terça-feira, 9 de abril de 2013



La Bebida de Poder tenía un sabor tan horriblemente desagradable que no había ningún miedo de que fuese a causar adicción. Muchas veces sentí náuseas sólo de pensar que la iba a ingerir dentro de poco. Uno la tomaba, no por gusto, sino reconociendo la necesidad de una purga médica. Muchas personas vomitaban justo después de beber, incluso los veteranos; y, desde luego, la mayoría de los novatos, antes de que hubiese transcurrido una hora, a menos que tuvieran un ego tan hipócrita, pétreo y resistente que necesitase una larga crisis de despiadada y confusa lucidez para ablandarse y desprenderse.
Porque aquello era como un ácido disolvente de los venenos del cuerpo y del alma, que desgajaba de sus escondidas bases y colocaba ante el ojo de la consciencia todos nuestros defectos, miedos, insuficiencias, carencias, deudas, recuerdos de errores y delitos, odios, rencores, cobardías, desconsideraciones, promesas incumplidas, desamores, resentimientos, farisaicas autojustificaciones, abusos de poder, gulas, perezas, vilezas, obscenidad... mostrándolos de una manera perfectamente reconocible, a pesar de enmascararlos, a veces, ante la miración, con imágenes de nuestra simbología subconsciente personal, tales como demonios y monstruos para los cristianos, o fieras terribles y duendes encantados de la selva para los indios amazónicos.
Ya que el Daime había mandado a dormir al cancerbero guardián del umbral de los infiernos mentales: el ego lógico-crítico, Príncipe del Autoengaño, Maestro de las Ilusiones, quien, incapaz de vivir soportando el recuerdo de sus cobardías y canalladas, pero al mismo tiempo demasiado egoísta, inconstante y perezoso como para corregir inmediatamente cada error reconocido, prefiere arrojarlos al olvido del pozo subconsciente, cerrarlos con los siete candados de la autojustificación, borrar la verdadera historia de su memoria inmediata y sustituirla por una versión acomodada a no dañar su cuidada imagen de si mismo, tan noble y honorable.
Sin embargo, el subconsciente no fué creado para albergar basura psíquica, sino para que fuese Templo Sagrado de nuestra Identidad Real, eso que los cristianos llaman el Cristo Interno, el Yo con mayúscula; y para residencia de los Arquetipos, o modelos originales de evolución armónica, nuestros guías subconscientes, o las diferentes opciones o cánones de manifestación y desarrollo de nuestra Identidad Real en cada encarnación.
Y como la Identidad Real, el Yo, es omnipotente y el ego apenas un mayordomo hecho de conceptos, una representación virtual Suya creada apenas para cuidar de nuestra casa corporal, que tiende a olvidar al dueño y trata, sin clase, de fingirse el amo... tarde o temprano el Yo, desde su trono multidimensional, acaba esbozando la jugada maestra que haga resbalar en su propia trampa al ego, sufrir el peso de sus contradicciones, corregirse... y continuar su evolución monádica, más atento y mas honrado, hasta su transmutación y fusión definitiva con la Identidad Real Regente a la que vehicula en este Plano.
En el caso de los espíritus sufridores que allí nos encontrábamos, la jugada de nuestro Yo había consistido en hacer que nuestra búsqueda diletante de sensaciones fuertes con que evadirnos del recuerdo de nuestra inconstancia para profundizar en nosotros mismos, nos hubiera empujado al fin del mundo, encerrado en la Amazonia y colocado, de una manera imposible de eludir, ante las realidades que uno se había negado siempre a ver.
