperamento, asciende a la liberación y al éxtasis. Regalé aquel cuadro (que desató algunas polémicas puritanas a causa de la sensualidad desbordada de la Magdalena en su luminosa fusión con su Maestro y de la sonrisa de absoluta comprensión, casi cómplice, con que Jesús la disculpa y la acoge), a la iglesia de Anhangás; y lamento no conservar ninguna fotografía, pues la recuerdo como una de mis obras más sentidas.
De ahí en adelante, en casi todas las sesiones espíritas en que participé se me fué haciendo cada vez más evidente que, igual que existe a nivel multinacional una conspiración de desalmados intereses que presiona incluso a los más poderosos gobernantes y manipula la influencia de los medios creadores de opinión pública, arreglándoselas para que en unos cuantos lugares del mundo arda siempre una guerra en cuyo río revuelto puedan ellos realizar rápidos y fabulosos negocios, cambalacheando armas, mercenarios, alimentos, medicinas, materiales imprescindibles... y consiguiendo impresionantes contratas para reconstruir el país tras la contienda, haciéndole contraer deudas impagables que lo ponen económicamente en sus manos... de manera semejante, existe también en el Astral una conspiración de oscuros intereses que chupa grandes cantidades de energía etérica del conflicto permanente de nuestros egos.
Las guerras colectivas exteriores que asolan trágicamente nuestro planeta son sólo la exteriorización de las guerras interiores que constituyen el estado emocional normal de nuestra consciencia individual, cuando aún se encuentra ciegamente sumergida en el pantano de la dualidad, rebosante de sanguijuelas astrales.
¿Son las sanguijuelas astrales que azuzan a la violencia a nuestro ánimo fuerzas internas o externas a nosotros? ¿Existen seres extra o intraterrestres que se alimentan de la baja vibración producida por nuestro miedo, nuestra arrogancia, nuestro resentimiento? Sin duda que existen, y en el trance del Daime las he visto a veces reptando por el suelo, con aspecto de oscuros monstruos transparentes, o morbosos diablejos que acechan cualquier mínima apertura de las defensas psíquicas, cualquier bajada de la positividad, para prenderse a nuestra aura y vampirizar todo lo posible nuestras reservas de luz vital.
Pero no hay ninguna fuerza en el universo ajena o externa a nosotros, si lo contemplamos desde la suficiente altura; absolutamente todos los seres astrales que afectan a nuestro mundo personal, para bien o para mal, son creaciones nuestras, permanecen ligadas a nuestro campo de frecuencia para siempre desde que nuestras emociones, palabras pensamientos y acciones las emanaron (son "nuestras relaciones", como las llamaba Teuclí), y se consideran con todo derecho a seguir alimentándose, mientras puedan, de las energías oscuras que las conformaron.
Todas esas larvas astrales que continuamente nos influencian, pidiéndonos acciones, sentimientos o pensamientos afines a su propia baja vibración, para que generemos energías que puedan absorber, porque son de su mismo tipo de frecuencia, todos esos hijos mentales demoníacos que nuestra ignorancia o negligencia ha engendrado, mantienen un estado continuo de guerra en nuestro interior con todas las potencias luminosas de signo contrario, igualmente generadas por nosotros, y que se alimentan del extracto etérico de lo más elevado que producimos.
La impresionante miración del evangelista Juan en El Apocalipsis, en la cual el trigo es finalmente separado de la cizaña, ilustra esta guerra interna entre los extremos de nuestra dualidad, que a todos nos divide y nos llena de ansiedad, ansiedad que consume una enorme cantidad de nuestras reservas vitales, que se vuelcan allí donde ponemos nuestra atención en cada momento; Ansiedad continua que no nos deja disfrutar en paz de la vida, y que se proyecta a otros cada vez que puede, porque es menos sangrante pelearnos con otros que con nosotros mismos.
Mucho más antiguo, también habla de lo mismo el mito sumerio-hebreo de la lucha entre ángeles y demonios, seguida de la expulsión de Lúcifer y sus legiones del Cielo por Miguel y la Hueste de Luz. Pero, además, lo ilustra la Segunda Ley de Manifestación... (la Primera dice que "acabamos siempre manifestando en nosotros mismos y realizando en el nivel material y concreto aquello que más hemos deseado y a lo que hemos concedido mayor atención interna y externa")... La leyenda dice que la Consciencia Suprema pidió a algunos de los Espíritus Divinales más cercanos a ella que concibieran y crearan en sí mismos la dimensión más densa de todas aquellas en las que El Ser deseaba manifestarse al principio de este ciclo.
Pero aquellos espíritus omniscientes se quedaron aterrados ante la visión de lo que se les pedía: tenían que hacer el papel del Malvado del Juego. Tenían que crear, encarnándola en sí mismos, la Sombra Absoluta, la limitación, la enfermedad, el miedo y la inconsciencia; tenían que servir de obstáculo y de reto a los espíritus que iban a jugar el Juego Evolutivo... Lúcifer, el altísimo ángel rector de Venus, el bellísimo Lucero del Alba, desdeñó aquel papel tan ingrato como importante del Teatro Divino (porque no hay El Bueno sin El Malo, en una representación), así que se rebeló con sus compañeros de misión, negándose a manifestar el extremo opuesto al de La Luz.
Pero aquella rebelión de una Unidad de Consciencia, cuyo papel fundamental es percibirlo todo, concebirlo todo, manifestarlo todo, le valió densificarse de manera automática, caer interdimensionalmente desde la mayor altura. Arrastrado por el peso de su propia negación a los deseos del Supremo Amor, se precipitó hasta la vibración más baja del Ser... para venir a ser, precisamente, aquello que se negó a concebir, fórmula que la Justicia Cósmica dispuso para que lograba conocerla intimamente y amarla, y entender que no hay nada más alto o más bajo, ni más bello o más feo, en un universo unicista. Tan sólo para las ilusiones del Ego contraído lo hay.
Dice la Segunda Ley de Manifestación: "...Y también acabamos realizando y manifestando en nosotros mismos aquello que nos hemos negado a considerar, a concebir, a comprender o a amar, hasta que, viviendo en carne propia lo que hemos despreciado, criticado, rechazado u odiado o, simplemente que no hemos considerado con amor, nos llama a la fusión y a la comprensión, ya que en un Universo en que todo es Uno, ninguna parte del todo es despreciable, ni ninguno de los aspectos del Juego Unico de la Consciencia". Seguro que eres capaz de entenderlo y asumirlo, hermano, hermana, entiéndelo y asúmelo y asumirás lo más importante que se puede asumir para dejar de chocar contigo mismo y con todo.

