En los ratos que me dejaba
libres el duro trabajo de Mapiá, hice un primer mazo de cartas para todo el
Pueblo de Juramidán y lo entregué al guerrero que había sido mi introductor y
mi primer amigo en Mapiá, desde antes, incluso, de haber llegado a la
Comunidad. Era un chileno capaz de hacer funcionar un motor con cuerdas y
astillas, continuamente dividido entre su fascinación por todo el ambiente del
Daime y su ansia de salir de allí de una vez y vivir de nuevo su libertad
individual sin tanto fiscalillo ni tanta vaina reglamentaria. Me confesó estar
convencido de que yo estaba loco y puede que no le faltara razón... aunque también
puede que estuviese mirándose en mi defensa acérrima de mi egoica dignidad
individual como en un espejo en el cual contemplaba su propio conflicto
interno. También yo me proyectaba en él y descubría cuan fuertemente rebelde a
soportar bridas de cualquier tipo era nuestra alma hispana de potros bravíos.
Ya desde el primer momento
percibí que ni el nombre de las cartas, ni su numeración, se correspondían con
las del Tarot Clásico, pero no quise modificar nada, porque lo que me había
llegado eran insights intensamente sentidos y fluidamente recibidos.
Puesto que era diferente,
denominé TAROMIDÁN a mis 24 Arcanos Mayores en honor a Midán, el Logos Hijo, el
Maestro Interno en lenguaje local. El segundo mazo mejorado de cartas lo hice
especial para el Padrino Sebastián, utilizando sus propias palabras e imágenes
habituales, y se lo llevé.
Al Padrino le encantó el
Taromidán y estuvo ese día muy alegre y confidencial conmigo; entonces, yo me
atreví a pedirle que se considerase mi trabajo de dibujante como contribución
útil a la extensión del Mensaje Esencial de la Comunidad y no, como juzgaban
algunos, un juego de ciudad ocioso e improductivo.
Así, le rogué que me diera
un litro de Daime -además yo tenía derecho a él, añadí, ya que había
participado en el feitío- y un poco de tiempo libre, para confeccionar un
Taromidán que llevar por el mundo, en el que trataría de sintetizar la esencia
de lo aprendido en Mapiá, más las enseñanzas del que seguía considerando mi
mayor Maestro, Carlos Pacini, cuyo abrazo accediera a recibir el Padrino por mi
intermedio... por entonces yo todavía no percibía que, cuando se llega al nivel
de Maestro, todos ellos son El Mismo Ser... y me quedaba comparando las
cáscaras que los envolvían.
El Padrino ordenó entonces
gentilmente que me diesen la botella y me eximiesen de algunos trabajos; lo que
despertó más envidias y competencias entre el círculo de los espirítus
adormecidos con los que, por causa de mis propias limitaciones, afines a las
suyas, me había tocado convivir.
También fué mecenas de esta
obra Don Manuel, el anciano carpintero, compañero del Padrino desde la juventud
de ambos, en cuya casa estaba yo alojado; bendito sea su espíritu donde hoy
esté. El me dió toda su colaboración, aprecio y amistad para que yo hiciera lo
más comodamente posible mi trabajo, y fué así que pude volver a mi amado
oficio, mi camino-corazón, dibujando concentradamente de día y de noche, a la
luz de una humeante lámpara de petróleo, sin dejar de dedicar muchas horas a
los trabajos comunitarios, participar en los himnarios o arrimar el hombro el
día entero, cuando había feitío o recolección de habichuelas.
Siempre que podía, tomaba
ritualmente mi vaso de Daime de amanecida, y cerca de una hora más tarde,
cuando comenzaba a sentir la subida de aquella poderosa Fuerza desde el plexo
solar a la cabeza, agarraba mi machete en una mano y una bolsa con mis cartas
de tela, imprimadas con pintura latex blanca, en la otra, y me iba por el
sendero que se adentraba en la floresta.
Al llegar a los límites de
los espacios talados con el bosque virgen, pedía respetuosamente permiso a la
Reina de la Floresta para entrar en sus dominios a hacer mi trabajo, y después
continuaba con confianza. La energía iba subiendo hasta que el guardián del
umbral, mi personalidad externa, cedía el comando de mi cuerpo y de mi mente a
la incorporación de mis propios arquetipos originarios subconscientes.
La primera vez que yo había
tenido una entrevista con un Guía del Astral, el caboclo Pirinám do Pará, incorporado
en la medium Dona Teresa de Icoarací, allá en Belem en el 86, él me dijera:
- Veo a tu alrededor
poderosos guías que te protegen, especialmente una entidad femenina
resplandeciente. Por la vibración se parecen a Yemanjá y a Oxossi, pero no son
ellos... son entidades de otro país, no los conozco.-
En aquel momento yo no daba
el menor crédito al espiritismo, aunque me fascinaba. Me parecía una exótica
comedia de hechiceros que tenían la virtud de mantener feliz y contento al buen
pueblo brasileiro a base de pura sugestión. Me infiltré poco a poco entre ellos
con la secreta intención de desvelar la impostura, encendiendo, mientras tanto,
como servicial ayudante o sacristán, muchas velas en las ceremonias sagradas...
Pero lo que finalmente
descubrí, maravillado, es que la Magia, por detrás de su ropaje folklórico, era
la forma más eficaz de psicología profunda y la terapéutica más liberadora que
nos había legado la sabiduria del pasado a través de las personas simples y
puras del pueblo humilde y esclavo, a quienes les tocara el papel de
transmisores. Una herramienta única de ordenación del laberinto de la mente, a
base de símbolos reconocibles y usables, para que el hombre pudiera entrar en
contacto rápido, irracional, útil y práctico con sus potencias divinales.
Ahora, gracias al Daime, mi
razón discriminadora, el cancerbero inflexible de la mente occidental,
acorazado de materialismo pseudo-científico, se retiraba a descansar de su
borrachera de Ayahuasca, y en el umbral desguarnecido que hace de frontera
entre el consciente y el subconsciente comenzaban a aflorar, entre las nieblas
del ensueño, mis Guías Ancestrales, tal vez los dioses arcaicos o inventados de
mi Galicia nativa: la luminosa Gal, envolviendo de plata las barbadas
carballeiras en noches de plenilunio; el iniciador Lug, guardián del Camino de
las Estrellas que mas tarde se llamaría de Santiago. Banda, la fuerza, el valor
y la fe de los guerreros libres... el solar Aurens, incendiando el océano de
reflejos dorados, frente al Cabo del Fin del Mundo, bajo cuyos acantilados
despedían el día con sus cánticos las rubias sirenas de La Costa de La Muerte,
las hijas de Navia de cabellera ondulada, señora del océano emocional... y
también iban asomando desde el fondo muchas otras entidades de nombres
confundidos u olvidados, pero que personificaban, cada una de ellas, un pedazo
de mi eterna memoria esencial, un resumen energético de cada experiencia de
manifestación.
... Hasta entonces sólo
había caminado por el seguro sendero hecho por el hombre, atento a no perderme
en el inmenso laberinto de la jungla y con mucha prevención contra las fieras;
pero de pronto sentía que una entidad primitiva, ruda, un salvaje que ni casi
hablar sabía, se incorporaba en mí. Aquel Marte subconsciente, tal vez un recuerdo
genético del hombre prehistórico que en una remotísima encarnación fuera
vehículo de mi espíritu eterno -o quizás la personificación del arquetipo
elemental que aún hoy rige mi tálamo, el dragón, mi cerebro reptil automático-,
tomaba cuenta de mí con un rugido y entonces sentía yo un caudal de
extraordinaria fuerza penetrarme y mi puño se cerraba apretando el mango del
machete, que se volvía inmediatamente un rayo cortante, desafiador de la furia
de la fiera más osada. Ahí yo sabía, sin la menor duda, que ninguna serpiente
ni jaguar tendrían ánimo para enfrentárseme y entonces abandonaba la seguridad
del sendero, sustituyéndola por la confianza total en el instinto de la entidad
acoplada a mi aura que comandaba mi voluntad, y me dejaba perder entre la maraña
de la selva.
Durante diez minutos o media
hora, me deslizaba silencioso y ágil como un animal entre lianas y matas
exhuberantes, sin precisar siquiera abrirme camino a machetazos. Me introducía
en la catedral vegetal donde los troncos proyectaban hasta el cielo sus
nervaduras en colosales bóvedas de crucería que apenas dejaban filtrar rayos de
luz en la penumbra... hasta que por fin encontraba, con absoluta evidencia, mi
lugar, el lugar de poder, que cada vez era distinto. Y yo sabía internamente
que ese y no otro, era mi lugar. Y que era tan seguro como si una muralla
invisible y circular me protegiera.
En aquel momento dejaba el
machete a un lado y me sentaba en el suelo, piernas y brazos cruzados,
vegetalmente relajado, fundido y enraizado en el seno cálido y húmedo de la
Tierra, prendido al tiempo del Cielo, mucho mas allá del azul imaginable, por
un hilo de poder que antenaba mi frente... y ya por fin acomodado, la penumbra
parecía iluminarse por fluídos de luz que me llegaran de los árboles, como si
me hubiesen estado esperando hasta entonces.
En ese instante, mi salvaje
regresaba al Astral y otro de mis guías internos me incorporaba: el monje
adolescente. Con el mayor fervor, calma y devoción, absolutamente centrado en
el tercer ojo y sintiéndome tan leve y vacío como si mi materia se estuviese
desintegrando en una pura danza remolineante de electrones, puesto todo yo en
mi Verbo, sintiendo el fuego que se generaba en cada palabra, ofrecía una viva
oración a la Virgen Madre Tierra cuyos brazos vestidos de hojarasca sedosa me
envolvían, rogando a la Reina de la Floresta que se dignara enviarme material
para mi trabajo. Y me lo enviaba.
Venían entonces sobre mí
miraciones tan intensas y luminosas que me sentía casi levitar en el aire,
sentado como estaba, leve y hueco y traspasado por El Poder, sin dejar de
musitar las entrañables oraciones que aprendiera de niño, como una letanía
interminable que me conectaba intensamente con el Origen de todas las energías.
Mis oraciones se habían vuelto mi respirar, y mi centro respiratorio ya no
estaba en los pulmones, sino en la base de la nariz. Todo mi ser individual se
fusionaba ahora con mi Ser Cósmico en una inspiración-expiración que, cuanto
más profunda, lenta, sentida y disfrutada mi oración, más clara y sensible la
miración se hacía.
Sentíame rodeado de luz,
envuelto en luz, penetrado de luz y todo yo era una hoguera cálida de luz;
deleitándome por una parte en el placer de ser tomado hasta mi último átomo por
el amor de La Vida, y soportando, por otra, una elevación tan intensa y acelerada
de mi energía, que me parecía que podría estallar en cualquier momento.
Luminosas geometrías coloridas danzaban dentro de mi mente al ritmo de mis
oraciones, girando y girando, ascendiendo o descendiendo la Escala de las
infinitas perspectivas y convirtiéndose de manera orgánica en formas
reconocibles, hasta conformar una carta completa del Taromidán que quedaba
grabada en mi cerebro. A veces otra más y hasta tres cartas... que luego
permanecían repitiéndose ante mi visión astral, mientras yo agradecía una y
otra vez, con las manos abiertas y los ojos cerrados, sintiendo a todos los
elementales de la selva danzar alegremente compenetrados con todos mis
elementales internos alrededor del hilo luminoso y ondulado de mi
agradecimiento incesante que me conectaba al Cielo, al tiempo que La Tierra
latía bajo mi cuerpo como la piel tibia, turgente y sudorosa de una amante;
respiraba en cortos y profundos intervalos por la nariz el fuego rosavioláceo
del aire, pero sabiendo que era el aire quien me respiraba a mí.