Porque no estamos solos: todos venimos con una misión importante al mundo, como parte mínima, pero fundamental, del engranaje cósmico (¿qué es mas importante en un barco: la llave del motor o cualquiera de los tornillos que sujetan la hélice?), así que nuestros espíritus guías, la parte mas sutil de nosotros, que se ha quedado fuera de esta dimensión al encarnar, se las arreglarán para protegernos, encauzarnos -respetando, sin embargo, nuestro libre albedrío, sin el cual no podríamos "ganar" consciencia-, y combinando las "casualidades" cósmicas (magia) para que, por muy dormidos que estemos, auto-recordemos nuestro compromiso esencial, ese que va inscrito en nuestros genes, ,despertándonos con placer o con dolor, -que para el Yo Espiritual y Eterno no son más que estimulantes psicoquímicos que sirven para espolear sus vehículos materiales continuamente reciclables- para que la misión acabe envolviéndonos. Aunque transcurran muchas encarnaciones -para el Yo no existe el tiempo-, ese autorecuerdo nos llevará por fin a completarnos como instrumento útil y a cumplir el destino universal para el que fuimos emanados del Uno y que nosotros mismos antes de nacer, como pura consciencia del Uno, nos habíamos trazado por objetivo.
Cumplida la misión, nuestra individualidad virtual se diluirá y retornaremos a la fusión con la Unidad, como retorna a la mente un pensamiento, luego de acabado el razonamiento que lo generó, cargado con el conocimiento de su experiencia, que deposita en la memoria hasta que tenga que salir con él como bagaje a una nueva misión conscienciadora de la Mente Cósmica que Somos.
Siete años después, yo reflexiono sobre todo aquello, ato los cabos, tejo el tapiz y descubro un cuadro que me da una idea aproximada de la realidad que viví; pero en aquel momento, en Mapiá, cada vez que me enfrentaba al Daime cargado de mi bagaje de negrura acumulada, iba como a una batalla a vida o muerte, y la propia cotidianeidad allí, en contacto preferencial con los espíritus poco pulidos de mi propio nivel, era toda una aventura llena de riesgos, de los cuales el peor era bajar demasiado la guardia de la discriminación y quedarse aletargado y fanatizado en las propias fantasías espiritualistas, como ocurrió con tantos iniciados.
En todos los sentidos, fué una experiencia durísima para mí, a causa, sobre todo, de lo endurecidos que estaban mi propia rebeldía, individualismo y desconfianza hacia los demás.




La Terapéutica del Daime consistía en la catarsis y eso era una maravillosa manera de liberarse para aquellos que eran capaces de perdonarse a sí mismos, recomenzar de una manera más armónica y quedarse o salir de allí, para vivir en adelante de una manera impecable y sin temor a nada, afirmados en su propia confianza en su identidad esencial de Ser Divino, de Hijo de Dios redescubierta, y muy alertas a no dejar que se fueran acumulando de nuevo errores sin corregir.
Sin embargo, aquel sistema todavía portaba en sus estratos inferiores, por sincretismo y mezcla no depurada de culturas, aún a pesar de la visión cósmica del Padrino y de las consciencias de élite que le seguían de cerca, la parte más reaccionaria del catolicismo conservador, puro Antiguo Testamento: la idea de un Dios externo, juez y dictador inflexible, que te disciplinaba durante la sesión del Daime; y la de este mundo como un valle de lágrimas donde venimos a purgar nuestras culpas.
Mi hipercrítica y violenta incapacidad para seguir soportando este reaccionarismo culpabilizador y censor después de haber tenido que tragarlo a la fuerza durante los primeros 23 años de mi vida, en la España Negra del general Franco, hizo que la parte más rebelde y juzgona de mí forzara a la que quería profundizar a pesar de todo, a acabar marchándome de Mapiá.
Porque me parecía que esa visión del mundo conduce casi siempre a la formación de una mentalidad continuamente dependiente, sadomasoquista y débil, bajo una apariencia de fortaleza rígida y disciplina heróica: el virus del fascismo. Y con el fascismo, el sometimiento ciego de la mayoría a las arbitrariedades dogmáticas y a la inquisición de aquellos que se convierten (aprovechándose de un grado de autoridad que les fué concedido sólo para servir), en intérpretes jerárquicos de la voluntad divina: la prepotente academia de sacerdotes y escribas, encumbrados sobre la letra muerta de la ley, y los hipócritas sectarios de siempre, dominando politicamente las comunidades y, a pesar de la prédica continua del amor, del igualitarismo, de la valoración y de la confianza en el hermano por el Padrino, locos por encontrar la paja en el ojo ajeno.