...La falsa paz es un momento de vibración contraída y de tenso reposo entre el último conflicto y el que se prepara. La paz real es un estado en el que se ha superado (aceptándola y amándola) la dualidad conflictiva, con lo cual, automáticamente, la cosciencia se expande y se llega a una consciencia de unidad en La Esencia en la que todas las criaturas son nuestras hermanas, y en la que se aceptan sin resistencia todas las leyes naturales que nos rigen, así como todos los personajes que en el teatro de nuestra mente actúan, héroes o villanos, luces y sombras. Ya que somos Nosotros Mismos quienes hemos elaborado las reglas de nuestro juego y sabemos que sin conflicto no hay aventura evolutiva, y sin obstáculos, limitaciones o retos no hay superación ni autoperfeccionamiento.
Dependiendo que uno acepte y ame a su sombra como complemento de su luz, y a ambas juntas como estructura de su Juego, o no la acepte ...uno puede vivir la vida como un juego monótono, repetitivo, predecible, circunscrito a un mundo asquerosamente archiconocido donde todo es mezquino, en el que continuamente se cae en los mismos errores, en el que las emociones predominantes son la irritabilidad, a agresividad, la frustración, la baja autoestima, el remordimiento y el temor hermanados al sentimiento de culpa, la preocupación, la tacañería, la codicia, la desconfianza, la acuciante soledad, la ansiedad, el stress, el materialismo más aplastante, el aburrimiento, la náusea, y el continuo enfrentamiento bloqueante con el resto del mundo...
...O puede, por lo contrario, vivir su juego como una continua excitante aventura, un entusiasta pasar de puerta a puerta, cada una abriéndose a nuevos universos de experimentación de nuestras infinitas posibilidades. Una intensa experimentación en ascenso, en la que nuevos y nuevos aprendizajes nos llegan, cada vez más interesantes, y más a menudo traídos por la mano del placer que por la del dolor; sintiendo que la vida es un mágico viaje interminable, que todo está muy bien hecho como está; que el dolor, el riesgo y hasta las circustanciales derrotas, no son más que los elementos que dan mayor intensidad al juego.
... que somos indestructibles, que cada ocasión en que caemos es un pretexto para levantarnos en un nivel más elevado inmediatamente después; que la Providencia existe y que es increiblemente generosa con quien confía de verdad en Ella; que cada hombre, mujer o niño que uno conoce es un nuevo compañero de juegos, que llega trayendo en su mano una llave para invitarte a penetrar, en alas del amor y de la amistad, en mundos exóticos y diferentes... Y hasta comprende que el aparente enemigo que uno tiene enfrente, es sólo un reto que La Vida nos pone por delante para obligarnos a un esfuerzo mayor, que nos permita acceder a una octava superior del juego, y que el implacable rival, finalmente, se revelará como un camarada de altura, un cómplice, un maestro, y hasta un salvador... ya que, detrás de todas las máscaras del Teatro del Mundo, hay siempre el mismo Actor Unico.
Es el estado de Paz Real, o de frecuencia vibratoria expandida, lo que trae consigo una clara consciencia que nos permite vivir La Vida en toda su infinita variedad, grandeza y esplendor, manteniéndonos calmos en el ojo del huracán; en él, uno no se siente como un individuo separado en competición con todos los demás, cuya ascensión supondrá forzosamente nuestro descenso; sino que se comprende, con absoluta evidencia, y se experimenta, que hay un sólo propósito y un mismo objetivo esencial en todos los elementos que constituyen nuestro Yo Mayor, inclusive los aparentemente opuestos o indiferentes: la salud y el desarrollo del órgano es la de todas y cada una de sus células y viciversa. La Tierra se siente como nuestro cuerpo físico colectivo. Y, dentro de ella, la Humanidad en bloque, como un órgano mental y funcional con un único propósito evolutivo al servicio del Gran Organismo Cósmico.
Somos piezas de un puzzle holográfico, es necesaria cada una de las piezas para completar la unidad; además cada pieza, en sí misma, encierra la totalidad de lo que somos. La enfermedad, el cáncer, deviene de la influencia de nuestra mente individual competitiva y separada sobre la inteligencia receptiva de las células que nos conforman; cuando un grupo de ellas decide seguir la tónica separatista marcada por el ego regente del cuerpo y, en lugar de colaborar con sus hermanas comienzan a competir, el caos y la autodestrucción se instalan en el organismo... y no vale operar y extirpar... hasta que se corrige la manera de pensar, nuevas y nuevas células seguirán contaminándose de separatismo.
Dice mi amigo, el médico Jose Luis Gil Monteagudo -comprometido luchador por la Paz [*****]-, que cada uno de nosotros somos como un ordenador muy sutil que está equipado con una programación mental producto de su experiencia en el tiempo. Este programa condiciona nuestra percepción de la realidad, y, por lo tanto, nuestras respuestas. Como el programa está contaminado por una especie de virus informático, fruto del miedo transmitido de padres a hijos durante generaciones, nuestra percepción de la realidad es errónea y nuestras respuestas bastante desajustadas.