Me veía desde dentro y desde
fuera, penetrado por todo y penetrándolo todo, mi cabeza abierta como un cáliz,
gozando hasta el no-límite del amor con El Misterio, que me inundaba de
muchísimo más Conocimiento que el que podía asimilar, desbordándome orgasmicamente,
atravesándome. En la miración, la bella Musa Amada, hecha pura llamarada
luminosa prendida en mis entrañas, abrazaba mi cerebro desnudo contra su pecho
y también el corazón y el cerebro y el corazón de cada una de mis células,
consumiendo su materia y transmutándola... y toda la Creación me hablaba
íntimamente al cerebro y al corazón y todo lo que me hablaba era yo mismo.
Al cabo, tomaba consciencia
de que el mensaje ya estaba perfectamente grabado en su totalidad y que no
haría más que repetirse; y entonces lanzaba fluidamente mi primer esbozo sobre
las telas como quien pare, dejando para más tarde el acabamiento.
Me levantaba luego y me
despedía agradecido de los espíritus sabios de los árboles y de la tierra que
me habían acogido y envuelto en su amorosa red de influencias energéticas...
una de las veces me dí cuenta que mi guía subconsciente me llevara a escoger un
lugar de poder justo al pié de una gruesa liana de Jagube, escasísimas ya en
los alrededores de Mapiá, hasta el máximo rastreados... y yo había estado, sin
saberlo, sentado todo el tiempo y apoyado de espaldas en su ancho y retorcido
tallo, de musgos y líquenes barbado, como un anciano duende del bosque. Cuando
lo descubrí al levantarme, todavía en trance, vibraba transmitiendo toda la
sabiduría de la selva por medio de luminosas ondas espirales de colores, que
ascendían y descendían desde sus raíces en tierra hasta las altas copas al
cielo libre asomadas y viciversa, impregnando de dorada claridad todo el
ambiente en torno con su aura, como si fuera la antena de un emisor telefónico
telúrico-cósmico.
Una vez levantado, volvía a
incorporar en mí el salvaje, que me hacía deslizarme sin ruido ni vacilación
por los intrincados vericuetos del laberinto vegetal hasta reencontrar el
sendero humano, guiándome con absoluta seguridad.
Regresando alegremente a la
aldea, percibí en varias ocasiones que me desdoblaba, no ya en un ectipo, sino
en dos o tres: una vez sentí al salvaje guerrero a mi derecha, sujetando el
machete con firmeza, mientras a mi izquierda, caminando etérea como si flotara,
iba la Venus de las Cascadas, bella y delicada como un ángel, portando al brazo
mi bolsa cargada de telas, instrumentos de dibujo e ideas acuarianas. Amazona
Aquaria, la estrella-guía de mis caminos de peregrino. En el medio, yo me
sentía al mismo tiempo dividido en ellos y como incorporando un tercer
personaje: un adolescente mensajero llevando sus cartas de amor a la Vida para
quien las quisiera recibir, escoltado por un ángel de hierro y otro de luz.
Por fin llegaba al límite
del bosque y allí me despedía de la Reina de la Floresta lleno de
agradecimiento, retornando a mi personalidad externa.
Vuelto de mis trabajos en la
selva a Mapiá y a la casa del caballeroso Don Manuel, me sentaba a la mesa y
pasaba una hora rematando los dibujos recibidos, mientras el efecto del Daime
iba bajando. Nunca como entonces bendije el alto don que suponía haber nacido
con vocación de pintor, de desvelador del Misterio invisible en la forma, y de
haber desarrollado aquella habilidad mágica, a pesar de encontrarme en un lugar
donde no era tal vez especialmente apreciada... Don Manuel me decía que podría
serlo, si aprendía a tallar objetos y muebles de culto en las maderas preciosas
de la selva, ya que el arte de utilidad litúrgica es el único lujo bien mirado
en una sociedad que todavía se encuentra en su fase épica.
Había en el Templo y en la
Casa de la Estrella dos fastuosos cruceiros de dos brazos, tallados en las
maderas más nobles por un artista genial de cuyo nombre no logro acordarme.
Cuando los miraba durante los trabajos, bellamente ornados con círculos y
estrellas, me recordaban las arcaicas cruces ceremoniales que los celtas
esculpieron en piedra irlandesa y bretona para resumir en ese símbolo el
equilibrio cósmico entre lo de arriba y lo de abajo.
Ante eso, yo reflexionaba
sobre como la sofisticada y decadente sociedad de la que yo venía había ido
transformando aquel primer concepto de Arte, que surge en una comunidad austera
y natural como una cara ofrenda a la Divinidad dentro y fuera del hombre, y
como una herramienta ritual, simbólica y útil de identificación con lo
Inasible, de elevación emocional y ordenación mental del colectivo a través de
la sugerencia de la forma... en algo que algunos críticos definen como "Aquello
que no sirve absolutamente para nada"... salvo para epatar, o sea provocar
descaradamente un instante de leve escándalo a la soberbia encastillada en la
rutinaria ignorancia conocida; para especular en la bolsa de la irrealidad con
precios infladísimos por estrategias de marketing; y para expresar la vaciedad
de las almas abortadas de la mayoría, entre ellas las de esos mismos críticos.
...El resto de la mañana lo
pasaba haciendo "cosas serias": es decir, lavando cacharros y ropa en
el río, o cocinando para Don Manuel y para mí lo único que se comía en la
Amazonia: "farofa", un rehogado de harina de mandioca, más
"feijón" (habichuelas), acompañado de espetos de pescado a la brasa,
si hubo suerte en la pesca, o arroz, macarrón y un poco de tomate, cebolla o
delicias exóticas semejantes, si algún visitante las había traído del Mundo
Exterior, ya que cualquier hortaliza tierna que se intentaba plantar era picada
rápidamente y transportada en pedacitos al hormiguero de las hormigas arrieras.
Transformar tu pedazo de selva en un jardín, como decían los himnos,
refiriéndose a la transmutación de nuestras energías brutas en sutiles, no era
tarea fácil, se necesitaba enorme paciencia y constancia.
Había, eso sí, fruta
suficiente, variada y con sabor de paraíso; sólo buscarla y recogerla; y
algunas vacas Brahma, tipo cebú, que daban leche para los niños... las gallinas
no duraban mucho en Mapiá: de repente se precipitaba sobre alguna de ellas un
águila arpía desde el alto bosque y se la llevaba a la vista de todos. Los
animales domésticos, en aquel medio, tenían que redespertar sus instintos
salvajes para sobrevivir. Que yo sepa, salvo en los primeros tiempos del
asentamiento de los daimistas en Mapiá, en los cuales no había otra cosa que
comer, no se cazaban seres de carne en la selva, por prohibición expresa del
Padrino.
La humildad de nuestra
alimentación se compensaba ampliamente con la generosidad con que todo cuanto
se conseguía se repartía entre los hermanos: Uno podía ir a comer a cualquier
casa, seguro de que cuando entrase, todos harían un nuevo plato, restando
partes a la ración que les tocaba, lo cual no era una nobleza exclusiva de los
Hijos de Juramidán, sino típica de todo el buen Pueblo Brasileiro.
Por la tarde preguntaba qué
había para hacer y colaboraba en los trabajos de la Comunidad, que se hacían
con perfección, pero sin ansia ni apuro, para que fuese un placer trabajar, y
siempre cantando con pura alegría.
Al dorado atardecer ¡que
atardeceres y amaneceres los de la selva! ¡que belleza la del baño en el río al
fin del día!... entregaba mansamente mis energías diurnas al agua, memoria del
planeta, mientras se bañaba también el cielo en colorido sobre el bosque
infinito, al mismo tiempo en que todas las aves e insectos interrumpían sus
actividades y se ponían a dar gracias a La Vida cantando en la enramada...
Luego del baño, aseado, subía a la aldea y entraba en cualquier casa de familia
donde se oyera una guitarra o una maraca, o palmas batiendo, sumándome al grupo
que, alrededor de la mesa, presidida por una vela encendida en su centro,
entonaba los bellos himnos de Oración con fervor. Aquel pueblo no tenía
televisión, más tenía canal, y sintonizándolo, se pasaba el tiempo mirando a
Dios en su primera cara, tanto la de sí mismos -la vida interior, familiar,
comunitaria- como la de la pura naturaleza envolvente: la Creación. Aquellas
gentes estaban aisladas del resto del planeta por el océano de la jungla, pero
se pasaban el tiempo viajando por todos los mundos posibles a su infinita
creatividad sobre la alfombra mágica de la miración.
Me fascinaban los niños que
poblaban aquellas sencillas casitas de madera y tejado de uralita, que, cuando
llovía, resonaba como mil tambores: niños rubios, morenos, negros, indios,
orientales, niños resultado del cruce de todas las razas en el fondo de la olla
del Gran Alquimista, en el Corazón del Mundo, la generación de la Unidad
Planetaria, los auténticos nativos del Pueblo de Juramidán. Niños sanísimos de
ojos puros y vivaces, ojos de noche Luna Llena, desbordantes de alegría y de
inteligencia natural, que nadaban como peces desde bebés, que aprendían solos a
tocar cuanto instrumento musical podían agarrar, comenzando por las maracas,
niños que evolucionaban en la Rueda de Energía del Templo en perfecta
formación, orgullosos de sus fardas... pequeños guerreros y amazonas; niños
fuertes y responsables que trabajaban eficazmente desde muy pequeños
colaborando con su familia y con toda la Comunidad, y que siempre, siempre,
siempre, estaban riendo.
Niños amados como sólo en
Brasil son amados y mimados los niños por sus familias; niños expresivos,
cariñosos, profundamente observadores, valientes y discretos, acostumbrados a
mirar directamente y con simpatía a los ojos de cualquiera; niños que se habían
bañado en Ayahuasca desde el momento de su concepción, que habían recibido la
Bebida de Poder a través de su madre durante la gestación y la lactancia, y que
eran bautizados con Santo Daime al nacer, poniéndoles sus padres una gota en la
boca con el dedo.
Al anochecer, bajo la gran
luna mora tropical y el infinito concierto de los grillos y las ranas, iba por
la Casa de la Estrella, a asistir a limpiezas etéricas o curaciones, que se
hacían más dramáticas a causa del fuerte contraste de luz y sombra que producía
la luz de las velas en los rostros; o bien al Templo, a cantar y danzar en el
himnario hasta el alba... Un joven del Sur me dijo un día: - Yo estoy aquí
porque ésta es una religión de alegría; no veo mejor manera de sentir a Dios y
al Amor que cantando y bailando toda la noche junto a mis hermanos, frente a
mis hermanas, con luz en la frente y con el corazón abierto.
Cuando había feitío, jamás
dejaba de acudir, a menudo junto a mi anfitrión; y hacía cuestión de honor el
no dejar de batir Jagube hasta que se disipaban las últimas sombras de la
noche. Ya no me acuerdo a que horas dormía y sin embargo, jamás estuve tan
fuerte ni realicé ejercicios físicos tan intensos.
|
Cuanto más escribo, más dudo que alguien que no haya estado allí lo pueda entender. En estos escritos he usado muchas veces la palabra magia, sin embargo casi nunca la usábamos en Mapiá, como tantos otros términos de mi propia formación que apunto para dar una explicación subjetiva de los fenómenos que experimenté. En Mapiá no teníamos consciencia de estar haciendo magia ni hablábamos de ella. Simplemente vivíamos en la magia y nos parecía increíble que alguna vez en nuestras vidas hubiéramos perdido tanto tiempo y energías devotándonos a la adquisición de las vanidades del Mundo de Ilusión, en lugar de emplearlas, antes de nada, en reconstruir, afirmar o fortalecer nuestra religazón interna.