Ya que el Daime daba conocimiento súbito sobre la propia realidad, pero "saber y no poner en práctica lo aprendido es no saber aún". El esfuerzo constructivo de la propia HOMBRÍA o FEMINIDAD ESPIRITUAL viene marcado por el acorte de distancias entre la teoría y su realización efectiva. Tan sólo convertir la luz del conocimiento recibido en llama de amor, en acción realizadora en el Plano Físico, justifica nuestra conquista e ilumina nuestro entorno; lo demás sólo sirve para reforzar la soberbia intelectual del ego. Mucha firmeza guerrera, sí, por puro convencimiento mental a base de miraciones, pero poco amor, que es el llevar la fe a la práctica, como comprensivo y solidario ayudador de tus contrapartes en el Uno. Firmeza y Amor son los dos pilares del Arbol de la Vida, pero tiene que haber un pilar central, el del equilibrio entre ambos, para que todas las esferas de poder del Ser se comuniquen, unificándose, y el Macrocosmos pueda derramar sus bendiciones sobre el microcosmos.
La Ayahuasca es una poción con un poder increíble para el autoexamen interno, pero todavía nadie me ha hablado de que en algún lugar exista una planta sagrada que provoque por su pura ingestión nuestra realización práctica; ésta sólo la produce nuestro esfuerzo de entrega humilde, amorosa y constructiva al trabajo cotidiano en perfecta armonía al servicio de nuestros hermanos, viendo a Dios hasta en el más aparentemente perdido de ellos y haciendo que esa vision del Yo predomine sobre la de los juicios de nuestro ego hacia el suyo.
Ese era el verdadero mensaje vital del Padrino: su ejemplo, apoyado por una doctrina y un ritual de gran poder que servían para conectarnos con todas nuestras relaciones espirituales; es decir, con la parte más voluminosa del iceberg de nuestra identidad sumergida en el subconsciente colectivo y compuesta por miles de entidades. El uso del Daime no era más que la medicina que usaba para recuperar a los más enfermos y descarriados... y el dedo que le servía para apuntar al Amor; aunque muchos se quedaban prendidos al dedo y no a lo que apuntaba.
Una medicina es una cosa muy benéfica cuando se usa para rebajar la gravedad de una infección mientras se corrigen las causas que motivaron la enfermedad, que es lo único que la elimina de raiz.
Pero la misma medicina puede convertirse en una droga nefasta cuando el paciente vive acallando sus dolores con ella sin corregir la causa de la dolencia, que continúa desarrollándose enmascarada y convirtiendo al paciente en un dependiente continuo del médico y del farmacéutico, que se enriquecen a su costa.
Así sucedía en aquella comunidad con un buen número de personas, que por causa de la noción católica de eternos culpables que portaban, y por la propia facilidad comunitaria de tomar Daime continuamente -aunque oficialmente se aconsejaba, salvo caso de enfermedad, no comulgarlo más de una vez cada quince días- no tenían tiempo ni perspectiva para reflexionar sobre los horrores descubiertos en su subconsciente, corregir sus causas y re-armonizarse consigo mismas, sino que acababan acomodándose a la idea de que aquellos monstruos constituían su verdadera personalidad y a asistir a cada nueva sesión para pedir perdón a un Dios castigador y lejano y para recibir su castigo en forma de un agitado balanceo del ánimo o "mal viaje" -al que llamaban "pea"-, del que salían doloridos, pero en el fondo aliviados, porque lo veían como una especie de pago o multa, que les permitía seguir viviendo igual, sin corregir las causas, hasta la próxima paliza.