Tomar consciencia de que existe un programa erróneo, que nos fué inculcado por la carencia de luz que supuso la materialización de nuestro ser en el denso Plano Físico (y por las entidades de sombra resultantes, que se alimentan de nuestro miedo, que se alimentan de nuestro orgullo, que es el emblema diferenciador con el que dignificamos el escudo del miedo, que se alimentan del interés egoísta que el miedo genera y de nuestra contemplación fragmentaria y parcial del fenómeno humano, el cual disminuye nuestra consciencia), tomar consciencia de que existe ese programa erróneo es crucial para desactivarlo.
Pero como la lógica humana -forma de pensar absolutamente relativa y limitada a nuestra identificación con nuestro vehículo físico y el entorno material que percibe- opera a base del mismo programa, todo nos hace pensar que funcionamos normal y correctamente, y que la causa de nuestras desarmonías y conflictos es externa, por lo que nuestra primera reacción es buscar a alguien a quien echarle la culpa. Esto se llama autoengaño, y es una fuerza destructiva y, sobre todo, autodestructiva, muy poderosa.
El miedo es el resultado de habernos identificado demasiado estrechamente con algo tan frágil y efímero como nuestro vehículo físico, hasta el punto de casi haber olvidado a nuestros otros contenedores más sutiles y próximos a La Esencia. Es como si una célula, obsesionada con los límites de su membrana biológica envolvente, perdiera de vista al Amor, es decir, a la Energía Consciente del conjunto del organismo que equilibradamente la mantiene cohesionada y, por tanto, la anima... y considerara al resto del conjunto como externo y ajeno a sus intereses, y a sus células hermanas como competidores, y hasta como enemigos.
Este es el típico pensamiento egocéntrico y autolimitado que surge del hecho de contraer nuestra frecuencia vibratoria a causa del temor, y sólo cambia esa miserable mentalidad a un grado de calidad más alto cuando se expande la frecuencia, al elevarse nuestra onda vital sobre un auténtico acto de amor.
El Amor es una fuerza impersonal e irracional que agrupa a todas las aparentes individualidades, encauzándolas en la evolución progresiva y armónica del conjunto, que siempre apunta hacia la conciliación de aparentes contrarios en una perfección mayor, la reunificación, la confluencia en la Globalidad de la que fuimos emanados.
Nuestra tarea principal en la vida, nuestro Intento de guerreros espirituales por mantenernos despiertos, consiste en darnos cuenta de que portamos, como la otra cara de nuestra luz, ese programa erróneo temeroso, separatista y necio, y que debemos llegar a conocerlo bien desapasionadamente, a comprender las razones de su existencia, a amar la justicia y la sabiduría que lo puso ahí como contrapunto de nuestra evolución ascendente, y a torearlo con hábil atención de guerreros, para que, luego que conozcamos sus leyes y lo tengamos bien vigilado, podamos utilizar la mayoría de la energía de nuestra atención en conectar con el programa Divinal inserto, también, desde siempre, en nuestro "disco duro", que tiene acceso a La Gran Memoria Universal pero que sólo funciona cuando se tocan las blancas teclas del amor y no las grises del miedo... Una vez controlada la sombra y conectados a la Gran Red Universal, la sabiduría y la paz vuelven a fluir espontáneamente y todo se sintetiza, se expande y mejora.
El programa mental erróneo genera una especie de "película" que se proyecta en la pantalla de nuestra consciencia. La vemos durante la vigilia y durante casi todos nuestros sueños; está basada en hechos reales, pero tan distorsionados, que el guión que escribimos casi no tiene ya nada que ver con la realidad que lo inspiró.
En el estado de frecuencia vibracional contraída, y, por consiguiente, de consciencia disminuída, adjudicamos roles a los personajes que aparecen en nuestro escenario vital, y hacemos todo lo posible porque se acoplen a nuestro argumento. Todo debe cuadrar con las expectativas de temor, separatismo y desconfianza que albergamos. Todo lo veremos según el color de las gafas deformadas que nos hemos puesto.
Esta película parece tan real, nos hipnotiza de tal manera, que es muy difícil recordar que podemos apagar el proyector y salir de nuestro propio cine viciado por el miedo.
El Buen Combate de guerreros y amazonas espirituales por mantenernos en una visión unificada y pacífica de La Vida, nuestro amoroso esfuerzo cotidiano para aumentar la sana y lúcida capacidad de confiar, perdonar, tolerar y respetar en nosotros mismos y en nuestro entorno, se puede resumir en:
1B- Saber que, mientras mantengamos nuestra frecuencia vibratoria en niveles densos, existe la dualidad, y, como opuesto complementario de nuestro impulso ascensional, los programas negativos y las películas tendenciosas.
2B- Conocer la propia película, el propio programa sombrío, y sus tendencias.
3B- Mantenerlo controlado, dedicándole un mínimo de energía de atenta vigilancia, y reconectar con la Realidad que Somos, elevando nuestra vibración por medio de un entregado acto de amor universal, que englobe, también, la aceptación de la sabiduría y de la justicia de nuestros condicionamientos.
4B- Gozar de la hermosa visión y experiencia de la Realidad, que supera con creces a cualquier película y las neutraliza, si uno se mantiene en lo Alto de Sí Mismo.