ESTELAS
DEL LABERINTO
En los dos años siguientes,
ya casi saliendo del Brasil, elaboré 86 cartas más, los Arcanos Menores, que
juntadas a los 24 Arcanos Mayores, el Taromidán recibido en Mapiá, conformaron
las 110 Cartas o Estelas del Laberinto, o del Peregrino.
Los 86 Arcanos Menores son
algo ya completamente diferente de los 24 Mayores: un juego de Arte y
Psicología. Constituyen mi reflexión posterior sobre lo que aprendí de mi
experiencia por los caminos de Peregrinación de Santiago y de Aquaria, bajo la
luz arrojada en mi espíritu por mi experiencia con Carlos Pacini, con el Daime
y con el Taromidán. Se pueden ver en mi webwww.castelin.com, acompañadas de los textos de “El Gran Juego de la Vida”.
Caminando por Mapiá, me
dolían en el alma los muñones de árboles talados que se veían aquí y allá. El
pueblo de Juramidán se decía defensor de la floresta, pero jamás les ví
replantar un árbol de los muchísimos que cortaban continuamente para construir
cultivos o casas o alimentar el fuego en el feitío. Confío en que la joven
generación de jefes descendientes del Padrino haya podido cambiar las
costumbres de su gente, de lo contrario, la bella Nueva Jerusalén podría
parecer hoy un poblachón vulgar como tantos, ya que en el corto tiempo que viví
en la comunidad, ví desaparecer los altos árboles que aún ornaban el centro de
la aldea, en torno al templo, a un ritmo mucho más acelerado de destrucción que
el que degradaba y envilecía las contaminadas ciudades del Sureste del Brasil.
En ese mismo año, al final
de los ochenta del veinte, la suma de las áreas que fueron quemadas en toda la
Amazonia conformó una extensión calcinada que, sumada, daba el tamaño de
Francia. Los satélites artificiales lo registraron y hubo alerta mundial y un
coro internacional de hipócritas protestas de los habitantes de los países
industrializados, que habían sido los primeros en promocionar e imponer un
modelo de civilización en el que el lucro inmediato y desconsiderado primaba
sobre todos los demás valores, y también los primeros que habían comenzado a
asesinar su propio ecosistema y que continuaban asesinándolo, mientras
criticaban a los brasileiros más pobres y valientes, que trataban de salir de
la miseria haciéndose propietarios de un pedazo de selva ...sólo que en el
marco de una política estatal de colonización nefasta, que les asignaba los
títulos de propiedad, no cuando habían conseguido transformar el mato salvaje
en un jardín habitable y abastecedor de alimentos y bienes, sino, simplemente,
cuando lo habían quemado todo para crear un precario pasto en el que se
buscaran la vida unas pocas vacas famélicas.
Tiempo más tarde vino la
Conferencia Mundial para el Medio Ambiente en Rio y se vió en ella que la
hipocresía era, con todo, menor que la irresponsabilidad cínica de los que
tenían intereses tan grandes en que las cosas sigan como hasta ahora, que ni
les importaba, no ya el futuro de todos, sino ni siquiera su propio futuro. En
1997 hubo nueva conferencia en Kioto, y su protagonista principal volvió a ser
el egoismo ciego y suicida de los gobiernos de los países más industrializados.
Un hombre, o una mujer, es
la conjuntada síntesis de millones de vidas minerales, vegetales, animales,
astrales, espirituales, micro y macroscópicas, multidimensionales, es decir, de
Seres Divinos, emanados del Uno Unico a Su imagen y semejanza, iguales en
esencia y potencialidades, creadores de su propio destino y libres (cuando
expandidos a su nivel más amplio de frecuencias), mas cada uno situado en su
propio grado de consciencia y nivel vibratorio, y todos evolucionando en su
proceso; los cuales forman una comunidad biológica de células vivas y especializadas,
suficientemente compleja como para poder servir de canal autoconsciente de
manifestación a la Consciencia Cósmica.
Salvando las diferencias, el
equivalente al hombre en el mundo vegetal son los árboles, esos acúmulos
ingentes de vida natural, eternos meditadores y transmutadores de energía
telúrica en cósmica. Me lo dijo en Anhangás a su manera un viejo siringueiro,
que había pasado casi todas las mañanas de su vida recorriendo el largo y
sinuoso sendero selvático que enlazaba los treinta o cuarenta árboles de caucho
a los que extraía su preciada savia y a los que conocía tan bien como un
lechero a sus vacas, ya que eran su medio de vida y, como suele ser el medio de
vida de cada hombre, su escuela principal de Conocimiento de la Vida.
El anciano me hizo el honor
de llevarme a recorrer con él su laberinto, describiéndome las cosas asombrosas
que los profanos ni vislumbran por falta de raíces en la jungla, nombrándome
cada árbol, cada insecto, las propiedades asombrosas de cada hoja de la selva,
mientras me contaba aventuras de la época de su juventud, de las veces en que
tuvo que luchar contra fieras o indios bravos que lo acechaban para convertirlo
en su cena, o de aquellas otras en las que se le aparecieron, a él o a sus
vecinos, los espíritus encantados y duendes del Pueblo Invisible -el terrible
Curupira, una especie de ogro o cíclope peludo; las Señoras de las Aguas, que
raptan niños para convertirlos en payés curadores; el Boto, o delfín rosado de
los ríos amazónicos, que se disfraza de hombre para bailar forró en las fiestas
de los poblados y huir, después de dejar preñada a alguna moza entre los
matorrales de la orilla; o el Sací Pereré, un enanito desnudo que sólo tiene un
pié y que anda hacia atrás y en círculos, para desorientar a los cazadores
abusones y hacer que se pierdan en el mato-... y, en medio de aquellas
historias tan sabrosas como alucinadas, el viejo iba brindándome de paso unas
gotas de su sabiduría.
Me dijo, con su simplísimo
lenguaje de caboclo, que cuantos menos árboles haya en el planeta, más
embrutecido, desconectado e infeliz será el hombre; que la misión del hombre
sobre la Tierra no es convertir la naturaleza bruta en insensible artificio,
sino en un jardín vivo, ordenado y agradable para todos los seres. Que algun
día las naciones se disputarán la energía sutil del agua y de la poca belleza
natural que quedará en el planeta como hoy se disputan los yacimientos de
petróleo y de minerales preciosos... que andar por y entre los árboles, fué la
escuela de habilidad y equilibrio que los antropoides tuvieron justo antes de
convertirse en humanos; que fué ahí donde desarrollaron las manos multiútiles
que nos permitieron luego crear civilizaciones, y también el sentido
tridimensional, de donde luego salió nuestra razón medidora.
Entre las copas de la selva,
el mayor enemigo de nuestro abuelo era la serpiente y es por eso que, todavía
hoy, sólo pensar en ella nos escalofría.
- Si en la Biblia se dice
que el paraíso primigenio, el Edén, era un bosque y que la serpiente mostró a
nuestros antepasados el fruto del Arbol del Bien y del Mal, lo que significa
ese símbolo -me confidenciaba el viejo druida amazónico con su rústico
portugués arcaico, hecho de intraducibles conceptos en que los se fundían el
sueño mítico y el de la vida cotidiana-, es que los antropoides más
evolucionados de la selva se volvieron hombres el día en que se atrevieron a
probar por primera vez la Ayahuasca, siendo que la liana de donde procede tiene
la forma de una larga serpiente y se enrosca en un árbol.
El poder y la sabiduría de
la Serpiente Vegetal elevó de forma gigantesca la vibración de sus chakras,
abriendo sus mentes instintivas de animales a la autoconsciencia y con ella al
libre arbitrio y a la responsabilidad por sí mismos, que llevaba aparejada el
sentido intuitivo de lo correcto y lo incorrecto y, con él, la pérdida de la
inocencia y de la impecabilidad, junto con la de la segura, pero automática,
guía del instinto.-
Quedé impresionado por esta
nueva versión acerca del mito del Árbol del Bien y del Mal del Edén, que, desde
luego, coincidía con todas mis experiencias del re-despertar de la consciencia
ética y estética natural y profunda como primera reacción del subconsciente
para purificarse, una vez desbloqueado por la Bebida Sagrada.
Le pregunté después por
otras plantas de poder, como los hongos; y me respondió:
- Si, conozco muchos, pero
el poder y la sabiduría de las consciencias encantadas que contienen, que son
elementales de tierra y agua, y responden tan sólo a nuestros estímulos
astrales, no tiene ni comparación con los que viven en el Jagube, que son altos
silfos del aire, que resuenan muy bien con los del fuego eléctrico de la
atmósfera, y que están acostumbrados a transmitir directamente a nuestra mente,
y no sólo a nuestra emocionalidad, a poco que nos abramos a la contemplación de
la belleza de la Naturaleza, los más elevados pensamientos del Ser Planetario,
del cual los árboles son sus antenas.
- ...Por eso, en la Biblia,
Dios siempre llama al desierto a Sus mediums, sean poetas, artistas o profetas,
o niños puros o gente enamorada, para hablarles a través de los Silfos del
bosque o las Salamandras de las altas montañas, los cuales resuenan en las
consciencias elementales que conforman nuestro propio cuerpo. Si la consciencia
del canal ya está bien despierta, lo hace, de manera más directa y con
muchísima más potencia, a través de Sus Ángeles o Virtudes Divinas, que
resuenan con las propias virtudes que los Hombres o Mujeres con mayúscula
desarrollaron en su autocultivo interno.
- Todo en el Universo está
Vivo y es Consciencia; cualquier forma, una planta, una piedra, no es sino el
cascarón denso que las energías dinámicas de Dios, Arcángeles, Ángeles,
Espíritus Humanos y Devas, moldean sobre Sus propias energías estáticas, sobre
lo que llamamos los Elementales de la Tierra, el Agua, el Fuego, el Aire y el
Éter, para construir distintos vehículos materiales o personajes, más o menos
sensibles, como estos mismos cuerpos nuestros o el de éste árbol, con los
cuales manifestarse y poder jugar Consigo Mismo su Juego de Amor y Evolución, y
Conocimiento de Sí Mismo y combinación y despliegue de sus infinitas
posibilidades sobre el Plano Denso y sobre todos Sus Planos.
- Sin embargo -, me advirtió
el anciano en un tono de voz más bajo, volviéndose a mí de repente, y acercando
su rostro a mi oído como para contarme un secreto- hay que saber tratar con los
elementales. Igual que hay que saber tratar con los espíritus sufridores del
Astral: siempre la disciplina del ritual por delante, siempre el protocolo sagrado
para tratar con ellos con todo amor, pero con una cierta formalidad, autoridad,
orden y distancia... de lo contrario, les das un dedo y pueden querer quedarse
con el brazo todo... ellos no tienen tan claro como nosotros el sentido de lo
que es correcto y de lo que no lo es, son como niños traviesos, y, a veces,
hasta como verdaderos animales... o diablillos; y, si pueden, se aprovechan.
Por eso nunca se debe tomar, simplemente Ayahuasca; yo tomo, unicamente, Santo
Daime, lo que significa Ayahuasca consagrada por un ritual... lo que quiere
decir que, pase lo que pase, Dios y todos los Altos Seres Divinos estarán
controlando la sesión.