A veces es posible compensar los errores cometidos, a veces ya no, pero siempre es posible corregir las causas, que se encuentran en nuestras malas tendencias y hábitos negativos, nuestros demonios personales, que no son otra cosa que nuestras energías angélicas sucias y descuidadas. Una buena limpieza es capaz de transmutarlas positivamente, siempre que uno quede luego atento y vigilante para no volver a chocar, maquinalmente, con la misma piedra, ya que el desatento automatismo, y no la maldad consciente y premeditada, es el motivo principal de nuestra repetición de errores.
Aunque la mayoría de los hombres y mujeres de selva que habían creado la comunidad con el Padrino eran probados guerreros impecables, algunos de ellos hasta verdaderos Maestros, toda una aristocracia del espíritu con la que conectaban enseguida los más conscientes y pulidos de los que llegaban, la difusión del Daime fuera de la Amazonia había ido haciendo que también arribaran a Mapiá, en los últimos años, cantidades cada vez mayores de gentes ciudadanas, procedentes, sobre todo, de Rio de Janeiro, donde se construyera una iglesia daimista -O Ceu do Mar- dirigida por un yerno de Sebastián Mota. Y no sólo ellos, sino hasta muchos extranjeros que, como vislumbraran el Maestro Irineu y el Padrino en sus miraciones, habrían de sucumbir a la atracción sobre los espíritus aventureros del misterio y el encanto natural de la ruta que bordea la selva hasta Macchu-Pijchu y hasta mas allá, hasta el corazón de la Amazonia, ruta que yo llamaba el Camino de Aquaria...
Algunos brasileiros procedentes de las enormes urbes del Sur, antiguos militantes izquierdistas, se sorprendieron de encontrar, aislada del resto del Brasil, una comunidad comunista por naturaleza, que casi se correspondía con su largamente soñado modelo utópico de sociedad... si no fuera porque aquél era un comunismo fraternal, de primitivos cristianos, sin otra estructuración política que el liderazgo en el trabajo, tipicamente amazónico, de los guerreros más capaces de prestar esforzados e inteligentes servicios a la comunidad, y de la atención respetuosa a los consejos de los más ancianos en las reuniones comunitarias; es decir, el viejo sistema tribal.
Uno de aquellos miembros del "Pueblo Venido de Afuera", que hasta había sido guerrillero y escritor durante los siniestros años de la dictadura, Alex Polari de Alverga, se integró tan bien a través de su amor al Padrino, que no sólo fundó un importante centro daimista en Mauá, en las montañas al norte del estado de Rio de Janeiro, sino que se convirtió en el mayor propagandista del Daime por medio de sus escritos.
Polari entendía, superando su visión revolucionaria anterior, que la nueva fuerza motriz de la Historia en esta etapa ya no sería, como había escrito Carlos Marx, la lucha de las masas ciegas e inconscientes de desheredados materiales, que realmente no podían aspirar a renovar el mundo más que superficialmente, sustituyendo, si podían, a las clases que ocupaban el poder para teñirse con su misma mentalidad en cuanto la recaudación pública comenzase a corromper de ambición a sus manos repartidoras... tal como los gobiernos socialistas acabaron demostrando en la práctica histórica, especialmente aquellos que llegaron al poder por la fuerza, y que sólo se pudieron mantener convirtiendo en opresivas prisiones a los países que anteriormente habían jurado liberar.
La renovación del mundo no podía esperarse de la simple sustitución de una clase social dominante por otra, dominada, que al asumir el poder se convertía en lo mismo que su opositora era. Contemplando al pueblo del Padrino y a su búsqueda de la Consciencia Conectada entendió que el cambio real vendría de pequeños grupos de gente sensible que despertarían aquí y allá al desarrollar una antena mental suficientemente potente como para que pudiesen sintonizar las instrucciones actuales que el Programa Evolutivo de la Humanidad depositó en la atmósfera que nos circunda. Cada receptor, individuo o grupo, filtraría el Mensaje Renovador a través de su propio condicionamiento cultural y lo teñiría de sus propias insuficiencias, querencias y prejuicios personales o tribales; pero, andando el tiempo, se vería que, por debajo de la paja egoica o local, el contenido esencial de lo recibido por cada grupo era similar y común y válido para todos los seres humanos, sin exclusivismos.