El Amor es la fuerza que genera la vida, la humilde y gozosa utilidad cooperadora, la confiada apertura a lo desconocido que produce la sabiduría y el perfeccionamiento, la tendencia a la unidad, la salud, la valiente y constante búsqueda de la más alta armonía, la alegría compartida, la realización.
El miedo, por lo contrario, tras su apariencia de escudo protector de nuestra supervivencia, sólo lleva al aislamiento, a la preocupación, la prepotencia fanfarrona y hueca, la ansiedad, la avaricia, la desconfianza, el pensamiento fragmentado, parcial, negativo y mezquino, la separación, el cáncer, la triste y lenta decadencia, la muerte prematura en soledad.
El miedo es sólo la ausencia del amor. El cobarde ocultamiento individual tras nuestras corazas -que más que para protegernos sólo sirven para asfixiarnos- cuando dejamos de creer que somos Quien Somos. El autoencierro en la oscuridad.
Esa oscuridad escogida, además, produce dos terribles efectos: deforma nuestra visión de la realidad de una manera grotesca, y propicia que aquello de lo que queremos protegernos se materialice ante nosotros tarde o temprano. Atraemos siempre cualquier cosa en la que fijamos emotivamente nuestra atención, ya sea una atención esperanzada o preocupada.
Ya que, siendo como somos, unidades perceptivas de la Consciencia Cósmica dentro de Sí Misma y de Su Juego de manifestación, cualquiera de Sus contenidos mentales que no somos capaces de concebir, comprender, amar y armonizar, por muy negativo que nos parezca, tendemos naturalmente a encarnarlo, a vivirlo en nosotros mismos, para darnos la oportunidad de conocerlo intimamente y asumirlo. Dios no deja huecos de sombra en su camino.
Quien padece miedo, desarmonía, enfermedad, soledad, confusión, aburrimiento, irritabilidad, rencor o miseria, es porque no tiene fe suficiente en Sí Mismo, es porque olvidó que nuestra Esencia es la Suprema Fuerza, la Fuente de toda Armonía, Salud, Amor, Sabiduría, Creatividad, Paz, Perdón, Riqueza... que no para de fluir mientras estamos conectados a Ella por el Amor. Y esta conexión se llama Autoidentificación, convicción por evidencia experiencial directa, o sea, fe.
Todo paso adelante en la evolución depende de la valerosa confianza del yo para abrirse al "no yo aparente" al "otro", lo que le trae re-creación, intensidad de vivencia, conocimiento experiencial e integración en un universo mayor, pero también un cierto conflicto hasta que uno se ajusta, dando y recibiendo, consiguiendo y cediendo, temperando... De lo contrario, capullo que no se abre para ser fecundado, por miedo a los insectos o a la intemperie, se marchita y se pudre sin llegar a convertirse en fruto.
Cualquier acontecimiento negativo que nos afecta hasta la ansiedad y el dolor, viene causado por la carencia de fe, de confianza en uno mismo y en los demás que Somos, que es la madre de la positividad conciliadora.
Cuando alguien ha sentido miedo y nos ha atacado, vista esa agresión desde la visión real del organismo de los organismos que llamamos Dios, significa, sencillamente, que alguien se ha cerrado al amoroso flujo de la vida, y ha dejado de transmitir La Fuerza que a todos nos mantiene. Bloqueo es igual a: angustia, malestar, irritabilidad, resentimiento, ira, agresividad, meterse ciegamente en males peores... lo que es seguido de desastre, dolor, autoexamen, lucidez, reconocimiento, purificación, reconexión, superación, nueva expansión vibracional...y a seguir caminando.
La sabiduría multiperspectivística y totalmente expandida de Dios percibe siempre, con claridad absoluta, lo que realmente quieren decir todos nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones negativas. Ante Su Consciencia Universal se ven como lo que realmente son: rabietas de niño; farsas para absorber la energía de nuestra atención, ansiosas llamadas a una "cura urgente de amor" de un ser que, al estar separado de su Fuente, sufre lo indecible y trata de liberarse, proyectando sobre otros la culpa que siente inconscientemente por su auto-separación.
¿Cómo actuar respecto a ésto? Sabiendo que nuestra atención es creadora... estaremos haciendo magia negra si sólo la concentramos en los juicios de los errores y en la búsqueda de culpables, como es la tendencia más automática de nuestro programa esclavizador. Cuando dirigimos la energía negativa de nuestra atención hacia las carencias de alguien (o hacia nuestras propias carencias), aumentamos la frecuencia de su, y nuestra, negatividad y contribuímos a su, y nuestra, dependencia de aquel vicio.
Lo sano es actuar conforme a la Ley del Amor: sin dejar de percibir sus aspectos negativos, mantienes tu atención principal abierta a todo caudal al amor, y puesta en lo más alto de cada individuo -su Ser- y confiando en sus infinitas posibilidades de Hijo de Dios, sin juzgar ni criticar... refuerzas sus ángeles interiores, le ayudas y te ayudas a progresar y haces que, tarde o temprano, también tú puedas disfrutar de los beneficios que su progreso trajo para todo el organismo Humanidad que somos. Eso es lo que quería decir El Padrino cuando repetía sin parar: "Valoriza a tu hermano, todos somos Seres Divinos".
Todo Maestro te aconseja que mires al mundo y a tus hermanos con los ojos de Dios: sólo los momentos de común-unión (los que expresan la Realidad unificada que Somos) merecen ser recordados y contados como experimentación real de la vida; todo lo demás no son sino los disculpables sueños ilusorios del ego densificado, quien mata su aburrido tiempo, montándose películas de héroes y villanos monolíticos con ellos.
Los sujetos más agresivos tienen una necesidad mayor de paz y de comprensiva atención que aquellos que se hallan cerca del equilibrio. Un sincero gesto de receptividad y simpatía puede hacerles resonar con la vibración de una persona serena, sobre todo si esta persona, a su vez, se afirma con fe en La Suprema Serenidad para hacerse canal de Ella. En eso residía la terapéutica espiritual del sacramento cristiano de la Confesión.
Si realmente nos afirmamos en el Ser que Somos, no hay nada que temer de un agresivo, pues desde allí se le ve como una parte carente de nosotros mismos, una parte que está pidiendo consuelo a gritos tras una máscara de rabia que facilmente le resbala de la cara tras permitirle desahogarse, para dejar ver unos ojos llenos de lágrimas de aliviado arrepentimiento; Tampoco hay nada que perdonar, ya que si estamos en el Ser, nada ni nadie nos puede hacer verdadero daño.
Pero si en lugar de verlo desde la altura adecuada, desde una perspectiva unificada, sólo lo contemplamos desde el pensamiento contraído del ego, nuestro perdón nunca será completamente sincero; ya que, consciente o inconscientemente, alimentamos el resentimiento, al creer en la realidad de nuestra herida o de la supuesta ofensa. Ofenderse, reaccionar a la contra alterándonos emocionalmente, desconectándonos de la Fuente del Amor y levantando el escudo del miedo y la espada del rencor, o de la venganza, como consecuencia de sentirse uno tocado por una provocación, es un síntoma de debilidad y de que uno se ha identificado con algo muy vulnerable, y no con Su Ser, volviéndose lo mismo que teme y que odia.
Sólo lograremos liberarnos del fantasma del miedo cuando dejemos de identificarnos con el fragilísimo ego, que no aguanta un soplo, y descansemos en la invulnerabilidad de nuestra Identidad Divinal.
Los humanos que se habitúan a vivir en niveles de vibración poco conscientes son arrojados continuamente hacia una u otra polaridad extrema por la Ley de la Balanza: o bien están subiendo la Rueda o la están bajando, para enseguida invertir el movimiento. El sabio se apoya en el fiel de la balanza, nuestra Esencia, que está por encima de las Leyes porque fué Ella quien las hizo todas. Identificados con el Ser, nos salimos de la Rueda del Samsara, o de la eterna repetición de programas duales opuestos, y permanecemos en la eterna serenidad que es propia del que inventa, dirige y goza del juego sin olvidarse de Sí, y que puede, en todo momento, salir a jugar despreocupadamente mientras desea jugar, sin identificarse con los personajes de su juego más allá de lo necesario.