Cuando, a la vuelta de
nuestra excursión, después de cruzar el río Purús, acabábamos de amarrar la
canoa y nos disponíamos a subir la ribera hacia su casa, el anciano aún
añadió:- Escucha la selva de noche, cuando estés en trance de Daime, y oirás, a
través de ella, los discursos de amor que se intercambian el Cielo y la Tierra
y todos los proyectos de Dios en los que trabajan.-
Seguí su sugerencia: y puedo
asegurar que no hay canto gregoriano más sagrado que el que en la noche se
eleva desde la jungla al cielo estrellado, procedente de todos los seres de
todos los reinos naturales, transmitiendo el amoroso agradecimiento y las
alabanzas de La Tierra a la Vida Cósmica de una manera no demasiado diferente,
sin embargo, a como hacían los templarios del Daime en los himnarios. En mi
miración, las voces de todas las criaturas de la selva se conjuntaban en una
extraordinaria sinfonía de ondas vibrantes que ascendían hacia el espacio
conformando geometrías luminosas en construcciones indescriptibles, cruzándolo
en todas direcciones, entrelazándose con las influencias energéticas
provenientes de las estrellas y combinándose y modificándose con ellas, hasta
crear en la maleable substancia etérica neutra del mental cósmico un tapiz de
mutantes formas que se encajaban unas en otras, configurando organicamente un
nuevo paradigma planetario con los deseos de todos los seres.
Los elementales del aire y
del fuego se estructuraban por semejanzas vibratorias en redes energéticas que
formaban verdaderos campos de fuerza sobre la imagen mental conjunta, y el
nuevo proyecto del mundo iba edificándose y superponiéndose al antiguo, como un
gigantesco holograma luminoso tridimensional en el plano subconsciente
colectivo, o astral, del Ser Planetario que somos, mientras los elementales del
agua y de la tierra se preparaban para acabar de materializarlo en el plano
físico.
Como cada una de las ondas,
procedentes de insectos, pájaros, animales, hombres, árboles, el cuerpo mineral
y acuático del planeta y las vibraciones procedentes de cada estrella, tenían
su propio movimiento colorido en brillantes destellos puntillistas y
danzarines, así como su sonido específico ante mi ojo astral, concluí
intuitivamente en que aquel concierto mántrico colosal hecho de tan diversos
como bien compenetrados instrumentistas, debía ser lo que los sabios llamaban
La Música de Las Esferas.
Poniéndome más en ella, lo
que significa atenderla participando, y no sólo como observador, me dí cuenta
de que su base melódica era un compas dual, en el que cada ser individual
emitía una llamada, una petición o un requerimiento; conformando la suma
sinérgica de las infinitas preguntas entrelazadas y repotenciadas, en si misma,
la respuesta del Ser Total, que todo lo llenaba en contrapunto.
El conjunto constituía una
escala caleidoscópica de graves y agudos infinitos, entrecruzados en un mandala
sideral que abarcaba toda la bóveda nocturna, expandiéndose y contrayéndose en
luminosas ondas espiraladas compuestas por billones de puntos luminosos, cuyo
movimiento centrífugo o centrípeto se alternaba al ritmo de mi respiración (o
mi respiración al suyo), lo que me hizo pensar que no respiramos, sinó que
somos respirados por el propio movimiento rítmico de la vida, y que nuestra
armonía individual consiste, simplemente, en no ofrecer resistencia al flujo y
reflujo natural de todo y en acompasarnos lo más consciente y afinadamente
posible con él; con lo cual mi energía se elevaba a la paz y al éxtasis y a las
más luminosas visiones, a través de las que la Sabiduría inherente a la Armonía
se manifestaba en el marco natural de mi mente armonizada.
A partir de aquella noche en
Anhangás quedo claro para mí el poder inmenso del pensamiento holístico y de la
oración grupal y la responsabilidad que conlleva cada movimiento energético
nuestro, hasta el del más vano pensamiento. El mundo y nuestra vida son como
son porque así lo construyen nuestros deseos. Si supiéramos ponernos de acuerdo
para pensar juntos un modelo ideal de mundo, habríamos construido el Cielo que
anhelamos sobre la Tierra hace muchos siglos. El mito de la Torre de Babel
expresa muy bien como la ignorancia fanática y la ambición sectaria egoísta,
separatista y competitiva desconcierta, destruye y dispersa la empresa
elevadora conjunta y nos hace desplomarnos en la confusión general y en el
caótico "¡Sálvese quien pueda!" individual.
Luego de salir de Mapiá,
pasé una temporada entre Boca de Acre y Anhangás en medio de gente simple de
corazón hospitalario, ricos en esa nobleza que todo lo da, y más si hubiese,
que es natural a los habitantes de la selva y el desierto... Anhangás fué como
un segundo curso de la Universidad del Daime, que pude aprovechar muy bien
porque ya estaba más preparado para lidar con aquel poder y aquel conocimiento.
Tuve allí hermosas amistades con la gente del lugar, que regentaba un Centro
Daimista, pero también experiencias de confronto con un grupo de guerreros
originarios de las urbes del Sur, que habían venido desde Mapiá a organizar un
feitío al cual me uní.
Para entonces, se había
hecho ya casi insoportable para mí el conflicto entre el concepto de un Dios
distante, juez y castigador, que nos tenía en este mundo-infierno para pagar
nuestras culpas, humillarnos y hacernos arrepentir, que era la visión general
predominante entre las gentes que estaban en la base, bien Antiguo Testamento y
bien convencional, de la pirámide de la consciencia del Daime (y en el propio
programa que me había sido impuesto desde niño y que alimentaba mi parte más
sombría)... y el otro concepto, más caro a mi personalidad, de un Dios interno,
cercano, animando con su espíritu su propia materia, que conducía evolutivamente
al mundo hacia la iluminación y la feliz autorealización.
Me parecía que sólo había
dos verdaderas religiones en el mundo: La del Dios del Temor y la del Dios del
Amor, y que las sociedades y las personas se conformaban como reaccionarias y
fascistas, pesimistas, apocalípticas, inquisitoriales y reprimidas o bien como
progresistas, liberales, optimistas, tolerantes... según el concepto básico de
su visión de Dios y de la vida... ambos conceptos acabaron por conformar ante
mí la cara y la cruz, el aspecto luminoso y la sombra de mi propia experiencia;
y acabé polarizándome en uno de los extremos y proyectando en otros aquello que
no podía soportar ni dentro ni fuera de mí mismo.
El conflicto, que había
comenzado a formarse dentro de mí en Mapiá pero que no había llegado a
desbordarse allí, siguió aumentando de presión y estaba ya a punto de hacer
explotar mi ánimo. Contra los que se creían en posesión de la verdad, opuse mi
protesta, en el fondo igual de convencida de estar en posesión de la verdad.
Así, me dejé cegar por la dualidad y estaba excesivamente crítico y con ganas
de desahogarme.
Uno siempre acaba
convirtiéndose en aquello que no ama, sobre todo si compromete su energía y sus
emociones en la acción de juzgarlo y criticarlo, que es una autoidentificación
negativa, ya que sólo criticamos a los demás porque nos sentimos unificados con
sus aparentes defectos, y negamos, odiamos y combatimos a nuestra propia sombra
en ellos; de lo contrario, nos resultaría mucho más indiferente la vida de los
otros y el rumbo que le quieran dar.
En un momento de
indiscreción y de necia generalización, mi temperamental impulsividad española,
ya hirviente, soltó al vuelo un par de cornadas, comentando ante mis compañeros
de feitío que había visto entre la mayoría de los guerreros de Mapiá más rigor
que amor, más culto al poder que a la misericordia y más orgulloso fanatismo
que comprensión equilibrada de la Doctrina. Estos juicios categóricos y
prepotentes, viniendo de un gringo -en Brasil se llama gringo a todo extranjero-,
que además no paraba de afirmar su libertad de pensamiento y de sostener
conceptos unicistas más teóricos que asumidos (que a los guerreros más
católicos, dogmáticos y que menos habían comprendido el YO SOY del Padrino,
podían parecer blasfemos o heréticos), me valió la animadversión del capitán
del equipo del feítio, tocada la dignidad de su ego por aquella ofensa a su
autoimagen de firmísimo Iniciado perteneciente a un "Pueblo Elegido".
Éste era precisamente el
compañero que yo más apreciaba por su dedicación atenta y firmeza impecable en
el trabajo, todo un joven aspirante a comandante; y además le apoyaron varios
de sus camaradas, los cuales comenzaron a cruzar sardónicas apuestas sobre
cuanto tardaría el Señor Juramidán en ajustarme las cuentas por mi soberbia y
mi rebeldía, mandándome una buena "pea" durante el trance del Daime.
Se desató así una vibración
de batalla psíquica -de la que todo el mundo estaba pendiente, formándose un
coro de azuzadores alrededor de ambos bandos, como siempre que estalla una
pelea- en el lugar menos adecuado para ello: la elaboración de la Poción
Mágica, lo que provocó que, más tarde, aquella mala vibración diese lugar a
tormentosos viajes durante los himnarios, en los que corrieron energías muy
pesadas entre nosotros (me parecía estar captando, con claridad telepática,
como mis oponentes proyectaban sobre mí con su deseo de castigarme, una
forma-pensamiento astral que era su propia imagen del Dios Castigador, para que
viniera a quebrar mi estabilidad emocional durante la aceleración de la
energía; aunque también es posible que, en parte, no estuviese percibiendo sino
mi propia paranoia subconsciente por la hostilidad que imprudentemente habia
desatado -seguramente mayor que mi arrepentimiento por haber sido tan bocazas-,
y mis esfuerzos mentales para crear protecciones psíquicas a mi alrededor y
afirmar mi equilibrio interno no me dejaban atender a la mejor parte de la
sesión, con lo que la defensa de mi estabilidad se convertía en la propia
inestabilidad).
Nuestra desarmonía llegó a
afectar incluso al astral de los otros participantes que no tenían nada que
ver, hasta que el anciano siringueiro, jefe del templo, nos llamó firmemente al
orden y a la reconciliación, que fué muy reticente por la otra parte... Como
resultado de aquella lucha, vine a comprender que nunca se puede salir
completamente indemne de una confrontación energética, ya que estamos inmersos
en una atmósfera emocional común; y que la victoria mayor de un guerrero es,
simplemente, ser capaz de andar por cualquier parte sin tener que sacar jamás
su espada de la vaina ni para defenderse. Esto es, por haberse hecho
absolutamente humilde e inofensivo a pesar de seguir siendo poderoso (eso era
el "humillarse", el “hacerse suelo” del Padrino Sebastián); e inofendible,
al haber aprendido tanto a no provocar a nadie, como a no aceptar provocaciones
o retos, situando nuestra autoidentificación más arriba del ego, que es el
único que puede calentarse por un insulto a su falsa autoimportancia.- "El
que se enoja, pierde"-, decía bastantes años después Teuctlí, mi
instructor chichimeca de Temascal, que había sido boxeador de barrio.
Asumí así un poco más mi
propia sombra, es decir, mi propia intolerancia contra la intolerancia, lo que
acabó por hacerme evidente que la personalidad (la máscara que fabricamos con
las virtudes que seleccionamos como propias) y la sombra (el aspecto negativo
de esas mismas energías seleccionadas, que, al negarnos a ver como nuestras,
acabamos proyectando sobre los demás) eran inseparables... Esto me ayudó a
conceptualizar un ego algo más sano, a fuer de humilde ante el reconocimiento
de que todo lo que me molestaba en los demás era sólo el reflejo de lo que más
me molestaba de mí mismo.