... Fue lo mismo que me hizo pensar que en este momento en que el mundo todo se convierte en una aldea, donde los mass-media acabaron con las mentalidades contrapuestas de las clases sociales, uniformizándonos a todos en una subcultura vulgar, superficial, morbosa, pesimista, masificada, blanda, mezquinamente pequeño-burguesa en su visión de La Vida, controlada, manipulada y consumista-consumida, donde se hacen uno el materialismo capitalista con el socialista... la alternativa liberadora sólo puede venir del eclectismo profundo, re-descubridor de la esencia fundamental común, el Tesoro de Sabiduría que los verdaderos Maestros e Iniciados de todas las culturas y etnias de la Historia han llegado a descubrir, cada una por debajo del colorido formal, ritual o folklórico, de su estilo propio y su frecuencia energética, esto es, de su Rayo específico del Iris, a base de Vivir con mayúscula.
"Cuando la tierra esté enferma y los animales desapareciendo, llegará una tribu de gente de todos los credos, colores y naciones. Gente que creerá en los hechos y no en las palabras; Serán llamados los Guerreros y Amazonas del Arco Iris, y restaurarán la antigua belleza de la Tierra".

-Profecía de los indígenas norteamericanos-


Este Tesoro oculto en nosotros mismos y desvelado será la semilla actual y eterna transmisora del más importante contenido de la experiencia humana. Y las personas que la plantarán en la tierra fértil de las jóvenes generaciones mundiales, para que de ella crezca el Arbol Multicolor de la Vida del Tercer Milenio serán, logicamente, las más sensibles y profundas de aquellas etnias que menos se han comprometido en el proceso masificador y superficial que produce la decadencia por sequedad -al haber perdido el contacto con sus raíces-, del que antes fuera orgulloso Árbol de la Civilización Occidental... aliadas y hermanadas con los espíritus geniales, rebeldes y adelantados que, habiendo nacido y habiéndose desarrollado en el Sistema Imperante en decadencia, lo viven al máximo, mueren en él antes que él y resucitan, vivencialmente vacunados contra los virus que lo envejecieron y llenos de fuerza; siendo ya, en sí mismos, la Nueva Era que crece; convirtiéndose en las potentes semillas de regeneración que lanza el propio árbol moribundo del ciclo ido.
Como siempre, los últimos serán los primeros, y a los más humildes se les revelan cosas que no tuvieron ojos para ver los cultos y poderosos.




..Así pues, decíamos que en el antiguo esquema comunitario, el liderazgo pertenecía naturalmente a los más entregadamente eficaces de los antiguos pioneros y sus hijos, aconsejados por los ancianos en quienes más se confiaba... Por encima de todo ésto, en los asuntos rituales y fundamentales, era indiscutible la autoridad del Padrino Sebastián y de su compadre, el Padrino Correntes, otro druida del mato, padre de mi iniciador, el maestro de guerreros Chico Correntes. Había madrinas, y padrinos, tanto ancianos como jóvenes, que eran verdaderas hadas y ángeles encarnados; mujeres tan firmemente femeninas, niños tan despiertos y guerreros de tal talla, que le dejaban a uno inevitablemente consciente, con su ejemplo, de la diferencia que hay entre un Hombre y una idea de hombre. Podría dar muchos nombres, pero sólo destacaré a Odemir, el apaciguador de rebeldes, al que iban a parar los más duros toxicómanos llegados de las grandes urbes, a quienes él sabía devolver su propia dignidad como nadie. También me encantaba Regina, cuyos himnos, vibrantes y marchosos, me parecían los más alegres de todo el Santo Daime.