Como broche final de aquella lección de la Vida, cuando justo terminé el cuadro de la Misericordia, del Perdón y de la Reconciliación, llegaron unos visitantes procedentes del mundo exterior, que me dieron la noticia del siglo: el Muro de Berlín había sido derribado...
El Muro que separaba la antigua capital alemana en dos mundos incompatibles, muy cerca del cual había vivido yo durante mi estancia en Berlín, simbolizaba trágicamente la mayor confrontación de aparentes opuestos que marcara a toda mi generación y a las dos anteriores: la del malvado patrón chupasangres y el pobrecito explotado obrero, la del bloque occidental capitalista y el bloque oriental comunista... El fantasma de la Guerra Fría, la dualista espada de Damocles que amenazara al mundo con la destrucción atómica global desde antes de yo nacer, se había disuelto; ¿Y cómo? pues simplemente por la corrupción de aquel lado que más acusaba de corrupción y decadencia a su adversario... Algo que parecía que iba a durar hasta el Apocalipsis final, se había volatilizado como un mal sueño de la noche a la mañana... Si verdaderamente se enseñasen los ciclos anímicos de la Historia en las escuelas, y no sólo los hechos y sus anécdotas, la gente desarrollaría un mayor sentido del humor y tomaría mucho menos en serio a los fanáticos.
Salí a la huerta que rodeaba mi cabaña y recogí toda cuanta piña tropical en su punto encontré, para dar un humilde banquete de agradecimiento y celebración a los mensajeros de tan gran noticia, la única verdaderamente importante que había llegado a mí desde mi aterrizaje en América del Sur seis años antes.