A raíz de aquella
aceptación, conciencié y valoricé enormemente el poder del perdón, incluído el
perdonar también mis propios errores, y el verlos como duras lecciones,
escalones del aprendizaje; y seguidamente pasé un tiempo pintando un gran
cuadro en el que se veía a Jesucristo derramando toda su amorosa energía de
misericordia en una cascada de ondas sesgadas de luz purificadora sobre María
Magdalena, representada como una sensual mulata provocativamente vestida, que
al perdonarse a sí misma, luego de aceptar las contradiciones extremistas de su
incendiario temperamento, asciende a la liberación y al éxtasis. Regalé aquel
cuadro (que desató algunas polémicas puritanas a causa de la sensualidad
desbordada de la Magdalena en su luminosa fusión con su Maestro y de la sonrisa
de absoluta comprensión, casi cómplice, con que Jesús la disculpa y la acoge),
a la iglesia de Anhangás; y lamento no conservar ninguna fotografía, pues la
recuerdo como una de mis obras más sentidas.
De ahí en adelante, en casi
todas las sesiones espíritas en que participé se me fué haciendo cada vez más
evidente que, igual que existe a nivel multinacional una conspiración de
desalmados intereses que presiona incluso a los más poderosos gobernantes y
manipula la influencia de los medios creadores de opinión pública,
arreglándoselas para que en unos cuantos lugares del mundo arda siempre una
guerra en cuyo río revuelto puedan ellos realizar rápidos y fabulosos negocios,
cambalacheando armas, mercenarios, alimentos, medicinas, materiales
imprescindibles... y consiguiendo impresionantes contratas para reconstruir el
país tras la contienda, haciéndole contraer deudas impagables que lo ponen
económicamente en sus manos... de manera semejante, existe también en el Astral
una conspiración de oscuros intereses que chupa grandes cantidades de energía
etérica del conflicto permanente de nuestros egos.
Las guerras colectivas
exteriores que asolan trágicamente nuestro planeta son sólo la exteriorización
de las guerras interiores que constituyen el estado emocional normal de nuestra
consciencia individual, cuando aún se encuentra ciegamente sumergida en el
pantano de la dualidad, rebosante de sanguijuelas astrales.
¿Son las sanguijuelas
astrales que azuzan a la violencia a nuestro ánimo fuerzas internas o externas
a nosotros? ¿Existen seres extra o intraterrestres que se alimentan de la baja
vibración producida por nuestro miedo, nuestra arrogancia, nuestro
resentimiento? Sin duda que existen, y en el trance del Daime las he visto a
veces reptando por el suelo, con aspecto de oscuros monstruos transparentes, o
morbosos diablejos que acechan cualquier mínima apertura de las defensas
psíquicas, cualquier bajada de la positividad, para prenderse a nuestra aura y
vampirizar todo lo posible nuestras reservas de luz vital.
Pero no hay ninguna fuerza
en el universo ajena o externa a nosotros, si lo contemplamos desde la
suficiente altura; absolutamente todos los seres astrales que afectan a nuestro
mundo personal, para bien o para mal, son creaciones nuestras, permanecen
ligadas a nuestro campo de frecuencia para siempre desde que nuestras
emociones, palabras pensamientos y acciones las emanaron (son "nuestras
relaciones", como las llamaba Teuclí), y se consideran con todo derecho a
seguir alimentándose, mientras puedan, de las energías oscuras que las conformaron.
Todas esas larvas astrales
que continuamente nos influencian, pidiéndonos acciones, sentimientos o
pensamientos afines a su propia baja vibración, para que generemos energías que
puedan absorber, porque son de su mismo tipo de frecuencia, todos esos hijos mentales
demoníacos que nuestra ignorancia o negligencia ha engendrado, mantienen un
estado continuo de guerra en nuestro interior con todas las potencias luminosas
de signo contrario, igualmente generadas por nosotros, y que se alimentan del
extracto etérico de lo más elevado que producimos.
La impresionante miración
del evangelista Juan en El Apocalipsis, en la cual el trigo es finalmente
separado de la cizaña, ilustra esta guerra interna entre los extremos de
nuestra dualidad, que a todos nos divide y nos llena de ansiedad, ansiedad que
consume una enorme cantidad de nuestras reservas vitales, que se vuelcan allí
donde ponemos nuestra atención en cada momento; Ansiedad continua que no nos
deja disfrutar en paz de la vida, y que se proyecta a otros cada vez que puede,
porque es menos sangrante pelearnos con otros que con nosotros mismos.
Mucho más antiguo, también
habla de lo mismo el mito sumerio-hebreo de la lucha entre ángeles y demonios,
seguida de la expulsión de Lúcifer y sus legiones del Cielo por Miguel y la
Hueste de Luz. Pero, además, lo ilustra la Segunda Ley de Manifestación... (la
Primera dice que "acabamos siempre manifestando en nosotros mismos y
realizando en el nivel material y concreto aquello que más hemos deseado y a lo
que hemos concedido mayor atención interna y externa")... La leyenda dice
que la Consciencia Suprema pidió a algunos de los Espíritus Divinales más
cercanos a ella que concibieran y crearan en sí mismos la dimensión más densa
de todas aquellas en las que El Ser deseaba manifestarse al principio de este
ciclo.
Pero aquellos espíritus
omniscientes se quedaron aterrados ante la visión de lo que se les pedía:
tenían que hacer el papel del Malvado del Juego. Tenían que crear, encarnándola
en sí mismos, la Sombra Absoluta, la limitación, la enfermedad, el miedo y la
inconsciencia; tenían que servir de obstáculo y de reto a los espíritus que
iban a jugar el Juego Evolutivo... Lúcifer, el altísimo ángel rector de Venus,
el bellísimo Lucero del Alba, desdeñó aquel papel tan ingrato como importante
del Teatro Divino (porque no hay El Bueno sin El Malo, en una representación),
así que se rebeló con sus compañeros de misión, negándose a manifestar el
extremo opuesto al de La Luz.
Pero aquella rebelión de una
Unidad de Consciencia, cuyo papel fundamental es percibirlo todo, concebirlo
todo, manifestarlo todo, le valió densificarse de manera automática, caer
interdimensionalmente desde la mayor altura. Arrastrado por el peso de su
propia negación a los deseos del Supremo Amor, se precipitó hasta la vibración
más baja del Ser... para venir a ser, precisamente, aquello que se negó a
concebir, fórmula que la Justicia Cósmica dispuso para que lograba conocerla
intimamente y amarla, y entender que no hay nada más alto o más bajo, ni más
bello o más feo, en un universo unicista. Tan sólo para las ilusiones del Ego
contraído lo hay.
Dice la Segunda Ley de
Manifestación: "...Y también acabamos realizando y manifestando en
nosotros mismos aquello que nos hemos negado a considerar, a concebir, a
comprender o a amar, hasta que, viviendo en carne propia lo que hemos
despreciado, criticado, rechazado u odiado o, simplemente que no hemos
considerado con amor, nos llama a la fusión y a la comprensión, ya que en un
Universo en que todo es Uno, ninguna parte del todo es despreciable, ni ninguno
de los aspectos del Juego Unico de la Consciencia". Seguro que eres capaz
de entenderlo y asumirlo, hermano, hermana, entiéndelo y asúmelo y asumirás lo
más importante que se puede asumir para dejar de chocar contigo mismo y con
todo.
...La falsa paz es un
momento de vibración contraída y de tenso reposo entre el último conflicto y el
que se prepara. La paz real es un estado en el que se ha superado (aceptándola
y amándola) la dualidad conflictiva, con lo cual, automáticamente, la
cosciencia se expande y se llega a una consciencia de unidad en La Esencia en
la que todas las criaturas son nuestras hermanas, y en la que se aceptan sin
resistencia todas las leyes naturales que nos rigen, así como todos los
personajes que en el teatro de nuestra mente actúan, héroes o villanos, luces y
sombras. Ya que somos Nosotros Mismos quienes hemos elaborado las reglas de
nuestro juego y sabemos que sin conflicto no hay aventura evolutiva, y sin
obstáculos, limitaciones o retos no hay superación ni autoperfeccionamiento.
Dependiendo que uno acepte y
ame a su sombra como complemento de su luz, y a ambas juntas como estructura de
su Juego, o no la acepte ...uno puede vivir la vida como un juego monótono,
repetitivo, predecible, circunscrito a un mundo asquerosamente archiconocido
donde todo es mezquino, en el que continuamente se cae en los mismos errores,
en el que las emociones predominantes son la irritabilidad, a agresividad, la
frustración, la baja autoestima, el remordimiento y el temor hermanados al
sentimiento de culpa, la preocupación, la tacañería, la codicia, la
desconfianza, la acuciante soledad, la ansiedad, el stress, el materialismo más
aplastante, el aburrimiento, la náusea, y el continuo enfrentamiento bloqueante
con el resto del mundo...
...O puede, por lo
contrario, vivir su juego como una continua excitante aventura, un entusiasta
pasar de puerta a puerta, cada una abriéndose a nuevos universos de
experimentación de nuestras infinitas posibilidades. Una intensa
experimentación en ascenso, en la que nuevos y nuevos aprendizajes nos llegan,
cada vez más interesantes, y más a menudo traídos por la mano del placer que
por la del dolor; sintiendo que la vida es un mágico viaje interminable, que
todo está muy bien hecho como está; que el dolor, el riesgo y hasta las
circustanciales derrotas, no son más que los elementos que dan mayor intensidad
al juego.
... que somos
indestructibles, que cada ocasión en que caemos es un pretexto para levantarnos
en un nivel más elevado inmediatamente después; que la Providencia existe y que
es increiblemente generosa con quien confía de verdad en Ella; que cada hombre,
mujer o niño que uno conoce es un nuevo compañero de juegos, que llega trayendo
en su mano una llave para invitarte a penetrar, en alas del amor y de la
amistad, en mundos exóticos y diferentes... Y hasta comprende que el aparente
enemigo que uno tiene enfrente, es sólo un reto que La Vida nos pone por
delante para obligarnos a un esfuerzo mayor, que nos permita acceder a una
octava superior del juego, y que el implacable rival, finalmente, se revelará
como un camarada de altura, un cómplice, un maestro, y hasta un salvador... ya
que, detrás de todas las máscaras del Teatro del Mundo, hay siempre el mismo
Actor Unico.
Es el estado de Paz Real, o
de frecuencia vibratoria expandida, lo que trae consigo una clara consciencia
que nos permite vivir La Vida en toda su infinita variedad, grandeza y
esplendor, manteniéndonos calmos en el ojo del huracán; en él, uno no se siente
como un individuo separado en competición con todos los demás, cuya ascensión
supondrá forzosamente nuestro descenso; sino que se comprende, con absoluta
evidencia, y se experimenta, que hay un sólo propósito y un mismo objetivo
esencial en todos los elementos que constituyen nuestro Yo Mayor, inclusive los
aparentemente opuestos o indiferentes: la salud y el desarrollo del órgano es
la de todas y cada una de sus células y viciversa. La Tierra se siente como
nuestro cuerpo físico colectivo. Y, dentro de ella, la Humanidad en bloque,
como un órgano mental y funcional con un único propósito evolutivo al servicio
del Gran Organismo Cósmico.