En la generación joven, el hijo del Padrino, Alfredo -un total artista de la vida con un aura de cálida simpatía que se sentía a varios metros de distancia-, parecía claramente bien dotado para ser su sucesor a título de Rey Salomón, o sino su otro hijo, Waldete, con vocación de sumo sacerdote disciplinador, de quien decían que canalizaba la energía del arcángel San Miguel; y también Alex Polari, el más prestigioso de los hombres venidos del Sur, trabajando, tal vez, en la proyección de la Doctrina hacia el mundo. Tras ellos había una brillante y creciente formación de impecables comandantes y comandantas natos de aquel vigoroso pueblo de Dios en marcha.
En un nivel bastante por abajo de estas figuras, que lucían con indudable luz propia, comenzaron a formarse grupos de aspirantes a la estructuración política de la comunidad, alrededor de aquellos miembros más manipulables de ella que, por su parentesco con los antiguos pioneros de mayor relevancia, tuviesen posibilidades de heredar algún mando... y se establecieron bastantes alianzas y enlaces matrimoniales con ellos.
Resultaron ser éstos, algunos de los jóvenes nacidos en Mapiá que no habían seguido por propia elección consciente al Padrino selva adentro en busca de independencia y aislamiento, como hicieron sus mayores, para jugar el juego de la transformación, sino que se encontraron, por nacimiento y sin conocer más vida que aquélla, siendo los principitos y princesas de la nación esforzadamente levantada por sus padres. Una nación que además era muy primitiva y muy precaria, pero que aquellos interesantes jóvenes venidos de la ciudad estaban dispuestos a modernizar... con la condición de intercambiar con la civilización la más refinada producción de la comunidad, el Daime, a cambio de bienes de consumo.
Toda esta lucha por el poder temporal, aquella desafiante probación continua del respeto a Dios en el respeto al hermano que la escuela comunitaria era, estaba en pleno auge cuando yo llegué a Mapiá y producía fatigosas tensiones, que repercutían forzosamente en el estado de salud del Padrino, que se agravaría definitivamente poco después... Siempre los reyes mueren víctimas de sus súbditos.
Cada uno ve en un lugar aquello que se corresponde con el nivel en el que se encuentra su consciencia; en el estado en que se encontraba la mía, yo fluctuaba como un delfín arriba y abajo; por arriba trataba con parte de aquella aristocracia del espíritu hacia cuya sana emulación lo mejor de mí aspiraba, y me quedaba fascinado por tales muestras de firmeza humana y de amorosa luz interna... vuelto abajo, tendía a empantanar mi atención morbosamente en el lado más oscuro de Mapiá, y a buscar la paja en el ojo de aquellos espíritus con los que convivía más de cerca, y que estaban tan sufrientes y divididos por el conflicto de sus egos como yo mismo: odiaba a los fiscales indelicados porque también era inconscientemente un fiscal de lo más inquisidor, sin compasión ni mesura.
En el fondo de todo anarquista libertario hay siempre un intolerante dictador. Por todas partes buscaba una secta. Estaba convencido que a estos grupos enfrentados de caciquillos intermedios les convenía mantener al pueblo productor ignorante y sometido a su dirección, y para ello, como escribió Hitler, nada mejor que la censura y el miedo, que hacen a los gobernados facilmente manejables... y el pasarse la vida en continua "fofoca", o sea, metiendo la nariz en lo que hacían o decían, o dejaban de hacer o decir los demás.
Además a mí me parecía que, en nombre de la superioridad del conocimiento interno experiencial que se extraía del Daime, se despreciaba demasiado la cultura externa de la escuela pública, base, sin embargo, de la independencia individual y la democracia; y los maestros apenas podían enseñar otra cosa que los himnos; eso, cuando había escuela, porque las familias tenían en aquel tiempo verdadera necesidad de mano de obra y ni alumnos ni maestros comían si no salían a cosechar sus propias habichuelas los días de recolección.