Aquello me hizo meditar mucho sobre las redes de ilusión que influencian nuestra visión de la vida; no se hablaba de mi país en la prensa o la tele brasileira como no fuese para comentar las bombas que habían puesto los terroristas etarras en el País Vasco o en Madrid, de tal manera que para cualquier desconocedor de la situación real, sonaba como si España estuviese casi al borde la guerra civil y en una situación de orden y seguridad pública totalmente caótica; cuando, en realidad en aquel momento se estaba convirtiendo en uno de los paises más libres, democráticos y modernos de Europa y donde con mayor calidad real de vida y más en paz se vivía, a pesar del progresivo desgaste y corrupción del gobierno reelegido imperante, del desempleo oficial y del desencanto del pueblo frente a las expectativas con que confiaron en los socialistas, como si hoy en día un gobierno pudiese hacer su propia política sin contar con la comunidad internacional que le rodea.
Algo semejante ocurría en la prensa o tele española con respecto al Brasil; el "correo de las malas noticias" fomentaba, en primer lugar, la desconfianza del ser humano en sí mismo, luego en los demás y, por fin, en el mundo entero... morbo ante la paja en el ojo ajeno, adicción al escándalo, expectación ante lo negativo, cinismo, prensa amarilla... los medios de manipulación de masas, que sólo consideraban vendibles las noticias sórdidas, unicamente hablaban del Brasil para ensuciar su imagen con sensacionalistas y asqueantes reportajes sobre la degradación y matanza de los menores abandonados en las calles de las megápolis; lo cual no era mentira, pero tan sólo una ínfima parte de la verdad y la otra cara, la más sombría, de uno de los países del mundo donde los niños son más amados y considerados y donde el pueblo, muchos millones de buenas personas, a pesar de la injustísima distribución de la riqueza, posee por naturaleza la mayor sabiduría social -o Arte de Saber Vivir en alegre, abierta, pacífica y cariñosa armonía interna y externa- de que yo tenga datos en todo el planeta. No hay persona sana que conozca el Brasil y sus gentes y no acabe amándolos.
Cuando en los himnarios del Santo Daime visualizábamos el cuerpo astral de La Tierra absolutamente contaminado por las más oscuras vibraciones y trabajábamos hasta el amanecer bombardeando aquella ingente humareda de polución psíquica con nuestras mejores vibraciones de Amor solidario y cooperativo, Consciencia de Unidad, Belleza, Paz y Libertad, resumidas en la firmeza guerrera y en el entusiasmo con que sembrábamos la noche de himnos sagrados, estaba claro ante mi miración que la parte más asquerosa del dragón astral que la negatividad de la humanidad doliente emanara durante el día, había sido fundamentalmente generada por las formas-pensamiento procedentes de los mass-media, sumadas al impacto pesimista y resignadamente morboso o ya insensiblemente indiferente que sus imágenes producían en las mentes de sus millones de lectores o telespectadores, las cuales no podían, inconscientemente, hacer otra cosa que juntarse en el astral para elaborar un proyecto mental apocalíptico, que conducía a la Humanidad hacia su autodestrucción por pura Magia Negra de autosugestión negativa.
¿Has oído o leído sobre el asesinato Vudú en Haití? Pues parte de las mismas premisas: cuando un hechicero quiere eliminar a alguien, hace llegar a su casa una serie de signos rituales que le informan -y a todo su vecindario- de que está siendo atacado mágicamente. Eso rompe inmediatamente la estabilidad emocional del agredido y abre sus defensas psíquicas; todos sus familiares y vecinos entran en pánico también y le rehúyen, como a alguien sobre quien ha caído la peste de la mala suerte.
Si el sujeto no tiene una gigantesca firmeza interna para proteger su ánimo con buen humor, concentración de su atención en algo constructivo y fe total y comunicante con sus aliados angélicos y divinales, la autosugestión negativa acaba por penetrar en él, amargarle la vida y somatizarse, es decir, convirtiéndose lo que era un virus astral o emocional en una verdadera enfermedad física o en algún tipo de locura paranoica que, finalmente, le puede llegar a causar un daño mortal.
Se cumple así el objetivo del brujo asesino, quien lo único que hizo, realmente, fué contaminar de información negativa el entorno psíquico de su víctima; que es lo mismo a lo que dedican diariamente todo su esfuerzo y sus poderosos medios humanos y tecnológicos, consciente o inconscientemente, la mayoría de las empresas de información mundiales.
"Quien no ama, contamina el medio ambiente"