Somos piezas de un puzzle
holográfico, es necesaria cada una de las piezas para completar la unidad;
además cada pieza, en sí misma, encierra la totalidad de lo que somos. La
enfermedad, el cáncer, deviene de la influencia de nuestra mente individual
competitiva y separada sobre la inteligencia receptiva de las células que nos
conforman; cuando un grupo de ellas decide seguir la tónica separatista marcada
por el ego regente del cuerpo y, en lugar de colaborar con sus hermanas
comienzan a competir, el caos y la autodestrucción se instalan en el
organismo... y no vale operar y extirpar... hasta que se corrige la manera de
pensar, nuevas y nuevas células seguirán contaminándose de separatismo.
Dice mi amigo, el médico
Jose Luis Gil Monteagudo -comprometido luchador por la Paz [*****]-, que cada uno de nosotros somos como un ordenador muy sutil que está
equipado con una programación mental producto de su experiencia en el tiempo.
Este programa condiciona nuestra percepción de la realidad, y, por lo tanto,
nuestras respuestas. Como el programa está contaminado por una especie de virus
informático, fruto del miedo transmitido de padres a hijos durante generaciones,
nuestra percepción de la realidad es errónea y nuestras respuestas bastante
desajustadas.
Tomar consciencia de que
existe un programa erróneo, que nos fué inculcado por la carencia de luz que
supuso la materialización de nuestro ser en el denso Plano Físico (y por las
entidades de sombra resultantes, que se alimentan de nuestro miedo, que se
alimentan de nuestro orgullo, que es el emblema diferenciador con el que
dignificamos el escudo del miedo, que se alimentan del interés egoísta que el
miedo genera y de nuestra contemplación fragmentaria y parcial del fenómeno
humano, el cual disminuye nuestra consciencia), tomar consciencia de que existe
ese programa erróneo es crucial para desactivarlo.
Pero como la lógica humana
-forma de pensar absolutamente relativa y limitada a nuestra identificación con
nuestro vehículo físico y el entorno material que percibe- opera a base del
mismo programa, todo nos hace pensar que funcionamos normal y correctamente, y
que la causa de nuestras desarmonías y conflictos es externa, por lo que
nuestra primera reacción es buscar a alguien a quien echarle la culpa. Esto se
llama autoengaño, y es una fuerza destructiva y, sobre todo, autodestructiva,
muy poderosa.
El miedo es el resultado de
habernos identificado demasiado estrechamente con algo tan frágil y efímero
como nuestro vehículo físico, hasta el punto de casi haber olvidado a nuestros
otros contenedores más sutiles y próximos a La Esencia. Es como si una célula,
obsesionada con los límites de su membrana biológica envolvente, perdiera de
vista al Amor, es decir, a la Energía Consciente del conjunto del organismo que
equilibradamente la mantiene cohesionada y, por tanto, la anima... y
considerara al resto del conjunto como externo y ajeno a sus intereses, y a sus
células hermanas como competidores, y hasta como enemigos.
Este es el típico
pensamiento egocéntrico y autolimitado que surge del hecho de contraer nuestra
frecuencia vibratoria a causa del temor, y sólo cambia esa miserable mentalidad
a un grado de calidad más alto cuando se expande la frecuencia, al elevarse
nuestra onda vital sobre un auténtico acto de amor.
El Amor es una fuerza
impersonal e irracional que agrupa a todas las aparentes individualidades,
encauzándolas en la evolución progresiva y armónica del conjunto, que siempre
apunta hacia la conciliación de aparentes contrarios en una perfección mayor,
la reunificación, la confluencia en la Globalidad de la que fuimos emanados.
Nuestra tarea principal en
la vida, nuestro Intento de guerreros espirituales por mantenernos despiertos,
consiste en darnos cuenta de que portamos, como la otra cara de nuestra luz,
ese programa erróneo temeroso, separatista y necio, y que debemos llegar a
conocerlo bien desapasionadamente, a comprender las razones de su existencia, a
amar la justicia y la sabiduría que lo puso ahí como contrapunto de nuestra
evolución ascendente, y a torearlo con hábil atención de guerreros, para que,
luego que conozcamos sus leyes y lo tengamos bien vigilado, podamos utilizar la
mayoría de la energía de nuestra atención en conectar con el programa Divinal
inserto, también, desde siempre, en nuestro "disco duro", que tiene
acceso a La Gran Memoria Universal pero que sólo funciona cuando se tocan las
blancas teclas del amor y no las grises del miedo... Una vez controlada la
sombra y conectados a la Gran Red Universal, la sabiduría y la paz vuelven a
fluir espontáneamente y todo se sintetiza, se expande y mejora.
El programa mental erróneo
genera una especie de "película" que se proyecta en la pantalla de
nuestra consciencia. La vemos durante la vigilia y durante casi todos nuestros
sueños; está basada en hechos reales, pero tan distorsionados, que el guión que
escribimos casi no tiene ya nada que ver con la realidad que lo inspiró.
En el estado de frecuencia
vibracional contraída, y, por consiguiente, de consciencia disminuída,
adjudicamos roles a los personajes que aparecen en nuestro escenario vital, y
hacemos todo lo posible porque se acoplen a nuestro argumento. Todo debe
cuadrar con las expectativas de temor, separatismo y desconfianza que
albergamos. Todo lo veremos según el color de las gafas deformadas que nos
hemos puesto.
Esta película parece tan
real, nos hipnotiza de tal manera, que es muy difícil recordar que podemos
apagar el proyector y salir de nuestro propio cine viciado por el miedo.
El Buen Combate de guerreros
y amazonas espirituales por mantenernos en una visión unificada y pacífica de
La Vida, nuestro amoroso esfuerzo cotidiano para aumentar la sana y lúcida
capacidad de confiar, perdonar, tolerar y respetar en nosotros mismos y en
nuestro entorno, se puede resumir en:
1B- Saber que, mientras
mantengamos nuestra frecuencia vibratoria en niveles densos, existe la
dualidad, y, como opuesto complementario de nuestro impulso ascensional, los
programas negativos y las películas tendenciosas.
2B- Conocer la propia
película, el propio programa sombrío, y sus tendencias.
3B- Mantenerlo controlado,
dedicándole un mínimo de energía de atenta vigilancia, y reconectar con la
Realidad que Somos, elevando nuestra vibración por medio de un entregado acto
de amor universal, que englobe, también, la aceptación de la sabiduría y de la
justicia de nuestros condicionamientos.
4B- Gozar de la hermosa
visión y experiencia de la Realidad, que supera con creces a cualquier película
y las neutraliza, si uno se mantiene en lo Alto de Sí Mismo.
El Amor es la fuerza que
genera la vida, la humilde y gozosa utilidad cooperadora, la confiada apertura
a lo desconocido que produce la sabiduría y el perfeccionamiento, la tendencia
a la unidad, la salud, la valiente y constante búsqueda de la más alta armonía,
la alegría compartida, la realización.
El miedo, por lo contrario,
tras su apariencia de escudo protector de nuestra supervivencia, sólo lleva al
aislamiento, a la preocupación, la prepotencia fanfarrona y hueca, la ansiedad,
la avaricia, la desconfianza, el pensamiento fragmentado, parcial, negativo y
mezquino, la separación, el cáncer, la triste y lenta decadencia, la muerte
prematura en soledad.
El miedo es sólo la ausencia
del amor. El cobarde ocultamiento individual tras nuestras corazas -que más que
para protegernos sólo sirven para asfixiarnos- cuando dejamos de creer que
somos Quien Somos. El autoencierro en la oscuridad.
Esa oscuridad escogida,
además, produce dos terribles efectos: deforma nuestra visión de la realidad de
una manera grotesca, y propicia que aquello de lo que queremos protegernos se
materialice ante nosotros tarde o temprano. Atraemos siempre cualquier cosa en
la que fijamos emotivamente nuestra atención, ya sea una atención esperanzada o
preocupada.
Ya que, siendo como somos,
unidades perceptivas de la Consciencia Cósmica dentro de Sí Misma y de Su Juego
de manifestación, cualquiera de Sus contenidos mentales que no somos capaces de
concebir, comprender, amar y armonizar, por muy negativo que nos parezca,
tendemos naturalmente a encarnarlo, a vivirlo en nosotros mismos, para darnos
la oportunidad de conocerlo intimamente y asumirlo. Dios no deja huecos de
sombra en su camino.
Quien padece miedo,
desarmonía, enfermedad, soledad, confusión, aburrimiento, irritabilidad, rencor
o miseria, es porque no tiene fe suficiente en Sí Mismo, es porque olvidó que
nuestra Esencia es la Suprema Fuerza, la Fuente de toda Armonía, Salud, Amor,
Sabiduría, Creatividad, Paz, Perdón, Riqueza... que no para de fluir mientras
estamos conectados a Ella por el Amor. Y esta conexión se llama
Autoidentificación, convicción por evidencia experiencial directa, o sea, fe.
Todo paso adelante en la
evolución depende de la valerosa confianza del yo para abrirse al "no yo
aparente" al "otro", lo que le trae re-creación, intensidad de
vivencia, conocimiento experiencial e integración en un universo mayor, pero
también un cierto conflicto hasta que uno se ajusta, dando y recibiendo,
consiguiendo y cediendo, temperando... De lo contrario, capullo que no se abre
para ser fecundado, por miedo a los insectos o a la intemperie, se marchita y
se pudre sin llegar a convertirse en fruto.
Cualquier acontecimiento
negativo que nos afecta hasta la ansiedad y el dolor, viene causado por la
carencia de fe, de confianza en uno mismo y en los demás que Somos, que es la
madre de la positividad conciliadora.
Cuando alguien ha sentido
miedo y nos ha atacado, vista esa agresión desde la visión real del organismo
de los organismos que llamamos Dios, significa, sencillamente, que alguien se
ha cerrado al amoroso flujo de la vida, y ha dejado de transmitir La Fuerza que
a todos nos mantiene. Bloqueo es igual a: angustia, malestar, irritabilidad,
resentimiento, ira, agresividad, meterse ciegamente en males peores... lo que
es seguido de desastre, dolor, autoexamen, lucidez, reconocimiento,
purificación, reconexión, superación, nueva expansión vibracional...y a seguir
caminando.
La sabiduría multiperspectivística
y totalmente expandida de Dios percibe siempre, con claridad absoluta, lo que
realmente quieren decir todos nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y
acciones negativas. Ante Su Consciencia Universal se ven como lo que realmente
son: rabietas de niño; farsas para absorber la energía de nuestra atención,
ansiosas llamadas a una "cura urgente de amor" de un ser que, al
estar separado de su Fuente, sufre lo indecible y trata de liberarse,
proyectando sobre otros la culpa que siente inconscientemente por su
auto-separación.
¿Cómo actuar respecto a
ésto? Sabiendo que nuestra atención es creadora... estaremos haciendo magia
negra si sólo la concentramos en los juicios de los errores y en la búsqueda de
culpables, como es la tendencia más automática de nuestro programa
esclavizador. Cuando dirigimos la energía negativa de nuestra atención hacia
las carencias de alguien (o hacia nuestras propias carencias), aumentamos la
frecuencia de su, y nuestra, negatividad y contribuímos a su, y nuestra, dependencia
de aquel vicio.
Lo sano es actuar conforme a
la Ley del Amor: sin dejar de percibir sus aspectos negativos, mantienes tu
atención principal abierta a todo caudal al amor, y puesta en lo más alto de
cada individuo -su Ser- y confiando en sus infinitas posibilidades de Hijo de
Dios, sin juzgar ni criticar... refuerzas sus ángeles interiores, le ayudas y
te ayudas a progresar y haces que, tarde o temprano, también tú puedas
disfrutar de los beneficios que su progreso trajo para todo el organismo
Humanidad que somos. Eso es lo que quería decir El Padrino cuando repetía sin
parar: "Valoriza a tu hermano, todos somos Seres Divinos".