Por otra parte, me resultaba insufrible que aquellos fiscales y sargentillos -que eran los que más en contacto estaban con la masa del pueblo y de los visitantes- abundaran en el inquisitorialismo y cargaran las tintas sobre el sentimiento de culpa de los eternos pecadores, para mantener a las personas humilladas y sometidas, respetuosas de las jerarquías de los fariseos. En fin ¿para que seguir?... mi ojo más crítico trataba de ver allí reflejada la vieja historia de cualquier religión fundada por un iluminado, a la que después, a menos que surjan líderes de su altura que mantengan la conexión directa con La Fuente, los más mediocres de sus seguidores intentarán institucionalizar, fosilizarla y convertirla en instrumento de dominio social.




Ante todo ésto, el Padrino se indignaba a veces y nos fustigaba: -Vuestras madres sólo han parido vuestra parte animal, el Hombre es algo que ha de ser construído sobre ella por vosotros mismos... ¡Hay que renacer! ¿o quereis quedaros en abortos? El Hombre se distingue del animal porque supo cultivar su espíritu, renunciando al egoísmo soberbio, a sus irrespetuosos juegos de poder y a la maledicencia, y descubriendo a Dios en el amor que se solidariza, comprende y da valor hasta al más pequeño de los hermanos. ¡No hay otro camino! ¡Dios es la unión amorosa de todos nosotros! ¡Satanás es el espíritu de división y de fofoca y de intriga!... el que todavía sea un aborto de Hombre cuando llegue su muerte, conseguirá que muera con él su potencialidad espiritual individual; se encontrará en el Astral con el verdadero infierno que su negatividad proyectó sobre él durante su inútil vida ¡y tendrá que vagar con dolor por él hasta encontrar quien le haga una caridad!
Se refería el Padrino a que el aborto de Hombre (con mayúscula) se convertiría en un anónimo espíritu sufridor del Bajo Astral, forzado, por su falta de luz propia, a arrastrarse por la suprema tiniebla, acosado por las formas-pensamiento diabólicas por él mismo generadas y por las oscuras formas energéticas afines añadidas a ellas; hasta que un día, por fin, lograse percibir la luz interdimensional de la vela consagrada de una mesa espírita, consiguiese conectar, solicitar auxilio y expresarse a través de un medium, o sea, un espíritu ayudador encarnado en proceso de autorenacimiento, que le hiciera la caridad de permitirle agregarse a su aura, que lo adoctrinase, valorase y le diese una oportunidad de hacer, desde el Astral, el trabajo de ayuda y consuelo a otros hermanos necesitados que no fué capaz de hacer mientras estuvo en el Plano Físico. Tan sólo así conseguiría reunir el mínimo de energía espiritual con el que salir de los niveles mas tétricos del Bajo Astral y ascender a otros donde ya pudiese recibir algo más de apoyo de los Guías (o Virtudes Puras del Ser) correspondientes a su falange vibratoria... hasta que se le concediese de nuevo el privilegio... ¡pero quién sabe cuando! de encarnar de nuevo en un cuerpo humano y repetir curso.
- No sabeis que lotería os ha tocado -decía el Padrino- de poder evolucionar con todas las posibilidades de ganar consciencia a través de la acción amorosa, que disponer de un cuerpo tiene... si lo supiéseis no desperdiciaríais de esa mala manera vuestro precioso tiempo de encarnación.
Sebastián Mota hablaba de como, cada vez que se encendía la vela consagrada de la mesa espírita, se formaba una cola enorme de espíritus sufridores, llenos todos de ansia por aliviar su angustiosa soledad y hambre de Luz, expresándose por turnos de incorporación a través de un medium, para reciclarse mínimamente recogiendo algo de la energía-atención de los asistentes, o aquella otra, más elevada, de sus compasivas oraciones por él.