-León Octavio Osorno-

En este final del Segundo Milenio en que, por pura necesidad de supervivencia, se puso de moda la Ecología y las jóvenes generaciones tomaron la bandera de la denuncia de todo aquello que degrada el planeta, nadie parece estar aún suficientemente concienciado de que lo que más lo degrada no son los humos de los motores, los vertidos químicos en ríos y mares, las guerras o los incendios de bosques, que son sólo la hojarasca y las ramas del Arbol de la Corrupción, sino el pensamiento negativo de la Humanidad, que es su tronco; y, en las raíces del tronco, la manipulación de ese pensamiento por los medios de comunicación de masas puestos al servicio del chismorreo degradador y morboso, de la mediocridad, del lucro desconsiderado e irresponsable de unos cuantos grupos de presión que cultivan el envilecimiento de los valores humanos como método para convertir al ciudadano en un consumidor más fácil de dirigir, más embotado, más pasivo y más idiota...
Transmutemos sus raíces, contengamos los juicios que emitimos sin amor sobre los demás, construyamos al Hombre en nosotros mismos en lugar de vivir quejándonos de lo mal que va el mundo, y el Arbol de la Muerte se convertirá en el Arbol de la Vida y de la feliz autorealización del Planeta. Exijamos la concienciación de las raíces sobre el poder del Verbo y el buen uso de las Leyes de Creación. Y las raíces son LOS PROFESIONALES DE LOS MEDIOS DE INFORMACION Y SU RESPONSABILIDAD hacia todos los demás ciudadanos; porque de nada adelanta andar podando periodicamente las ramas; si las raíces continuan envenenadas, las podas sólo conseguirán producir frutos de degradación más resistentes y poderosos.
Hace demasiado tiempo que nuestras consciencias son en gran parte controladas por manipuladores sin escrúpulos, tanto del Plano Físico como del Astral, que cimentan su poder en la total descreencia en la potencialidad divinal del hombre, al tiempo que exhaltan las energías de miedo, de desconfianza y de limitación, las cuales hacen tragar a la Humanidad de cuatro a seis veces al día, y de su minusvalía provocada por sugestión se lucran y se alimentan.
Todo el sistema social "normal" que nos rodea está basado en el miedo, en la desinformación o en la información manipulada; el Estado surgió como un pacto social motivado por el miedo; el miedo hace que nuestros impuestos paguen un funcionariado improductivo cada vez más y más grande y soberbio, que sólo tiene como justificación de su existencia nuestro temor a autogobernarnos, a autoadministrarnos, a aprender y a curarnos por nosotros mismos, a autoprotegernos y cuidarnos; el miedo ha creado las clases sociales, el racismo, las cárceles, los manicomios, las inquisiciones, las ciudades superpobladas, las fronteras, los muros, los partidos, la policía, los ejércitos, las guerras... imagínate todo lo que desaparecerá de nuestra vista cuando vivamos -y no está lejos ese amanecer-, sintiéndonos todos de verdad uno.
Mientras tanto, mejor que una indeseable censura que pueda servir de pretexto a los manipuladores de consciencias para coartar aún más la mínima libertad de expresión que hemos con mucho esfuerzo conseguido... trabajemos, cada uno a su manera, por formar a todos los niños en general desde las Escuelas, y a los futuros profesionales de la comunicación en sus Facultades, ya sean periodistas, escritores, artistas, músicos, informáticos, científicos, sociólogos, políticos... en la concienciación responsable y cuidadosa del inmenso poder de la Imaginación Creadora o Verbo Humano para el bien o para el mal; y de su importantísima influencia específica sobre la construcción del Paradigma Colectivo.
Creer es crear. No creer, con apasionamiento, es crear en uno mismo, aquello que se niega. Conozcamos las Leyes de Manifestación, y usémoslas para el bien de todos.
En la miración visualizaba yo a veces a lo que el Padrino llamaba el "Correo de las Malas Noticias" como un gigantesco pulpo negro que atenazaba hasta casi el estrangulamiento al Planeta Azul. Sólo las energías de sentida autoconfianza positiva en nosotros mismos, en la vida y en la Humanidad y en la propia justicia de aquella sombra, que le lanzábamos toda la noche con nuestros himnos, conseguían disolverlo y difuminarlo temporalmente... ATENCIÓN: se necesitan voluntarios para unirse al Buen Combate.
Pero cuidado con caer en tendencias apocalípticas escapistas o reaccionarias: existen muchas sectas y grupos, de presuntos luchadores por la Nueva Era, que pierden la mayor parte de su energía constructiva en vivir quejándose, denostando o atacando al viejo mundo, con lo cual recaen en las mismas actitudes agresivas, negativas e intransigentes de su enemigo, y se vuelven iguales a él.
Peor aún es la postura de aquellos "espiritualistas" que han perdido de tal manera su fe en la capacidad de renovación del espíritu humano, es decir, de Dios en la Humanidad y en el individuo, así como la compasión por sus hermanos y la responsabilidad por el poder de sus proyecciones mentales -que conocen muy bien-, y que viven contaminando el mental y el astral del planeta con un programa igual de morboso que el de los mass-media sensacionalistas, emitiendo continuamente -y hasta de forma sinérgica y ritual- una imaginada solución de futuro que pasa por la salvación de unos cuantos elegidos vestidos de blanco, que serán evacuados por la flota de naves extraterrestres o angélicas como en una nueva Arca de Noé, mientras las otras tres cuartas partes de la Humanidad obtienen el castigo a su maldad siendo destruídas por la guerra global, el hambre, las inundaciones y, por fin, el fuego del subsuelo o del cambio climático, que se convertirá así en su infierno... Cuando todo eso haya ocurrido, las naves los devolverán a la Tierra silenciosa y desértica, donde por fin podrán ser felices, cultivando lechugas y tomates en el yermo, aún humeante y calcinado, mientras cantan himnos sagrados, satisfechos de no tener ya alrededor a vecinos molestos y profanos que piensen y actúen de manera distinta a la de ellos.
"El estado mental que más necesita de guía, de iluminación y de amor es el de aquellos que ven todo el tiempo a los demás seres humanos como un rebaño de pobres pecadores desorientados, necesitados de guía, de iluminación, de amor, y de perdón."

Thaddeus Golas [†††††]

La realidad material en que vivimos es siempre la cosecha de la imagen del mundo que anteriormente hemos sembrado en el plano mental y regado en el astral con nuestra sentida emocionalidad. Cada quien se merece lo que sueña: Los medios de comunicación y los apocalípticos catastrofistas de cualquier tipo pueden llegar a ser un arma mil veces mas peligrosa que todo el arsenal atómico mundial, sobre todo ahora, que los avances cibernéticos nos acercan a una cada vez más sensitiva Realidad Virtual ...¿Os imaginais a alguien como Adolf Hitler -que también era un apocalíptico- dirigiendo un monopolio televisivo o controlando una red mundial de alta tecnología en realidad virtual servida por Internet?
... Y no habrá un mundo descontaminado, lúcido, libre y en progreso real hasta que los hombres y mujeres de buena voluntad de la Tierra exijan y conquisten su derecho y el de sus hijos, tanto a no ser manipulados psicológicamente por los grupos de presión acaparadores de las grandes cadenas informativas, como a tener un acceso igualitario, responsable y descentralizado a los Mass-Media (los avances técnicos lo están haciendo cada día más factible) y a su utilización constructiva y consciente como alimento sano, armonizador y elevador de la mente social global, para la evolución positiva integral de la Humanidad. Precisamos medios de información e informadores para un MUNDO POSITIVO.
Sin embargo, el hombre no será completamente Libre (con mayúscula) mientras su información sólo provenga de afuera, de los parciales intereses de otros, por medio de aparatos y redes de comunicación diseñados por la industria y el comercio con el principal fin de lucrarse, de chupar tu energía emocional o de construir tu opinión a su medida.
Es necesario que aprendamos a desengancharnos del Correo de Las Malas Noticias para que podamos conectarnos con la única Fuente Veraz de Información Cósmica y permanecer en ella, levantando para ello en nuestra frente la antena capaz de sintonizar con el ilimitado Canal Del Amor, cuyo director es nuestro Maestro Interno.