Todo Maestro te aconseja que
mires al mundo y a tus hermanos con los ojos de Dios: sólo los momentos de
común-unión (los que expresan la Realidad unificada que Somos) merecen ser
recordados y contados como experimentación real de la vida; todo lo demás no
son sino los disculpables sueños ilusorios del ego densificado, quien mata su
aburrido tiempo, montándose películas de héroes y villanos monolíticos con
ellos.
Los sujetos más agresivos
tienen una necesidad mayor de paz y de comprensiva atención que aquellos que se
hallan cerca del equilibrio. Un sincero gesto de receptividad y simpatía puede
hacerles resonar con la vibración de una persona serena, sobre todo si esta
persona, a su vez, se afirma con fe en La Suprema Serenidad para hacerse canal
de Ella. En eso residía la terapéutica espiritual del sacramento cristiano de
la Confesión.
Si realmente nos afirmamos
en el Ser que Somos, no hay nada que temer de un agresivo, pues desde allí se
le ve como una parte carente de nosotros mismos, una parte que está pidiendo
consuelo a gritos tras una máscara de rabia que facilmente le resbala de la
cara tras permitirle desahogarse, para dejar ver unos ojos llenos de lágrimas
de aliviado arrepentimiento; Tampoco hay nada que perdonar, ya que si estamos
en el Ser, nada ni nadie nos puede hacer verdadero daño.
Pero si en lugar de verlo
desde la altura adecuada, desde una perspectiva unificada, sólo lo contemplamos
desde el pensamiento contraído del ego, nuestro perdón nunca será completamente
sincero; ya que, consciente o inconscientemente, alimentamos el resentimiento,
al creer en la realidad de nuestra herida o de la supuesta ofensa. Ofenderse, reaccionar
a la contra alterándonos emocionalmente, desconectándonos de la Fuente del Amor
y levantando el escudo del miedo y la espada del rencor, o de la venganza, como
consecuencia de sentirse uno tocado por una provocación, es un síntoma de
debilidad y de que uno se ha identificado con algo muy vulnerable, y no con Su
Ser, volviéndose lo mismo que teme y que odia.
Sólo lograremos liberarnos
del fantasma del miedo cuando dejemos de identificarnos con el fragilísimo ego,
que no aguanta un soplo, y descansemos en la invulnerabilidad de nuestra
Identidad Divinal.
Los humanos que se habitúan
a vivir en niveles de vibración poco conscientes son arrojados continuamente
hacia una u otra polaridad extrema por la Ley de la Balanza: o bien están
subiendo la Rueda o la están bajando, para enseguida invertir el movimiento. El
sabio se apoya en el fiel de la balanza, nuestra Esencia, que está por encima
de las Leyes porque fué Ella quien las hizo todas. Identificados con el Ser,
nos salimos de la Rueda del Samsara, o de la eterna repetición de programas
duales opuestos, y permanecemos en la eterna serenidad que es propia del que
inventa, dirige y goza del juego sin olvidarse de Sí, y que puede, en todo
momento, salir a jugar despreocupadamente mientras desea jugar, sin identificarse
con los personajes de su juego más allá de lo necesario.
Como broche final de aquella
lección de la Vida, cuando justo terminé el cuadro de la Misericordia, del
Perdón y de la Reconciliación, llegaron unos visitantes procedentes del mundo
exterior, que me dieron la noticia del siglo: el Muro de Berlín había sido
derribado...
El Muro que separaba la
antigua capital alemana en dos mundos incompatibles, muy cerca del cual había
vivido yo durante mi estancia en Berlín, simbolizaba trágicamente la mayor
confrontación de aparentes opuestos que marcara a toda mi generación y a las
dos anteriores: la del malvado patrón chupasangres y el pobrecito explotado
obrero, la del bloque occidental capitalista y el bloque oriental comunista...
El fantasma de la Guerra Fría, la dualista espada de Damocles que amenazara al
mundo con la destrucción atómica global desde antes de yo nacer, se había
disuelto; ¿Y cómo? pues simplemente por la corrupción de aquel lado que más
acusaba de corrupción y decadencia a su adversario... Algo que parecía que iba
a durar hasta el Apocalipsis final, se había volatilizado como un mal sueño de
la noche a la mañana... Si verdaderamente se enseñasen los ciclos anímicos de
la Historia en las escuelas, y no sólo los hechos y sus anécdotas, la gente
desarrollaría un mayor sentido del humor y tomaría mucho menos en serio a los
fanáticos.
Salí a la huerta que rodeaba
mi cabaña y recogí toda cuanta piña tropical en su punto encontré, para dar un
humilde banquete de agradecimiento y celebración a los mensajeros de tan gran
noticia, la única verdaderamente importante que había llegado a mí desde mi
aterrizaje en América del Sur seis años antes.
Aquello me hizo meditar
mucho sobre las redes de ilusión que influencian nuestra visión de la vida; no
se hablaba de mi país en la prensa o la tele brasileira como no fuese para
comentar las bombas que habían puesto los terroristas etarras en el País Vasco
o en Madrid, de tal manera que para cualquier desconocedor de la situación
real, sonaba como si España estuviese casi al borde la guerra civil y en una
situación de orden y seguridad pública totalmente caótica; cuando, en realidad
en aquel momento se estaba convirtiendo en uno de los paises más libres,
democráticos y modernos de Europa y donde con mayor calidad real de vida y más
en paz se vivía, a pesar del progresivo desgaste y corrupción del gobierno
reelegido imperante, del desempleo oficial y del desencanto del pueblo frente a
las expectativas con que confiaron en los socialistas, como si hoy en día un
gobierno pudiese hacer su propia política sin contar con la comunidad
internacional que le rodea.
Algo semejante ocurría en la
prensa o tele española con respecto al Brasil; el "correo de las malas
noticias" fomentaba, en primer lugar, la desconfianza del ser humano en sí
mismo, luego en los demás y, por fin, en el mundo entero... morbo ante la paja
en el ojo ajeno, adicción al escándalo, expectación ante lo negativo, cinismo,
prensa amarilla... los medios de manipulación de masas, que sólo consideraban
vendibles las noticias sórdidas, unicamente hablaban del Brasil para ensuciar
su imagen con sensacionalistas y asqueantes reportajes sobre la degradación y
matanza de los menores abandonados en las calles de las megápolis; lo cual no
era mentira, pero tan sólo una ínfima parte de la verdad y la otra cara, la más
sombría, de uno de los países del mundo donde los niños son más amados y
considerados y donde el pueblo, muchos millones de buenas personas, a pesar de
la injustísima distribución de la riqueza, posee por naturaleza la mayor
sabiduría social -o Arte de Saber Vivir en alegre, abierta, pacífica y cariñosa
armonía interna y externa- de que yo tenga datos en todo el planeta. No hay
persona sana que conozca el Brasil y sus gentes y no acabe amándolos.
Cuando en los himnarios del
Santo Daime visualizábamos el cuerpo astral de La Tierra absolutamente
contaminado por las más oscuras vibraciones y trabajábamos hasta el amanecer
bombardeando aquella ingente humareda de polución psíquica con nuestras mejores
vibraciones de Amor solidario y cooperativo, Consciencia de Unidad, Belleza,
Paz y Libertad, resumidas en la firmeza guerrera y en el entusiasmo con que
sembrábamos la noche de himnos sagrados, estaba claro ante mi miración que la
parte más asquerosa del dragón astral que la negatividad de la humanidad
doliente emanara durante el día, había sido fundamentalmente generada por las
formas-pensamiento procedentes de los mass-media, sumadas al impacto pesimista
y resignadamente morboso o ya insensiblemente indiferente que sus imágenes
producían en las mentes de sus millones de lectores o telespectadores, las
cuales no podían, inconscientemente, hacer otra cosa que juntarse en el astral
para elaborar un proyecto mental apocalíptico, que conducía a la Humanidad
hacia su autodestrucción por pura Magia Negra de autosugestión negativa.
¿Has oído o leído sobre el
asesinato Vudú en Haití? Pues parte de las mismas premisas: cuando un hechicero
quiere eliminar a alguien, hace llegar a su casa una serie de signos rituales
que le informan -y a todo su vecindario- de que está siendo atacado
mágicamente. Eso rompe inmediatamente la estabilidad emocional del agredido y
abre sus defensas psíquicas; todos sus familiares y vecinos entran en pánico
también y le rehúyen, como a alguien sobre quien ha caído la peste de la mala
suerte.
Si el sujeto no tiene una
gigantesca firmeza interna para proteger su ánimo con buen humor, concentración
de su atención en algo constructivo y fe total y comunicante con sus aliados
angélicos y divinales, la autosugestión negativa acaba por penetrar en él,
amargarle la vida y somatizarse, es decir, convirtiéndose lo que era un virus
astral o emocional en una verdadera enfermedad física o en algún tipo de locura
paranoica que, finalmente, le puede llegar a causar un daño mortal.
Se cumple así el objetivo
del brujo asesino, quien lo único que hizo, realmente, fué contaminar de
información negativa el entorno psíquico de su víctima; que es lo mismo a lo
que dedican diariamente todo su esfuerzo y sus poderosos medios humanos y
tecnológicos, consciente o inconscientemente, la mayoría de las empresas de
información mundiales.
"Quien no ama,
contamina el medio ambiente"
-León
Octavio Osorno-
En este final del Segundo
Milenio en que, por pura necesidad de supervivencia, se puso de moda la
Ecología y las jóvenes generaciones tomaron la bandera de la denuncia de todo
aquello que degrada el planeta, nadie parece estar aún suficientemente
concienciado de que lo que más lo degrada no son los humos de los motores, los
vertidos químicos en ríos y mares, las guerras o los incendios de bosques, que
son sólo la hojarasca y las ramas del Arbol de la Corrupción, sino el
pensamiento negativo de la Humanidad, que es su tronco; y, en las raíces del
tronco, la manipulación de ese pensamiento por los medios de comunicación de
masas puestos al servicio del chismorreo degradador y morboso, de la
mediocridad, del lucro desconsiderado e irresponsable de unos cuantos grupos de
presión que cultivan el envilecimiento de los valores humanos como método para
convertir al ciudadano en un consumidor más fácil de dirigir, más embotado, más
pasivo y más idiota...
Transmutemos sus raíces,
contengamos los juicios que emitimos sin amor sobre los demás, construyamos al
Hombre en nosotros mismos en lugar de vivir quejándonos de lo mal que va el
mundo, y el Arbol de la Muerte se convertirá en el Arbol de la Vida y de la
feliz autorealización del Planeta. Exijamos la concienciación de las raíces
sobre el poder del Verbo y el buen uso de las Leyes de Creación. Y las raíces
son LOS PROFESIONALES DE LOS MEDIOS DE INFORMACION Y SU RESPONSABILIDAD hacia
todos los demás ciudadanos; porque de nada adelanta andar podando
periodicamente las ramas; si las raíces continuan envenenadas, las podas sólo
conseguirán producir frutos de degradación más resistentes y poderosos.
Hace demasiado tiempo que
nuestras consciencias son en gran parte controladas por manipuladores sin
escrúpulos, tanto del Plano Físico como del Astral, que cimentan su poder en la
total descreencia en la potencialidad divinal del hombre, al tiempo que
exhaltan las energías de miedo, de desconfianza y de limitación, las cuales
hacen tragar a la Humanidad de cuatro a seis veces al día, y de su minusvalía
provocada por sugestión se lucran y se alimentan.