Al terminarse el trabajo, muchos no habrían tenido aún la oportunidad de ser atendidos, y tendrían que ponerse a la cola, una tras otra sesión, hasta conseguirlo... o desesperarse -cada vez más agotadas sus reservas de vital energía-consciencia- y, llenos de resentimiento contra todo, convertirse en exús, o sea en espíritus malignos totalmente inconscientes, verdaderos diablejos-tiburones de los niveles más bajos de los Planos Astral y Físico, que harían todo lo posible por arrancar una porción de energía allá donde se les pusiera a tiro, volviéndose, a causa de su hambre atroz de vitalidad consciente, rabiosos obsesores de cualquier desgraciado que tuviese sus defensas psíquicas tan abiertas por el vicio que les permitiese instalarse en su aura, pegados a ella como una lapa, para vampirizarlo, encadenándolo con su influencia, y precipitando aún más su progresiva decadencia.
Pero aquellos espíritus que habían logrado recibir algo de Luz, cuidaban, por la cuenta que les tenía, de no desperdiciar la oportunidad; volvían una y otra vez, atentos a hacer méritos siendo útiles, y se convertían en los colaboradores y aliados fijos de la mesa espírita, ayudando a curar enfermedades astrales, a separar obsesores de las auras de los pacientes o a deshacer trabajos de magia negra.
Un día, sin embargo, se presentarían para agradecer toda la caridad recibida y despedirse, pues ya tenían, por fin, vía libre para ascender a niveles más altos del Astral... lo que llenaba de satisfacción redentora a todos los mediums que habían trabajado con ellos, ayudándoles a elevar su propia energía cada vez que transmutaban en positiva, dentro de su emocionalidad personal, una energía negativa afín a la del espíritu acogido...
Sebastián Mota mismo había conseguido elevar, en su propio trabajo de pulimiento espiritual, a muchos sufridores que venían de niveles ínfimos de degradación como, por ejemplo, un endemoniado Exú de la línea llamada Tranca-Rúa, famoso por su inteligente perversidad, al que acogió en su corazón sin límites, luego que el espíritu obsesor soltó al hechicero al que estaba poseyendo, quien así pudo morir liberado de aquella terrible carga, tras acceder a tomarla sobre sí el Padrino.
Con la cercanía de muestras tales de verdadero amor redentor, yo no tenía que haberme sentido molesto por las provocaciones de aquellos que necesitaban chupar energía-atención de los demás tratando de imponérseles, sino comprenderles, como hacía el Padrino, acogerles en mi amor y, creyendo sin la menor duda en sus potencialidades divinas internas, sostenerlas confiada y pacientemente en mi visualización mental, como quien cultiva una planta o un hijo con todo cariño y comprensión, hasta que esas virtudes divinas se manifestasen en mis aparentes enemigos... Ese era el cristianismo de Sebastián Mota y su principal enseñanza viva. Pero yo estaba muy bruto aún, no tenía tanto amor ni tanta paciencia, y mi emocionalidad estaba todavía muy lejos de la comprensión del mensaje renovador de Cristo... a pesar de que la memoria recordaba casi todas las palabras y ejemplos atribuídos a él en los Evangelios.
Sin embargo, antes de que mi soberbio ego (que continuaba oponiendo una inmensa resistencia a todo lo que fuese aceptar normas, dirección de nadie, rituales, disciplinas grupales, fiscalización) ...chocara con los egos de algunos caciquillos intermedios, lo que me decidió a no continuar en Mapiá, por causa de aquella misma rebeldía hipercrítica con la que me autoexcluí de tantos grupos de crecimiento y realización a lo largo de mi vida o vidas (ya que me negaba porfiadamente a aceptar arbitrarias y destemperadas autoridades jerárquicas, salvo unicamente las que emanaban de una nobleza y sabiduria evidentes, como la del Padrino)... Antes de autoexcluirme una vez más, decía, aún tuve tiempo para hacer algunas observaciones astrales y para recibir mis propios regalos-lecciones del Padre Juramidán, lo que voy a relatar algo más adelante.

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