NO (con todo amor) A LA MASIFICACION GLOBALIZADORA, DENTRO DEL PROGRAMA DE LA UNIFORMIDAD FORMAL MAS SIMPLONA Y VULGAR Y DE LA SENSACIONALISTA NEGATIVIDAD INFORMATIVA.
SI AL MESTIZAJE ENRIQUECEDOR QUE HAGA LA SÍNTESIS COMÚN Y CONSTRUCTIVA DE LOS VALORES QUE CONSTITUYEN EL FONDO ESENCIAL MAS VALIOSO Y PROFUNDO DE CADA CULTURA, AL TIEMPO QUE EXPONE LA RIQUEZA Y DIVERSIDAD DE FORMAS CON QUE LO ESENCIAL SE REPRESENTA.




Cuando hoy describo todo aquello con un estado de consciencia completamente racional y urbano, me parece que profano mi experiencia; que no tiene nada que ver. Como casi no tuvo nada que ver tomar Ayahuasca, tiempo después de dejar la jungla, en Rio Branco, Brasilia o Rio de Janeiro, a pesar del sincero entusiasmo de mis compañeros templarios, los guerreros y guerreras, y de la excelente dirección de los comandantes y comandantas de sesión.
Fuera de su contexto real y del contorno terapéutico adecuado, sin el continuo revigorizamiento físico del trabajo disciplinado y duro en el mato, sin la comunicación etérica íntima y mágica con las poderosísimas energías puras de los espíritus de la floresta en el Corazón del Mundo, sin la inmersión emocional en el sentimiento de un pueblo libre que se desarrollaba espontáneamente en su propio sueño épico en realización; lejos del contacto mental con los auténticos Hombres de la Selva y su cultura, y carente de la comunión espiritual con terapeutas titulados por su propia sabiduría de la talla del Padrino Sebastián... aquello se fué convirtiendo para mí casi como en un ritual escapista cualquiera en medio de la agitada vida laboral y social de la urbe, más próximo cada vez al hábito rutinario.
Y es que existe algo que sólo puedo denominar "EFECTO SELVA", que eleva al máximo nuestra sensibilidad. Salir de la Amazonia produjo en mí una especie de "mono" parecido al famoso "síndrome del astronauta", incapaz de liberarse de su nostalgia del espacio y de adaptarse de nuevo a la prosaica Tierra. Así que acabé por no tomar más y desligarme. Cuando una querida amiga me lo reprochó, después de que el Daime fuera para mí tan gran maestro y medicina, le respondí, con el mayor amor, que un discípulo digno de un gran Maestro tiene que demostrarle que lo es renunciando finalmente a su apoyo y saliendo a practicar los altos vuelos aprendidos con sus propias alas, por su cuenta y riesgo y en solitario; y que la mejor medicina sólo demuestra su eficacia cuando el enfermo que la tomaba deja de tomarla, porque ya se siente sano.
De todas maneras, para mí, el Santo Daime va mucho más allá del rito de ingestión de la Bebida de Poder, que es sólo la puerta de entrada a una mayor percepción. Las enseñanzas de su Doctrina que contienen sus himnos y el ejemplo de sus guerreros y amazonas, como todos los de mis otros Maestros, viven incorporados en mí y me guían, cuando me dejo guiar, por los más claros rumbos.
Uno de mis mayores placeres continúa siendo reunirme con varios hermanos y hermanas para cantar himnos a la Vida. De hecho, todo lo mejor que siento, pienso, digo, escribo, pinto, hago, es un continuo himno a la mágica belleza de La Vida, que me mantiene tan pleno como intensamente enamorado de Ella.
Espero poder regresar a Mapiá algun día, para enterarme de como evolucionó la Comunidad tras la muerte del Padrino, para pasar un tiempo con Chico Correntes o con quien aparezca, y para tal vez saludar de nuevo, mirándolos de frente y desde adentro, a los guardianes astrales de los lugares donde tuve las experiencias más intensas de mi vida. Aunque la mayoría de mis Guías habían estado dentro de mí desde siempre y continúan estando, no me cabe duda de que la Amazonia, el Pueblo de Juramidán y la Ayahuasca nos brindaron la mayor oportunidad para conocernos íntimamente y compartir extraordinarios ratos juntos.

             A morada do meu Pai                             La morada de mi Padre
             é no Coraçao do Mundo,                        es en el Corazón del Mundo,
             onde existe todo o Amor                         donde existe todo el Amor
             e têm um segredo profundo                   y hay un secreto profundo

             Este segredo profundo                           Este secreto profundo
             está em toda a Humanidade,                 está en toda la Humanidad,
             se todos se conheceram                        si todos se conocieran
             aqui dentro da Verdade...                       aquí dentro de la Verdad...

(Himno del Santo Daime)

Que vuestro Femenino Interno, si sois hombres, o vuestro Maestro Interior, si sois mujeres, os guíen también por los caminos de la Síntesis y el autodescubrimiento,
porque la Identidad Real que los estereotipos fantasmales del ego ocultan a nuestra percepción
y que se adivina en la raiz de las potencias de los arquetipos subconscientes de nuestra imaginación, nuestras visiones y nuestros sueños,
es la misma para todos nosotros:

La del Hijo, el Espíritu Consciente de la Humanidad Planetaria, el Verbo Encarnado, el Intimo, el Cristo Cósmico que somos cuando Somos.

Buen viaje, hermano, hermana caminante.
AQUEL ABRAZO.

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