Todo el sistema social
"normal" que nos rodea está basado en el miedo, en la desinformación
o en la información manipulada; el Estado surgió como un pacto social motivado
por el miedo; el miedo hace que nuestros impuestos paguen un funcionariado
improductivo cada vez más y más grande y soberbio, que sólo tiene como
justificación de su existencia nuestro temor a autogobernarnos, a
autoadministrarnos, a aprender y a curarnos por nosotros mismos, a
autoprotegernos y cuidarnos; el miedo ha creado las clases sociales, el
racismo, las cárceles, los manicomios, las inquisiciones, las ciudades
superpobladas, las fronteras, los muros, los partidos, la policía, los
ejércitos, las guerras... imagínate todo lo que desaparecerá de nuestra vista
cuando vivamos -y no está lejos ese amanecer-, sintiéndonos todos de verdad
uno.
Mientras tanto, mejor que
una indeseable censura que pueda servir de pretexto a los manipuladores de
consciencias para coartar aún más la mínima libertad de expresión que hemos con
mucho esfuerzo conseguido... trabajemos, cada uno a su manera, por formar a
todos los niños en general desde las Escuelas, y a los futuros profesionales de
la comunicación en sus Facultades, ya sean periodistas, escritores, artistas,
músicos, informáticos, científicos, sociólogos, políticos... en la
concienciación responsable y cuidadosa del inmenso poder de la Imaginación
Creadora o Verbo Humano para el bien o para el mal; y de su importantísima
influencia específica sobre la construcción del Paradigma Colectivo.
Creer es crear. No creer,
con apasionamiento, es crear en uno mismo, aquello que se niega. Conozcamos las
Leyes de Manifestación, y usémoslas para el bien de todos.
En la miración visualizaba
yo a veces a lo que el Padrino llamaba el "Correo de las Malas
Noticias" como un gigantesco pulpo negro que atenazaba hasta casi el
estrangulamiento al Planeta Azul. Sólo las energías de sentida autoconfianza
positiva en nosotros mismos, en la vida y en la Humanidad y en la propia justicia
de aquella sombra, que le lanzábamos toda la noche con nuestros himnos,
conseguían disolverlo y difuminarlo temporalmente... ATENCIÓN: se necesitan
voluntarios para unirse al Buen Combate.
Pero cuidado con caer en
tendencias apocalípticas escapistas o reaccionarias: existen muchas sectas y
grupos, de presuntos luchadores por la Nueva Era, que pierden la mayor parte de
su energía constructiva en vivir quejándose, denostando o atacando al viejo
mundo, con lo cual recaen en las mismas actitudes agresivas, negativas e
intransigentes de su enemigo, y se vuelven iguales a él.
Peor aún es la postura de
aquellos "espiritualistas" que han perdido de tal manera su fe en la
capacidad de renovación del espíritu humano, es decir, de Dios en la Humanidad
y en el individuo, así como la compasión por sus hermanos y la responsabilidad
por el poder de sus proyecciones mentales -que conocen muy bien-, y que viven
contaminando el mental y el astral del planeta con un programa igual de morboso
que el de los mass-media sensacionalistas, emitiendo continuamente -y hasta de
forma sinérgica y ritual- una imaginada solución de futuro que pasa por la
salvación de unos cuantos elegidos vestidos de blanco, que serán evacuados por
la flota de naves extraterrestres o angélicas como en una nueva Arca de Noé,
mientras las otras tres cuartas partes de la Humanidad obtienen el castigo a su
maldad siendo destruídas por la guerra global, el hambre, las inundaciones y,
por fin, el fuego del subsuelo o del cambio climático, que se convertirá así en
su infierno... Cuando todo eso haya ocurrido, las naves los devolverán a la
Tierra silenciosa y desértica, donde por fin podrán ser felices, cultivando
lechugas y tomates en el yermo, aún humeante y calcinado, mientras cantan
himnos sagrados, satisfechos de no tener ya alrededor a vecinos molestos y
profanos que piensen y actúen de manera distinta a la de ellos.
"El estado mental que
más necesita de guía, de iluminación y de amor es el de aquellos que ven todo
el tiempo a los demás seres humanos como un rebaño de pobres pecadores
desorientados, necesitados de guía, de iluminación, de amor, y de perdón."
La realidad material en que
vivimos es siempre la cosecha de la imagen del mundo que anteriormente hemos
sembrado en el plano mental y regado en el astral con nuestra sentida
emocionalidad. Cada quien se merece lo que sueña: Los medios de comunicación y
los apocalípticos catastrofistas de cualquier tipo pueden llegar a ser un arma
mil veces mas peligrosa que todo el arsenal atómico mundial, sobre todo ahora,
que los avances cibernéticos nos acercan a una cada vez más sensitiva Realidad
Virtual ...¿Os imaginais a alguien como Adolf Hitler -que también era un
apocalíptico- dirigiendo un monopolio televisivo o controlando una red mundial
de alta tecnología en realidad virtual servida por Internet?
... Y no habrá un mundo
descontaminado, lúcido, libre y en progreso real hasta que los hombres y
mujeres de buena voluntad de la Tierra exijan y conquisten su derecho y el de
sus hijos, tanto a no ser manipulados psicológicamente por los grupos de
presión acaparadores de las grandes cadenas informativas, como a tener un
acceso igualitario, responsable y descentralizado a los Mass-Media (los avances
técnicos lo están haciendo cada día más factible) y a su utilización
constructiva y consciente como alimento sano, armonizador y elevador de la
mente social global, para la evolución positiva integral de la Humanidad.
Precisamos medios de información e informadores para un MUNDO POSITIVO.
Sin embargo, el hombre no
será completamente Libre (con mayúscula) mientras su información sólo provenga
de afuera, de los parciales intereses de otros, por medio de aparatos y redes
de comunicación diseñados por la industria y el comercio con el principal fin
de lucrarse, de chupar tu energía emocional o de construir tu opinión a su
medida.
Es necesario que aprendamos
a desengancharnos del Correo de Las Malas Noticias para que podamos conectarnos
con la única Fuente Veraz de Información Cósmica y permanecer en ella,
levantando para ello en nuestra frente la antena capaz de sintonizar con el
ilimitado Canal Del Amor, cuyo director es nuestro Maestro Interno.
NO (con todo amor) A LA
MASIFICACION GLOBALIZADORA, DENTRO DEL PROGRAMA DE LA UNIFORMIDAD FORMAL MAS
SIMPLONA Y VULGAR Y DE LA SENSACIONALISTA NEGATIVIDAD INFORMATIVA.
SI AL MESTIZAJE ENRIQUECEDOR
QUE HAGA LA SÍNTESIS COMÚN Y CONSTRUCTIVA DE LOS VALORES QUE CONSTITUYEN EL
FONDO ESENCIAL MAS VALIOSO Y PROFUNDO DE CADA CULTURA, AL TIEMPO QUE EXPONE LA
RIQUEZA Y DIVERSIDAD DE FORMAS CON QUE LO ESENCIAL SE REPRESENTA.
Cuando hoy describo todo
aquello con un estado de consciencia completamente racional y urbano, me parece
que profano mi experiencia; que no tiene nada que ver. Como casi no tuvo nada
que ver tomar Ayahuasca, tiempo después de dejar la jungla, en Rio Branco,
Brasilia o Rio de Janeiro, a pesar del sincero entusiasmo de mis compañeros
templarios, los guerreros y guerreras, y de la excelente dirección de los
comandantes y comandantas de sesión.
Fuera de su contexto real y
del contorno terapéutico adecuado, sin el continuo revigorizamiento físico del
trabajo disciplinado y duro en el mato, sin la comunicación etérica íntima y
mágica con las poderosísimas energías puras de los espíritus de la floresta en
el Corazón del Mundo, sin la inmersión emocional en el sentimiento de un pueblo
libre que se desarrollaba espontáneamente en su propio sueño épico en
realización; lejos del contacto mental con los auténticos Hombres de la Selva y
su cultura, y carente de la comunión espiritual con terapeutas titulados por su
propia sabiduría de la talla del Padrino Sebastián... aquello se fué
convirtiendo para mí casi como en un ritual escapista cualquiera en medio de la
agitada vida laboral y social de la urbe, más próximo cada vez al hábito
rutinario.
Y es que existe algo que
sólo puedo denominar "EFECTO SELVA", que eleva al máximo nuestra
sensibilidad. Salir de la Amazonia produjo en mí una especie de
"mono" parecido al famoso "síndrome del astronauta", incapaz
de liberarse de su nostalgia del espacio y de adaptarse de nuevo a la prosaica
Tierra. Así que acabé por no tomar más y desligarme. Cuando una querida amiga
me lo reprochó, después de que el Daime fuera para mí tan gran maestro y
medicina, le respondí, con el mayor amor, que un discípulo digno de un gran
Maestro tiene que demostrarle que lo es renunciando finalmente a su apoyo y
saliendo a practicar los altos vuelos aprendidos con sus propias alas, por su
cuenta y riesgo y en solitario; y que la mejor medicina sólo demuestra su
eficacia cuando el enfermo que la tomaba deja de tomarla, porque ya se siente
sano.
De todas maneras, para mí,
el Santo Daime va mucho más allá del rito de ingestión de la Bebida de Poder,
que es sólo la puerta de entrada a una mayor percepción. Las enseñanzas de su
Doctrina que contienen sus himnos y el ejemplo de sus guerreros y amazonas,
como todos los de mis otros Maestros, viven incorporados en mí y me guían,
cuando me dejo guiar, por los más claros rumbos.
Uno de mis mayores placeres
continúa siendo reunirme con varios hermanos y hermanas para cantar himnos a la
Vida. De hecho, todo lo mejor que siento, pienso, digo, escribo, pinto, hago,
es un continuo himno a la mágica belleza de La Vida, que me mantiene tan pleno
como intensamente enamorado de Ella.
Espero poder regresar a
Mapiá algun día, para enterarme de como evolucionó la Comunidad tras la muerte
del Padrino, para pasar un tiempo con Chico Correntes o con quien aparezca, y
para tal vez saludar de nuevo, mirándolos de frente y desde adentro, a los
guardianes astrales de los lugares donde tuve las experiencias más intensas de
mi vida. Aunque la mayoría de mis Guías habían estado dentro de mí desde
siempre y continúan estando, no me cabe duda de que la Amazonia, el Pueblo de
Juramidán y la Ayahuasca nos brindaron la mayor oportunidad para conocernos
íntimamente y compartir extraordinarios ratos juntos.
A morada do meu Pai La
morada de mi Padre
é no Coraçao do Mundo, es
en el Corazón del Mundo,
onde
existe todo o Amor donde
existe todo el Amor
e
têm um segredo profundo y
hay un secreto profundo
Este
segredo profundo Este
secreto profundo
está
em toda a Humanidade, está
en toda la Humanidad,
se
todos se conheceram si
todos se conocieran
aqui
dentro da Verdade... aquí
dentro de la Verdad...
(Himno del Santo Daime)
Que vuestro Femenino Interno, si sois hombres, o
vuestro Maestro Interior, si sois mujeres, os guíen también por los caminos de
la Síntesis y el autodescubrimiento,
porque la Identidad Real que los estereotipos
fantasmales del ego ocultan a nuestra percepción
y que se adivina en la raiz de las potencias de los
arquetipos subconscientes de nuestra imaginación, nuestras visiones y nuestros
sueños,
es la misma para todos nosotros:
La del Hijo, el Espíritu Consciente de la Humanidad
Planetaria, el Verbo Encarnado, el Intimo, el Cristo Cósmico que somos cuando
Somos.
Buen viaje, hermano, hermana caminante.
AQUEL ABRAZO.
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